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Armando Alcántara Santuario

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De la gloria a la ignominia

Campus Milenio Núm 165, pp.8 2006-02-16

Aunque cada vez con menos intensidad, sigue repercutiendo aún en el mundo científico el caso del investigador coreano Hwang Woo-Suk quien primero causó sensación al publicar en la prestigiada revista estadounidense Science, que había logrado extraer una línea de células madre a partir de embriones obtenidos por clonación. Posteriormente, informó haber producido 11 colonias de dichas células. La historia, sin embargo, cambió radicalmente cuando uno de sus coautores empezó a sospechar de los sorprendentes hallazgos, y luego de una revisión exhaustiva del trabajo en cuestión, se concluyó que tales "descubrimientos" eran falsos. La revista antes citada retiró el artículo y se vinieron en cascada las descalificaciones y sanciones contra Woo-Suk, siendo la más reciente una suspensión temporal de sus funciones como profesor e investigador las cuales podrían culminar en su despido de la Universidad Nacional de Seúl, que en los momentos de gloria le había otorgado los más altos reconocimientos académicos.

El caso del científico coreano ahora en desgracia, se asemeja mucho a lo acontecido a aquel sobreviviente del naufragio que narra García Márquez en su Relato de un náufrago. Luego de ser rescatado tras varios días de permanecer a la deriva en el mar, a éste se le rindieron honores y reconocimientos por su valentía y casi se le declara "héroe nacional". El náufrago fue entonces aclamado y honrado en todo el país por gente de los más diversos sectores de la sociedad. Sin embargo, todo dio un giro cuando se descubrió que el barco en el que viajaba el "héroe" se dedicaba al contrabando y en el escándalo acabaron involucrados importantes personajes de la clase política colombiana. En consecuencia, le fueron retirados todos los honores y fue entonces objeto del escarnio y el repudio generalizados.

Pero la desgracia del profesor de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la principal universidad coreana, ilustra también aspectos de la ética científica que en la actualidad son de la mayor importancia. Por un lado, ha mostrado que en ocasiones, es posible pasar los rigurosos filtros de las publicaciones científicas de prestigio, y por el otro, es una señal alarmante de que la ambición y la búsqueda a toda costa del reconocimiento y la gloria del mundo científico, pueden llevar a los individuos a utilizar recursos ilícitos en su afán por destacar en un medio que a veces parece tener como fin último los premios y reconocimientos de los colegas del propio país y del extranjero. También podría tratarse de un caso en que la presión de las instituciones para que sus académicos mejoren su productividad y presencia en el mundo, haya provocado el tener que recurrir a cualquier medio para alcanzar los altos estándares de la investigación de punta. Ya desde fines de los 80 y principios de los 90, la mirada antropológica de Bruno Latour había dado cuenta de lo que ocurría dentro de los laboratorios de investigación y la competencia entre los grupos de científicos por ser los primeros en publicar o dar a conocer los descubrimientos en los circuitos internacionales de producción y difusión del conocimiento. Dado que desde los últimos 50 años el proceso de desarrollo científico y tecnológico parece no tener fin y avanzar a un ritmo cada vez más vertiginoso, la competencia se vuelve implacable. Pero en el mundo globalizado de hoy, no todos los hombres y mujeres de ciencia tienen las mismas oportunidades de destacar. Hay que decir a este respecto, que los recursos materiales y humanos se hallan desigualmente distribuidos en el mundo, pues existen sólo unos cuantos polos, ubicados en países altamente desarrollados (EU, Gran Bretaña, Francia, Australia, Alemania, entre otros). De modo que, casi como sucede en el terreno económico, con pocas excepciones, los países de menor desarrollo aparecen en lugares secundarios en la producción de conocimientos científicos y tecnológicos. Países como Brasil, India, Sudáfrica, Corea y China son algunos de los llamados emergentes que han hecho aportaciones muy significativas en ciertos campos de la investigación.

Los incidentes ocurridos en el caso de Hwang Woo-Suk refuerzan la convicción que la ciencia y sus implicaciones son tan importantes que la sociedad requiere estar informada y alerta respecto de las consecuencias de las acciones de quienes producen el conocimiento. Si bien la falsedad de los "descubrimientos" del profesor coreano fueron puestos en evidencia gracias al juicio de sus pares científicos, es imprescindible que el ciudadano común esté permanentemente informado de los avatares de las actividades científicas y tecnológicas que nos siguen sorprendiendo con sus alcancess, pero que, de ningún modo están exentas de errores, falacias y comportamientos indeseables. Seguirá siendo necesario apelar al sentido de responsabilidad de los investigadores de los más distintos campos del saber y a que las instituciones sigan mejorando los canales de información y difusión para que la transparencia y la rendición de cuentas sean realidad también en este terreno.




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