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Armando Alcántara Santuario

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Retos educativos en el siglo XXI

Alcántara-Santuario, Armando. (junio 30, 2011). Retos educativos en el siglo XXI. Suplemento Campus Milenio. Núm. 421, pp.12 2011-06-30

Uno de los elementos que, según diversas opiniones, habrá de ser crucial para recomponer el tejido social que la actual situación de inseguridad en el país ha deteriorado de manera grave, es la educación. De esto se ha hablado constantemente en los discursos políticos oficiales y en los de quienes critican implacablemente el statu quo.

Pero también se ha señalado que nuestro sistema educativo, desde la base hasta la cúspide, presenta niveles de calidad inaceptables para poder ofrecer una formación para niños y jóvenes que les permita enfrentar con éxito los enormes retos que plantea el mundo actual.

No sólo en México, sino en muchos otros países, tanto la opinión pública como los especialistas expresan su profunda insatisfacción por el estado en que se encuentran los sistemas educativos. Los indicadores, unos más objetivos que otros, señalan los bajos puntajes en las pruebas que evalúan el rendimiento de estudiantes y maestros, lo mismo que expresiones por la falta de sentido que hallan los alumnos en lo que se supone deben aprender en la escuela. A esto se suma el desencanto de los empleadores que se ven en dificultades para encontrar personas capaces de realizar adecuadamente las actividades del mercado laboral.

DESAFÍOS PEDAGÓGICOS UNIVERSALES

Ante este deplorable panorama de la educación actual en México y en el mundo, es muy aleccionador el texto del conocido especialista en educación argentino Juan Carlos Tedesco, publicado en la más reciente edición de la Revista Iberoamericana de Educación (núm. 55, 2011, pp. 31-47), en la cual analiza los desafíos de la educación básica en el presente siglo.

Tedesco apunta que la insatisfacción mundial que se tiene acerca de la calidad educativa proviene de los intensos cambios que se han producido en todas las esferas de la sociedad. Un elemento muy importante en las transformaciones anteriores es el relacionado con el saber pedagógico.

El autor hace referencia a una conversación entre George Steiner y una profesora de filosofía de un liceo francés, en el cual ésta le expresa sus dificultades para manejar técnicas pedagógicas que permitan obtener buenos resultados con jóvenes de los barrios pobres de París, aun cuando jamás había podido tener acceso a tantos libros de pedagogía, cursos de formación y materiales didácticos como en los años recientes.

Esta situación muestra, según Tedesco, la significativa debilidad de nuestros paradigmas teóricos, técnicos y científicos. Ello está provocando, por un lado, que muchos profesores identifiquen la teoría pedagógica con principios abstractos sin ninguna vigencia ni aplicación en las condiciones reales en las cuales ellos desarrollan su actividad docente.

Por el otro, las universidades y centros de investigación pedagógica han seguido desarrollando teorías descontextualizadas que, al no aplicarse en la realidad, empobrecen su propio desarrollo teórico.

REFORMAS INSUFICIENTES

Otro elemento clave en las consideraciones del autor es la enorme complejidad y dificultad que existe para modificar los patrones de funcionamiento de los sistemas educativos. Un balance de las reformas educativas de los años noventa permitiría observar que si bien consiguieron aumentar la cobertura e introducir nuevas modalidades e instrumentos de gestión, no lograron reformar de modo significativo los resultados de aprendizaje de los estudiantes.

Para ilustrar este argumento, Tedesco ofrece como muestra dos ejemplos: el caso chileno, en el cual todos los indicadores referentes a los insumos de aprendizaje mejoraron (gasto en educación, infraestructura, escuelas de tiempo completo, textos, computadoras, revisión curricular y salario docente), pero esa mejoría no se reflejó en los logros del aprendizaje de los alumnos. Lo mismo sucedió en Francia, donde en los pasados diez años aumentó la inversión, disminuyó el número de alumnos y, sin embargo, los resultados tampoco fueron favorables.

Las explicaciones tradicionales a esta problemática, añade el autor, apelan a factores como el corporativismo, el tradicionalismo y la resistencia al cambio, entre otros. No obstante, Tedesco identifica, además de éstos, otros vinculados a las tendencias estructurales del “nuevo capitalismo”, basados en el uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en la globalización y en la desregulación de los servicios sociales.

Aunque la educación es una condición necesaria para garantizar competitividad, empleabilidad y desempeño, es cada vez más difícil en el mundo actual generar empleos e ingresos decentes para toda la población, así como crear un clima de confianza en las instituciones y en los actores políticos de la democracia.

El problema, señala el autor, no se reduce sólo a transformar los modelos de organización y gestión, sino a las dificultades que presentan los diferentes modelos de gestión educativa para romper el determinismo social y crear unidad de sentido, proyección de futuro y todo lo que constituye la función transmisora de la educación y la escuela.

Para Tedesco, la gran paradoja de las últimas tres o cuatro décadas es que junto con la generalización de la democracia política, la ampliación de la participación ciudadana y la superación de las barreras para el acceso a la información, se han incrementado considerablemente las distancias sociales y surgen formas de segmentación social más rígidas que las existentes en el capitalismo industrial. De hecho, el crecimiento económico y la creciente desigualdad social se han vuelto concomitantes.

Asimismo, el aumento de la desigualdad en los ingresos y la riqueza se ve acompañada por disparidades en el acceso a algunos de los bienes y servicios más significativos de la actualidad: la información y el conocimiento. En consecuencia, la llamada brecha digital refleja el acceso desigual de las personas a las instituciones y al uso de tecnologías.

LOS OBJETIVOS EDUCATIVOS HOY

En este contexto, el autor menciona que varios expertos y diversos organismos internacionales especializados en educación han identificado dos grandes objetivos educativos desde una perspectiva internacional: aprender a vivir juntos y aprender a aprender. Como se sabe, junto con el aprender a hacer y el aprender a ser, estos dos elementos constituyen lo que el Informe Delors considera los cuatro pilares de la educación.

Desde el punto de vista pedagógico, el aprender a vivir juntos pone de relieve la importancia que adquiere la introducción en las prácticas educativas de los objetivos de cohesión social, de respeto al diferente, de solidaridad, de resolución de los conflictos por medio del diálogo y la concertación.

Además, de acuerdo con Tedesco, la escuela, puede y debe responder a la demanda social de compensación del déficit de experiencias de socialización democrática que existe en la sociedad.

El aprender a aprender es cada vez más importante por dos características presentes en la sociedad actual: la enorme velocidad que ha adquirido la producción de conocimientos y la posibilidad de acceder a un enorme volumen de información.

En este sentido, la educación ya no deberá dirigirse sólo a la transmisión de conocimientos y de información, sino a desarrollar la capacidad de producirlos y utilizarlos. El papel del docente deberá ser, según el autor, el de un acompañante cognitivo que desarrolle un conjunto articulado de actividades destinadas a hacer explícitos los comportamientos implícitos de los expertos, de manera que el estudiante pueda observarlos, compararlos con sus propios modos de pensar, para luego, gradualmente, ponerlos en práctica con la ayuda del maestro y de los otros compañeros.

Tedesco finaliza su ensayo destacando que, en el marco de las variables de contexto y junto con las de tipo institucional, adquiere un valor especial la hipótesis según la cual para que las reformas lleguen al aula y se modifiquen las relaciones y los resultados de aprendizaje, la variable clave es el docente, sus métodos, sus actitudes y sus representaciones. Desde esta perspectiva, la nueva agenda coloca en un lugar central las preguntas acerca de quién y cómo se enseña, concluye.

Sin duda, todas estas reflexiones y consideraciones son de gran valor para orientar las necesarias transformaciones que, en el ámbito institucional y personal, demanda un nuevo enfoque educativo capaz de responder a los enormes desafíos que enfrentan la escuela y el aprendizaje en un mundo que, cada vez más, parece más desigual, y en el que el conocimiento y la tecnología avanzan a pasos agigantados, casi a diario.




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