A finales de la octava década de este siglo, la universidad estará cumpliendo sus primeros mil años. La Universidad de Bolonia se fundó en 1088 por un grupo de estudiantes provenientes de diversas partes de la Europa medieval, quienes buscaron contratar a profesores que les transmitieran los conocimientos del Derecho y de otras disciplinas. Luego de Bolonia, se comenzaron a crear otras universidades en distintas ciudades europeas y en el transcurso de varios siglos se extendieron a todo el planeta. Algunos estudiosos en la materia consideran que durante todos esos siglos han variado muy poco, tanto en su organización general (facultades, escuelas, institutos y departamentos) como en el modelo educativo imperante (distintas modalidades de exposición, estudio intensivo y exámenes). Aunque también han sido capaces de preservar los principios de libertad académica y la capacidad para otorgar títulos y grados académicos. Sin embargo, en los años recientes los cambios que están ocurriendo en el mundo amenazan con transformar radicalmente las formas tradicionales de la enseñanza y el aprendizaje en los establecimientos universitarios.
Un artículo publicado la semana pasada en The Economist (“The future of universities: the digital degree”, 28/06/2014), describe una serie de cuestionamientos respecto al futuro de las universidades, derivada de los cambios antes mencionados. Si bien éstos son más propios de las instituciones de educación superior universitaria estadounidenses, merece la pena comentarlas porque algunas de ellas ya se han extendido a muchos países, incluido el nuestro. El primer aspecto tiene que ver con las dificultades financieras que algunas universidades norteamericanas (públicas y privadas) están enfrentando ante la reducción de los subsidios y los crecientes costos de las inversiones en tecnología, los salarios del personal académico y la administración. Se estima, incluso que algunas universidades no serán capaces de soportar estas adversidades y pronto se declararán en bancarrota. Un número importante de establecimientos universitarios han tenido que transferir muchos de sus costos a los estudiantes y sus familias. Ello ha provocado mayor endeudamiento en los créditos educativos y una disminución en el crecimiento de quienes ingresan a las instituciones de educación superior.
En otras partes del mundo, la situación es variable: en Asia también han aumentado los costos, sobre todo en las universidades más prestigiosas. En América Latina, el aumento en las instituciones particulares ha sido moderado y en algunos países los subsidios a las universidades públicas se han incrementado pero siguen siendo insuficientes. Esto se manifiesta en los bajos montos del costo por alumno comparados con de los países desarrollados. En Europa los subsidios también son altos y en algunas naciones ha disminuido el número de estudiantes. Los costos de las universidades en la Gran Bretaña también han mostrado un aumento considerable.
El segundo aspecto está relacionado con la creciente difusión de los cursos masivos en línea, también conocidos como MOOCs (Massive Open Online Courses). El contexto internacional muestra que, con pocas excepciones, en la mayor parte de los países la demanda por educación superior ha seguido aumentando, tanto por parte de los estudiantes jóvenes como por la cada vez mayor cantidad de quienes, en edades más adultas, se ven en la necesidad de volver a las aulas para actualizarse o capacitarse. El artículo al que se hace referencia en esta entrega, señala que hay quienes consideran que los MOOCs pronto constituirán una competencia importante para algunos programas universitarios. Lo que más llama la atención es la enorme capacidad que tienen para difundirse a cientos de miles de personas en casi cualquier lugar del mundo y su bajo costo, en comparación con el de las universidades de prestigio en los Estados Unidos, ya sean privadas o públicas. En otra colaboración anterior (Milenio, 8/5/2014) se describieron sus características y algunas de sus implicaciones para el uso y la difusión del conocimiento. Pese a su enorme difusión todavía algunas instituciones de rancia tradición se niegan a adaptarlas y también algunos empleadores e instituciones se muestran reticentes a aceptar la validez de sus certificados. Pero también algunos establecimientos universitarios han comenzado a explorar nuevas formas de combinar los MOOCs y otros cursos a distancia con las clases presenciales.
Sin dejar de lado las limitaciones e insuficiencias de los cursos masivos en línea (uso deficiente de técnicas pedagógicas, mayor atención personalizada a los usuarios, los altos índices de deserción, la posibilidad de sustituir a profesores por educación a distancia de baja calidad, la enorme diferenciación salarial entre los profesores que podría acarrear el que algunas “estrellas” obtuvieran grandes ingresos económicos, entre otros), el artículo de The Economist subraya que además de los aspectos financieros y tecnológicos, en la actualidad las universidades enfrentan un tercer desafío: su responsabilidad de formar y actualizar a un número considerable de empleados y trabajadores que entran y salen del mercado laboral. Las grandes preguntas son si están preparadas para enfrentar tan enorme reto y qué pasará con aquellas que no lo estén.