Mal empieza la semana para el que ahorcan el lunes, y peor inicia el año para la Secretaría de Educación Pública si no sabe hacer las cuentas en educación superior. El dilema se puede enviar a los autores de PISA para que pidan a los alumnos esclarecer la lógica (¿?) que subyace a los siguientes datos.
Uno: al terminar el sexenio anterior, la SEP informó que en el ciclo 2006‐2007, su fecha inicial, había 2.5 millones estudiantes en las Instituciones del país, y al terminar su administración, la cifra fue de 3.5. Un millón más no es poca cosa: cantidad semejante se logró, antes, entre 1950 y 1982. Para tener una idea más clara, si se divide ese millón adicional de estudiantes entre los seis años del sexenio, se incorporaron 167 mil alumnos más, en números redondos y en promedio, cada año. Al dividir a los estudiantes adicionales por año entre los 365 días en que nuestro planeta da una vuelta completa al sol, 457 personas, cada día y en promedio, ingresaron a la educación superior. La dependencia declaró que, entonces, se pasó del equivalente a 25.9% del grupo de la población situado entre los 19 y 23 años, al 35%, tomando en cuenta las modalidades escolarizadas y no escolarizadas. La escolar y sin posgrado, nada más, consigue arribar al 30%. Así terminó el sexenio que precede al actual. Cifras oficiales.
Dos: cuando el señor licenciado Chuayffet Chemor, hace unas semanas, “aceptó” la renuncia del doctor Serrano Migallón como subsecretario de educación superior, para que dedicara su tiempo a organizar, como presidente, la Comisión Organizadora que organizará el Instituto Alfonso Reyes, cuyas funciones serán la organización de la enseñanza del español de México en varias ciudades del extranjero, además de agradecer su trabajo, ensalzó sus logros: cuando tomó tal responsabilidad, dijo, la educación superior tenía una cobertura del 28.6%, y en dos años la llevó al 34%, pues estaban inscritos en ella, al momento de su dimisión, 3.7 millones de individuos.
Tres: explique la lógica que subyace al hecho que la SEP de Calderón dice que entregó el despacho con una cobertura de 3 millones 500 mil almas, equivalente a 35% de los integrantes de la población entre los 19 y 23 años, y la SEP de Peña, al despedir a Serrano, anuncia que cuando la primera dijo 35% en realidad se cubría al 28.6%, y que con 3 millones 700 mil registros en la matrícula (200 mil adicionales) se alcanzó menos cobertura: ¡34%! Dejemos al sustentante quebrándose la cabeza con este reactivo. Suerte.
¿Dónde quedó la transparencia, una rendición de cuentas que, en su caso, exponga los diferentes modos de hacer cálculos? Porque si son más en números absolutos, y no pocos, pero menos en los porcentajes, hay algo que hace chiras, o al menos si Pitágoras no era un merenguero, se antoja imposible.
De ser cierto el incremento en el par de años pasados y, a su vez, correcto el dato del final del periodo de Calderón, tendríamos ya el equivalente a 37% del grupo de edad normativo en la educación superior, a sólo 3 puntos de la meta, que es 40%. Si lo preciso es la proporción de cobertura que legó Serrano al país, faltan 6 puntos: el doble. ¿Dónde estamos? Misterio…
Puede ser que esto se deba al ajuste de los compatriotas entre 19 y 23 años derivado del censo de 2010. Quizá no, y el entuerto derive del uso como matrícula en el cálculo actual, sin decirlo, de la suma de escolarizada, no escolarizada, el posgrado y anexos y diversos en la República mexicana y cercanías. No lo sabemos. En la oscuridad de las cifras y su manejo, insisto, reside la fuente de la demagogia y el surtidor de mentiras completas o verdades a medias que, para el caso, es lo mismo. Mal empieza el año: urge un curso de aritmética elemental en la SEP o, tal vez, de honradez y claridad al informar. ¿Ambos? Sí: de una buena vez…