En un país como México, el acceso a la educación superior es todavía un privilegio, pues sólo uno de cada cuatro jóvenes entre los 19 y 23 años asiste a una institución de ese nivel. La cifra anterior no resulta extraña en una nación donde se reconoce que hay más de 30 millones de personas cerca de un tercio de la población total que no concluyeron o nunca cursaron la primaria o la secundaria. Esa misma cantidad también se aproxima al número total de alumnos inscritos en el ciclo escolar 2006-2007 (37 millones 300 mil).
Dentro del sistema educativo los niveles de calidad continúan siendo muy bajos, a pesar de las políticas gubernamentales emprendidas desde hace más de un cuarto de siglo. Persisten los altos índices de reprobación y deserción, así como los bajos niveles de aprovechamiento. Además, la formación escolar ha sido incapaz de desarrollar habilidades que permitan a los estudiantes resolver problemas de manera creativa y eficaz, y estar preparados para hacer frente a los retos de la realidad actual.
En casi todos los niveles, la formación inicial y la actualización de los maestros en servicio también presentan un panorama lamentable. En un contexto nacional en el que priva la inequidad y la injusticia social, la calidad educativa también se distribuye desigualmente, pues las peores condiciones educativas caracterizan a las poblaciones más pobres y apartadas de los centros urbanos.
Las cifras y circunstancias anteriores marcan el tamaño del rezago y los tremendos desafíos que encara el sistema educativo nacional, cuando se reconoce que la educación en general, y la superior en particular, siguen siendo instrumentos valiosos para que los habitantes de este país puedan aspirar a un mayor bienestar y que México alcance mayores niveles de desarrollo económico y social.
Este panorama tan desalentador también interpela fuertemente a las instituciones encargadas del estudio sistemático de los fenómenos educativos. No necesariamente para que den soluciones a problemas de larga data cuyo origen y solución no siempre está en el sistema educativo mismo, sino en las condiciones de inequidad social que persisten desde hace décadas en la sociedad mexicana, sino para que los analicen con rigor y pertinencia.
Es el caso del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE), y del Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del Cinvestav, constituyen los dos centros más importantes y reconocidos en materia de investigación educativa (IE) del país.
Es sabido que la IE es una actividad relativamente reciente en México, pues su institucionalización se remonta apenas a los años sesenta, con la creación del Centro de Estudios Educativos (CEE). La fundación en años posteriores de varias instituciones, dependencias y asociaciones especializadas, le han dado mayor fortaleza, consolidación y proyección. Se han identificado y sistematizado varios campos temáticos, lo que ha permitido unir esfuerzos para investigar con mayor rigor y profundidad los problemas más relevantes y de urgente resolución.
El IISUE es una entidad adscrita a la Coordinación de Humanidades de la UNAM, y apenas en septiembre de 2006 le fue conferido por el Consejo Universitario el rango de instituto. Su antecedente por 30 años fue el Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU). En su nueva denominación, el IISUE señala de manera explícita su propósito de atender no solamente el nivel superior, sino los demás del sistema educativo.
Para la realización de su cometido institucional, cuenta con una planta académica de 60 investigadores de tiempo completo y 38 técnicos académicos especializados en diversos procesos de la actividad archivística, editorial e informática. Los investigadores cuentan con una formación muy diversa: sociología, pedagogía, historia, psicología, administración pública, filosofía, comunicación, entre otras. Esta característica hace que lo educativo sea estudiado desde miradas y dimensiones múltiples. Además, un número tan elevado de especialistas es muy raro de encontrar en el mundo académico. Esto le da al cuerpo de investigadores del IISUE un potencial enorme, pero también lo dota de altas responsabilidades.
Como muchas instituciones, el IISUE tiene sus claroscuros. Por el lado de los logros y reconocimientos, cuenta con destacados investigadores que han sido distinguidos con los más altos premios institucionales, nacionales y con varios internacionales, incluyendo doctorados honoris causa y galardones de organismos internacionales como la UNESCO. Poco más de la mitad pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), aunque la mayoría está en el nivel I. Asimismo, constantemente son invitados a impartir conferencias, cursos y realizar estancias en universidades mexicanas y del extranjero. Algunos también han sido asesores de la SEP y de la ANUIES, miembros de consejos editoriales de publicaciones diversas y de comités especializados en organismos públicos especializados. Fungen, además, como profesores de varias licenciaturas y posgrados. Dirigen tesis en esos niveles y actúan como sinodales en exámenes profesionales y de grado. Dictaminan artículos, libros y proyectos, y participan en diversos órganos colegiados (comisiones dictaminadoras, consejos técnicos y universitarios).
El IISUE también cuenta con una importante producción editorial que promedia un poco más de 20 libros anuales y desde hace casi 30 años edita Perfiles educativos, incluida en el Padrón de Revistas del Conacyt. Varias obras de sus investigadores son referentes imprescindibles para el estudio de diversos temas del campo educativo. Posee un flamante edificio de cinco pisos ubicado en el Centro Cultural Universitario y alberga una de las más importantes colecciones bibliográficas y hemerográficas sobre educación del país y de América Latina. Además, tiene a su cargo el Archivo Histórico de la UNAM, creado en 1964, para resguardar, ordenar y difundir los fondos documentales y gráficos que constituyen la memoria institucional.
Del lado de las carencias y limitaciones, las cuales los optimistas de la planeación consideran como áreas de oportunidad, destacan varios aspectos que han sido identificados en un diagnóstico reciente. El primero es que pese a tener a todos sus investigadores en activo, hay todavía algunos que no han obtenido el grado de doctor. Asimismo, poco menos de la mitad aún no pertenece al SNI.
También ha faltado reaccionar de manera más rápida y propositiva a los problemas de la educación y la universidad. En otras palabras, ha sido inadecuada la relación entre el quehacer académico y la realidad educativa. Asimismo, existe una considerable dispersión y fragmentación de los más de 130 proyectos de investigación que actualmente se realizan. La mayor parte de ellos contempla un horizonte temporal limitado y su financiamiento se restringe a las fuentes institucionales. Asimismo, pese a que casi todos los investigadores participan como docentes en diversos programas de posgrado, no ha sido posible generalizar el modelo de tutoría en el cual los estudiantes de ese nivel participen en los proyectos de investigación de sus tutores.
Si bien el IISUE participa en el programa de posgrado en Pedagogía de la UNAM, hace falta plantear una propuesta docente propia, la cual pueda cuajar en programas bien estructurados y de larga permanencia como los diplomados y la educación continua.
A pesar de que cada vez es mayor el número de investigadores que participa en redes de investigación y proyectos colectivos, estos últimos no están plenamente consolidados. Sigue prevaleciendo una postura individualista, motivada probablemente por los programas institucionales de estímulos a la productividad y por la pertenencia al Sistema Nacional de Investigadores.
De este modo, los desafíos para el IISUE en el futuro mediato son mantener e, incluso, superar el nivel de calidad e impacto de la investigación, la docencia y los diversos productos de esas actividades. Otro es cómo traducir, trasladar y materializar los resultados de la investigación en acciones y políticas gubernamentales. Asimismo, desarrollar modelos de tutoría y docencia en los cuales puedan formarse nuevos investigadores. En pocas palabras, incidir en la problemática de la educación superior y los demás niveles educativos, potenciando sus fortalezas y atendiendo a sus puntos débiles.