La semana pasada se realizó, en la bella y siempre llena de contrastes Bogotá, el I Congreso Internacional de Tutores y Consejeros de la Educación Superior, en el que se analizaron y discutieron tanto los aspectos más relevantes del sistema tutorial como diversas experiencias en su aplicación. Se reconoció, en primer lugar, que entre los problemas más acuciantes que enfrenta la educación superior en América Latina y que contribuyen al deterioro de su calidad están la deserción, el rezago y el bajo índice de eficiencia terminal. Con el fin de resolver esta problemática se han ensayado diversas estrategias pedagógicas, siendo la tutoría, hasta ahora, una de las más promisorias.
Como modalidad de la docencia universitaria, la tutoría se ha aplicado en los distintos niveles de la enseñanza superior y con propósitos diversos. Así, en el pregrado o licenciatura se lleva a cabo para apoyar a los estudiantes que manifiestan dificultades académicas.
Asimismo, el sistema tutorial es la forma de trabajo fundamental en los sistemas de educación abierta y a distancia.
Por su parte, en el posgrado la tutoría se lleva a cabo como forma primordial de la relación maestro-alumno, en la realización de la investigación que habrá de culminar en la tesis de grado. El ideal en la formación de nuevos investigadores está sustentado en una relación e tipo artesanal en la que un investigador experimentado (el tutor) supervisa en forma puntual los avances del aprendiz, hasta que éste finaliza su tesis (sobre todo en el nivel de doctorado) e inicia su carrera como investigador autónomo.
Sin embargo, la tutoría no es la panacea para remediar los males que aquejan a la enseñanza superior pues, como cualquier método, tiene sus limitaciones y existen dificultades para su pleno establecimiento. Del lado de las primeras, su mayor éxito se presenta cuando el trabajo con los estudiantes es realizado de manera individual o, en su defecto, con grupos pequeños.
Asimismo, funciona mejor en una asignaturas que en otras, particularmente en aquellas en las que se propicia la reflexión y la discusión; y menos en las que requieren un alto grado de abstracción o memorización.
Por otra lado, para su establecimiento es necesaria una organización académica que centre su interés más en el aprendizaje que en la enseñanza, y que no excluya la utilización de los recursos educativos (trabajo en pequeños grupos, bibliotecas y centros de información, laboratorios, uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, etcétera.)
No obstante, tal vez lo más importante para que la tutoría funcione adecuada y eficazmente es el compromiso de los principales actores de la relación pedagógica: los maestros y alumnos. Del lado de los primeros (los tutores en este caso), se necesita asumir la plena responsabilidad por el avance constante de los estudiantes a su cargo. Además de su actualización permanente en los campos disciplinarios y psicopedagógicos, deberán tener la capacidad de identificar los problemas de sus alumnos en distintas esferas (psicológica, pedagógica e incluso familiar) para canalizarlos con los especialistas respectivos. A su vez, el compromiso del estudiante ha de ser el llegar a convertirse en un ser autónomo e independiente mediante la práctica del autodidactismo. También se precisa del compromiso de las instituciones educativas para proporcionar la infraestructura necesaria, lo cual es, con frecuencia, un factor clave para el éxito de la tutoría, entendida como modalidad de la docencia universitaria.
Hasta ahora, las experiencias institucionales –tanto en Colombia como en México- con el método en cuestión muestran resultados alentadores en la reducción de los índices de deserción y reprobación, sobre todo cuando la institución apoya los esfuerzos comprometidos de profesores y otros especialistas (psicólogos, pedagogos y trabajadores sociales, entre otros) que trabajan de manera coordinada en la atención de las necesidades de los alumnos que demandan ayuda constante a lo largo de su trayectoria educativa. Sin embargo, se requiere la realización de investigaciones que permitan mostrar con detalle hasta qué punto el método tutorial es realmente el factor principal en la disminución de la deserción y la reprobación.
PD. Felicidades y un gran reconocimiento a toda la tripulación de CampusMILENIO, en especial al capital del navío, Jorge Medina Viedas, por haberlo conducido hasta el primer gran puerto que es el número 100, y seguir viento en popa.