El vínculo entre universidad y desarrollo es de larga data en muchos de los países más industrializados y en unos cuantos de los llamados en desarrollo. Sin embargo, en décadas recientes ha cobrado mayor relevancia entre los pertenecientes a este último grupo de naciones. Hace más de una década, el Banco Mundial publicó el documento Higher education in developing countries: peril and promise (La educación superior en los países en desarrollo: los peligros y las promesas), en el cual un grupo de expertos resaltaba la importancia de que dichos países contaran con un sólido sistema de educación superior para el beneficio de sus respectivas sociedades, para insertarse de manera exitosa en la llamada sociedad del conocimiento.
POTENCIALIDADES DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
En dicho documento se enumeraban los potenciales beneficios de la educación universitaria en los ámbitos económico y social. También cuestionaba duramente la posición que el Banco Mundial había planteado a mediados de la década de los noventa, en la que recomendaba a los países en desarrollo invertir más en educación básica que en superior, en virtud de que aquélla traía consecuencias sociales favorables con menores costos y con mayor rapidez.
En Peril and promise, los autores subrayaban que los países que no atendieran de manera suficiente la educación superior corrían el riesgo de ser marginados de la economía mundial, y su progreso social y político se vería retrasado, además de enfrentar dificultades crecientes para ponerse al día con el resto del mundo.
Entre las aportaciones de la educación superior al desarrollo se destacaba el crecimiento económico —al contribuir al fomento de la productividad laboral—, la energía empresarial y la calidad de vida, así como promover la movilidad social y la participación política, además de fortalecer la sociedad civil y estimular el gobierno democrático.
Un segundo beneficio consistía en la formación de líderes en la política, la economía, la academia y la cultura. Otra de las contribuciones radicaba en el aumento de las oportunidades de elección de las personas, pues al promover la movilidad social se estimularía a quienes tuvieran talento, para que obtuvieran el máximo provecho de él.
Un cuarto beneficio se relacionaba con la disposición de conocimientos especializados de importancia creciente, en virtud de que la educación superior es un requisito para formar científicos, ingenieros y otros profesionales, capaces de inventar, adoptar y operar la tecnología moderna en todos los sectores de la sociedad.
OBSTÁCULOS A SUPERAR
No obstante, se señalaba que esos beneficios no eran automáticos, pues dependían tanto de las características de las instituciones y sistemas de educación superior como de la estructura social, política y económica en la cual se situaran. Advertían que ni siquiera un sistema de educación superior que funcionara en las condiciones más favorables podría lograr por sí solo el desarrollo social y económico de un país.
Enumeraban entonces una serie de obstáculos para el pleno desarrollo de la enseñanza superior en la mayoría de las naciones en desarrollo. El primero de ellos fue una falta de visión, al no valorar suficientemente la importancia social y económica de los sistemas de educación superior y de las instituciones que los conformaban. En tal sentido, se carecía de una óptica compartida de la naturaleza y magnitud de lo que podría aportar la educación superior al desarrollo.
Un segundo obstáculo lo constituía la falta de compromiso político y financiero, ya que con frecuencia las políticas de educación superior se diseñaban y ejecutaban con escasos recursos y en un ambiente político altamente competitivo.
Otro impedimento eran las condiciones iniciales desventajosas, al haber comenzado su expansión y consolidación a partir de una base precaria. Un último obstáculo lo conformaban los trastornos provocados por la globalización, particularmente la fuga de talentos, pues los mejores alumnos y académicos seguían sintiéndose atraídos por los países más ricos y las universidades de mayor prestigio, y la competencia por graduados con alto nivel académico continuaba siendo muy intensa.
SOLUCIONES POSIBLES
Quienes elaboraron el documento sugerían medidas y acciones para enfrentar y superar los obstáculos que impedían el desenvolvimiento de la educación superior. Planteaban, ante todo, contar con una base más amplia, eficiente y diversificada de recursos para lograr una serie de propósitos, entre los que se encontraba el mejoramiento de la infraestructura educacional, que incluía el acceso a computadoras, internet, laboratorios, bibliotecas, salones de clase, instalaciones deportivas y culturales.
El segundo propósito consistía en elaborar, probar y poner en práctica nuevos currícula y programas académicos. El tercero contemplaba contratar, retener, motivar y ofrecer perspectivas de largo plazo a los académicos.
Otro propósito requería aumentar las posibilidades de acceso de la población en desventaja social y económica. Uno más subrayaba la necesidad de suministrar más y mejor educación científica, tanto básica como aplicada.
Finalmente, se consideraba como requisito indispensable mejorar la calidad de la educación media superior para que los estudiantes que ingresan a la universidad vayan mejor preparados.
Cuando se observa el panorama actual de la educación superior en México, puede advertirse que, sin demeritar los avances de los años recientes, las consideraciones y recomendaciones de este documento siguen vigentes y dignas de llevarse a cabo si es que se pretende que este nivel educativo se fortalezca y beneficie de una mejor manera al conjunto de la sociedad mexicana.