La amplia difusión que está teniendo el estudio mundial de universidades realizado por el Instituto de Altos Estudios de la Universidad Shanghai Jiao Tong (Clasificación de las universidades del mundo, 2000) – el cual ya había sido comentado por Wietse de Vries en la sección “Universidad y sociedad” (núm. 67/02/2004)- y que ubica a la UNAM en el lugar 180 de las 500 mejores instituciones universitarias del mundo es una buena ocasión para reflexionar acerca de la enorme distancia que separa a las universidades del mundo en desarrollo (y de América Latina, en particular) de las grandes y prestigiadas instituciones de educación superior del planeta. Permítaseme usar una analogía tomada del béisbol para ilustrar la situación de la investigación científica de la región dentro del sistema mundial de producción del conocimiento. Es como si nos hubieran ubicado en la liga “Triple A”, en el umbral de las Grandes Ligas, per no en éstas. Vistas así las cosas, las universidades latinoamericanas consideradas en el estudio en cuestión estarían muy lejos de llegar algún día a formar parte de las Ligas Mayores (es decir, las primeras 50 universidades del ranking). A lo más que podría aspirarse, siendo realista, es a colocar a algunos de nuestros mejores jugadores en alguno de los equipos de la “Gran Carpa”. Esto es lo que ha ocurrido hasta la fecha con algunos distinguidos investigadores que se han incorporado a las instituciones de mayor prestigio, llegando hasta el extremo de haber sido merecedores del máximo galardón científico: el premio Nobel.
Una vez más, como ha venido ocurriendo con la mayor parte de las clasificaciones internacionales, las asimetrías de nuestras naciones con el mundo industrializado no parecen haber disminuido. El consuelo que nos queda, como en el caso que nos ocupa, es haber sido colocado en el primer sitio de Latinoamérica, por encima de universidades como la de Sao Paulo, Buenos Aires y Campinas. O que la Universidad Nacional tenga un porcentaje de citas en el Social Sciences Citation Index (SSCI) ligeramente superior al obtenido por el Caltech, una institución especializada en ingeniería y desarrollo de alta tecnología y que ocupó el tercer lugar en el ranking mundial.
Es probable que algún pesimista irredento pudiera aprovechar la ocasión para recurrir a la tradicional frase “en la tierra de los ciegos…”. Por otra parte, los criterios empleados para evaluar el rendimiento académico de las instituciones consideradas en el estudio, se relacionan con el número de premios Nobel obtenidos por los investigadores en las áreas donde se otorga dicha presea; el reconocimiento a las investigaciones innovadoras; los artículos publicados en ciencias naturales y ciencias sociales; la cantidad de citas en el SSCI; y el desempeño académico de los profesores de jornada completa o equivalente. Se trata de criterios relacionados con el rendimiento en actividades de investigación.
Por ello no resulta sorprendente que entre las universidades latinoamericanas no aparezca ninguna de las universidades privadas. Las universidades que realizan actividades relacionadas con la generación y difusión del conocimiento tienen como característica primordial su carácter público y su tradición en la investigación científica.
Un caso muy diferente es el de las instituciones norteamericanas ubicadas en los diez primeros lugares del ranking, donde una buena parte de ellas son instituciones privadas: Harvard, Stanford, Caltech, MIT, Princeton y Yale.
Está muy bien y es muy legítimo celebrar que la UNAM es la universidad mejor clasificada de América Latina, pero también hay que estar plenamente conscientes de los esfuerzos que se requieren para dejar de ser un jugador menor dentro del circuito mundial de generación y difusión de conocimientos. Superar los condicionamientos estructurales no resultará una tarea fácil ni podrá realizarse en el corto plazo. Sin embargo, habrá que seguir haciendo esfuerzos redoblados para que la investigación que se realiza en la UNAM y en las universidades latinoamericanas comprometidas con el desarrollo de dicha actividad, no se vuelva irrelevante dentro del concierto mundial.