Quien conoce, aunque sea mínimamente, la educación superior latinoamericana sabe que la Universidad de Sao Paulo es una de las principales instituciones de la región. Así lo muestran también con frecuencia las clasificaciones o rankings internacionales. Junto con la UNAM, la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad de Campinas, constituye el grupo de las universidades públicas de mayor prestigio en América Latina. A diferencia de la UNAM y la UBA, que podrían considerarse como universidades federales y nacionales, la USP ("uspi", según la pronunciación brasileña), es una institución estatal. Al lado de la Universidad de Campinas, que también es estatal y ubicada en el mismo estado, dicha universidad es la generadora de la mayor parte de la investigación en Brasil.
En respuesta a la percepción social que la considera como una institución "elitista" y al reclamo generalizado por un aumento de alumnos provenientes de escuelas públicas, pobres, negros e indígenas en las universidades públicas del país, la USP comenzó en 2000 sus acciones de inclusión social. Entre ellas, la exención del pago de inscripción (que, dicho sea de paso, no es muy alto) y, más importante, una especie de "bono" que representa el tres por ciento de la calificación en el examen de admisión ("vestibular", como se le conoce popularmente). Sin embargo, los egresados de las escuelas de enseñanza media, han ido en aumento. Según informa la edición dominical (26/11/2006) de la Folha de Sao Paulo, casi el 58 por ciento de los poco más de 142 mil candidatos a ingresar a la USP, pertenece a la red de escuelas privadas. Se registró un aumento con respecto al año anterior, cuando fue del 50.8 por ciento.
La selección será bastante rigurosa, pues sólo serán admitidos 10,482 solicitantes, es decir, apenas el 7.3 por ciento de ellos. Otra característica interesante de quienes presentan el examen de admisión este año -y que ha venido ocurriendo desde 2000- es que son jóvenes que no trabajan y que hicieron su enseñanza media superior en el turno matutino. Para uno de los vice-rectores de la USP, el perfil de los aspirantes no es el esperado, pues había la expectativa de atraer un mayor número de estudiantes de las escuelas públicas. Aun cuando se requieren estudios precisos para determinar las causas de esta situación, una de las explicaciones que plantea el funcionario es la influencia de un programa lanzado por el gobierno federal durante el primer periodo de gobierno del Presidente Lula, conocido como el PROUNI, que concede becas a los alumnos de bajos ingresos familiares y egresados de escuelas públicas, a fin de que puedan asistir a una universidad particular. Otro argumento, dado por los movimientos sociales, es que la disminución observada demuestra la insuficiencia de las políticas públicas de inclusión. Hay quienes consideran, incluso, que para algunos estudiantes pobres, el "bono" de la USP mencionado anteriormente, es una especie de "limosna", que poco puede hacer para cambiar la realidad educativa y social del país. Otros más llegan a señalar que la demanda de la escuela pública llegó a su límite.
Sin embargo, hay un argumento, mencionado por un alto funcionario de la Universidad Federal de Universidad de Sao Paulo, que resulta inquietante y vale la pena destacar. Según esto, muchos de los alumnos provenientes de las escuelas públicas consideran difícil mantenerse en la universidad, aún cuando no tengan que pagar ningún tipo de mensualidad y que el ingreso a la institución sea facilitado. En este sentido, no sólo sería importante ingresar a la universidad, sino mantenerse en ella hasta el término de la carrera elegida. Cabe preguntarse si en este tipo de situaciones, se estaría frente a una especie de cálculo que anticipa que el "costo de oportunidad" es demasiado alto y no vale la pena ni siquiera intentarlo. O también podría argumentarse que el peso del llamado "capital cultural" permite explicar el éxito o fracaso en la educación superior. En cualquier caso, es necesario continuar discutiendo y estudiando a fondo estas situaciones para encontrar los factores implicados. Ello, sin duda, aportaría elementos sustantivos para mejorar la efectividad de las políticas de inclusión que muchas instituciones de educación superior están empeñadas en llevar a buen fin. No está por demás recordar que lo aquí descrito ocurre en muchos países del mundo, incluido nuestro país. Durante la huelga de la UNAM de 1999, este fue uno de los argumentos esgrimidos por muchos de los jóvenes que se sentían excluidos de las oportunidades educativas y sociales.