Decíamos en nuestra colaboración anterior que en años recientes el derecho de los pueblos indígenas a tener acceso a la educación superior h asido plenamente reconocido en varios países latinoamericanos, incluido México. En nuestro país llegar al nivel más alto del sistema educativo es todavía un privilegio, puesto que sólo dos de cada diez jóvenes entre 19 y 23 años asisten a una institución de educación superior.
La proporción anterior, sin embargo, se presenta de manera desigual entre las diversas entidades federativas, dado que en el Distrito Federal, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila los porcentajes son superiores a 30 por ciento del grupo de edad correspondiente, en tanto que en Oaxaca, Guerrero y Chiapas apenas alcanza diez por ciento del mismo indicador.
Aunado a esta situación también observamos una distribución desigual en la calidad, tanto entre las IES públicas como entre éstas y las privadas (y aun en el interior de éstas los niveles son muy heterogéneos).
Peor aún, quienes se hallan en mayor desventaja son los indígenas y los habitantes de las zonas rurales, aunque no existe una cifra exacta de cuántos campesino e indígenas asisten a las IES, se presume que su número es menor a uno por ciento.
De acuerdo con un trabajo reciente de Fernando Reimers, profesor de educación de la Universidad de Harvard, en la actualidad cerca de la mitad de los indígenas que asisten a la escuela primaria representan a la primera generación de sus familias que recibe educación básica.
No obstante todo este adverso panorama, las actuales autoridades educativas consideran esencial que los indígenas accedan a la educación superior.
Se sostiene que ha sido un error de la política educativa de regímenes pasados suponer que la educación debía proceder de forma lineal en su cobertura: la primaria, luego el preescolar, posteriormente la secundaria y así sucesivamente hasta llegar a la universidad. Se argumenta que el escaso número de profesionales e intelectuales indígenas con buena formación ha constituido un obstáculo para el mejoramiento de su educación básica.
En la actual política educativa se realizan tres estrategias para mejorar el acceso de los indígenas al nivel superior de educación. La primera de ellas consiste en aumentar el número de becas del Programa Nacional de Becas de Educación Superior (Pronabes) a los estudiantes indígenas que aspiran a cursar la enseñanza superior. La segunda estrategia procura llevar la educación superior a las zonas con una considerable población indígena a través del establecimiento de Universidades Interculturales, la primera de las cuales fue inaugurada hace unos meses en el Estado de México.
Estas universidades se conciben como espacios privilegiados para el diálogo entre culturas. Estarán abiertas a todos, aunque predominantemente atenderán a los indígenas por los lugares donde se ubiquen. Las universidades en cuestión son consideradas como el mejor lugar para proyectar las culturas indígenas al concierto de las culturas universales.
Es relevante enumerar los principios que orientan a estas nuevas instituciones: su misión radica en la formación de profesionales e intelectuales comprometidos con el desarrollo de sus pueblos y regiones.
Asimismo, la investigación sobre las culturas y lenguas indígenas constituye el eje de la docencia y la extensión. Además, la oferta educativa se desenvuelve a partir de las necesidades y potencialidades de desarrollo de la región. El currículo es flexible y, en virtud de que el mercado de trabajo en las regiones indígenas y rurales es sumamente limitado, la formación se enfoca a las competencias para el autoempleo individual y colectivo.
Otro aspecto muy deseable de la nueva propuesta es que la selección de los alumnos no se rige por criterios académicos, pues se reconoce que la educación previa de los estudiantes indígenas es de calidad muy deficiente. En vez de eso, lo que propone es nivelar a los alumnos durante su primer año en la universidad en diversos aspectos de la lengua materna, español, inglés, matemáticas y computación, entre otros.
En congruencia con los principios señalados, el vínculo con la comunidad o región donde se encuentre la universidad es muy estrecho, tanto desde la construcción del proyecto, hasta las acciones posteriores de difusión y extensión. Se plantea seguir creando estas universidades interculturales hasta el fin del presente sexenio.
La tercera estrategia busca combinar un programa de apoyo económico mediante becas o créditos con una transformación de las IES que reciban a los estudiantes provenientes de las comunidades indígenas.
Entre las transformaciones que se espera generar están la creación de mecanismos que aseguren que dichos estudiantes contarán con el bagaje académico necesario para realizar con éxito los estudios universitarios; que no abandonen los estudios por razones académicas (establecimiento de programas de tutorías); que eviten que los alumnos dejen las aulas por razones económicas, y que sean acogidos por la comunidad de maestros y alumnos respetando y valorando sus diferencias.
Ésta es una de las políticas más interesantes emprendidas hasta ahora por el actual régimen en materia educativa. Estas y otras acciones emprendidas en los ámbitos político y social, corresponden al reconocimiento pleno de una realidad ineludible, pues la presencia de los grupos indígenas en América Latina –y en nuestro país en particular- no forma parte sólo de nuestro ilustre pasado, sino de nuestro presente y con toda seguridad, de nuestro porvenir.