Uno de los factores que más ha contribuido al crecimiento de los estudios de posgrado y la investigación científica y humanística en México, ha sido sin duda el apoyo económico que en forma de becas, se ha concedido a los estudiantes de especialidad, maestría y doctorado para cursar sus estudios en México o en el exterior. Cuando el posgrado era todavía muy incipiente, el otorgamiento de becas a quienes realizaron sus estudios en el extranjero, permitió al país contar con profesores e investigadores del más alto nivel. A su regreso, ellas y ellos fueron firmes pilares para el desarrollo de importantes líneas de investigación y la formación de muchos grupos de estudiantes en los temas más importantes de los diversos campos disciplinarios.
Durante las últimas décadas, el programa de becas de posgrado del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) ha favorecido el que un número importante de estudiantes pueda dedicarse de tiempo completo a cursar sus programas académicos y poder obtener así, sus respectivos grados en los tiempos señalados por dichos programas. Todo esto ha representado un beneficio para las universidades y demás instituciones de educación superior de todo el país, al poder contar éstas con un mayor número de maestros y doctores que puedan incorporarse a sus plantas docentes. Pero también otros sectores de la sociedad y la economía han resultado favorecidos al tener un personal de alto nivel para resolver los diversos y cada vez más complejos problemas que plantean, tanto el desarrollo actual del conocimiento disciplinario, como la realidad social.
Si bien el número de personas con grados de maestría, y sobre todo de doctorado, es aún muy reducido frente a la población con estudios superiores, y más aún dentro del contexto educativo mexicano en general, su número sería todavía menor de no haberse contado con este apoyo durante los últimos cuarenta años.
Pues bien, este panorama promisorio pero todavía insatisfactorio del posgrado en el país, se está viendo amenazado por los últimos acontecimientos, en los que se anuncia que el Conacyt pretende disminuir el monto de las becas para dos categorías del Padrón Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC): las llamadas “en desarrollo” y “de reciente creación”. Este decremento representaría casi el 50 por ciento en comparación con la cantidad que se otorga hoy en día a los estudiantes que cursan estos programas. A cambio de ello, se incrementarían los montos de las llamadas “de competencia internacional”—cuyo número es el más reducido del PNPC—, y se mantendrían como hasta ahora las consideradas como “consolidadas”. Por si esto no fuera suficiente, el Conacyt ha propuesto que las universidades financien parte de las becas de aquellos programas que se hallan en la categoría de “en desarrollo”.
La prensa nacional ha reportado en estas últimas semanas que, tanto los rectores de las universidades y demás instituciones de enseñanza superior agrupadas en la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), como la presidenta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), han rechazado rotundamente ambas propuestas. Como es fácil advertir, si tales proposiciones prosperaran, se estaría dando un tremendo golpe a la formación de un sector de estudiantes que pueden contribuir significativamente con su talento a mejorar la calidad de la educación superior (y también de los niveles anteriores a ésta), así como a desarrollar la investigación científica, tecnológica y humanística, al igual que a resolver los enormes problemas que aquejan al país en la actualidad. Ante el argumento del organismo que llama a las universidades públicas a “corresponsabilizarse” en el subsidio a las becas, se ha respondido que los establecimientos universitarios ya lo hacen, pues sus profesores e investigadores se encargan de dirigir las tesis, además de atender y formar a los estudiantes.
Peor aún, la propuesta del Conacyt se está planteando en un contexto en el que el gobierno federal acaba de recortar el presupuesto para la educación superior de 2009 y ha formulado un presupuesto para el próximo año con mayores reducciones.
No se puede dejar de reconocer que la economía del país está pasando—una vez más—por una de las más graves crisis de que se tenga memoria, pero sacrificar la formación de personas del más alto nivel académico con las medidas propuestas por el organismo que tiene como misión principal el fomento al desarrollo de la ciencia y la tecnología, resultará a la larga, completamente contraproducente.