Un costal de preguntas me acompaña hace semanas. Cosido a la espalda. Apesadumbra. No alcanzo a ver: la premura y el sigilo atropellan. Van a legislar asuntos cruciales para la educación mexicana en el pequeño espacio que separa al 21 del 23 de agosto. ¿Llamarán extraordinario al periodo de trabajo del Congreso porque en 72 horas tiene que hacer algo que, de ordinario, sería un despropósito? Comparto tres con usted.
El 8 de agosto, el secretario de Educación, en la Facultad de Derecho de la UNAM, obsequió una conferencia. No sé si la reforma educativa es de vanguardia al inscribirse en la modalidad de “constitucionalización del derecho administrativo”. Los expertos sabrán ayudarnos a entender el significado de esa frase de Chuayffet. Lo que cala es su afirmación ya ritornelo: la reforma es necesaria para que la SEP recupere la rectoría en la materia “después de haber sido asaltada por los poderes fácticos”. ¿La SEP estaba haciendo su trabajo muy bien cuando, con alevosía y ventaja, fue atracada por los poderes fácticos? ¡Textos arriba! ¡Todos al suelo del aula! ¡Esto es un asalto! La teoría del robo de la autoridad a los gobiernos, durante medio siglo, no se sostiene. A menos que esas administraciones, que no gobiernos, fueran también poderes de hecho que junto con otros de su ralea pactaron subordinar el proyecto educativo a intereses diversos. ¿No es la burocracia de la SEP un aparato de poder que vela por sí mismo? Llamar así al sindicato es ya lugar común, pero los partidos que han ocupado el poder federal o los estatales, ¿no merecen tal denominación? Me parece que juntos asaltaron al país, atracaron al futuro, golpearon toneladas de talento. ¿Será?
¿Se puede o vale legislar ya no al vapor, sino a la trompa talega? La Comisión Permanente convoca al Congreso de la Unión a celebrar sesiones extraordinarias. En tres días, ambas cámaras van a mejorar las normas para la transparencia; regular la disciplina financiera de estados y municipios; hacer adiciones a fracciones tanto del artículo 116 como del 73; discutir y aprobar las reformas a la Ley General de Educación; lo mismo con la Ley del (autónomo) Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y formular la Ley General del Servicio Profesional Docente. Los senadores, además: nombrarán comisionados al Instituto Federal de Comunicaciones y a los integrantes de la Comisión Federal de Competencia Económica, así como reformar su régimen interior, más lo que se ofrezca en los ratos libres… ¿Dará tiempo para comprender la importancia del INEE? Al revisar el proyecto se da por sentado que ya habrá nueva Ley General educativa y estará aprobado el Servicio Profesional para el magisterio. ¿Los diputados y senadores leen los proyectos? ¿Les mandan línea sus coordinadores, los que a su vez ya se dieron rumbo no en el ámbito del Congreso, sino en el espacio del Pacto? ¿Tendrán tiempo las comisiones, por ejemplo la de educación, para armonizar tres leyes cuando recibieron los proyectos de parte del Presidente el día 14 de agosto? Quién sabe: tal vez el que peca de ingenuo es el de la voz que, hasta el sol de hoy, piensa que los congresos deliberan, hablan, discuten de tal manera que los que nos representan comprenden lo que votan… En una de esas, todo está “planchado”. Lo único arrugado es el ceño de quien no entiende si son, en verdad, un poder independiente del Ejecutivo, ni el papel de los políticos de traje y cara gris, impresentables, asiduos sonrientes de fondas de lujo.
¿Entendemos la realidad educativa del país? 7.3 millones de niños, localizados en las 63 mil zonas más pobres en nuestra tierra, son atendidos por instructores comunitarios del Consejo Nacional para el Fomento Educativo (Conafe): reciben mil 800 pesos al mes. No son propiamente maestros —aunque muchos son ejemplo de empeño y dedicación— sino estudiantes de bachillerato que reciben esos pesos como apoyo para seguir estudiando mientras atienden a los más necesitados en nuestra tierra. ¿Tiene vergüenza un país que a los urgidos de educación de calidad no les asigna profesores plenamente preparados?
Fardo de dudas. Surtidor de preguntas. Alforja atribulada. Mala espina. No traigo más…