Las cuentas de la página oficial de la SEP reportan que de 2006 a la fecha se han aplicado alrededor de 84 millones de pruebas ENLACE (Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares) en la educación básica mexicana. Cifra enorme. El tema de la evaluación se ha discutido desde muchas perspectivas. Un comentario coyuntural se impone: el “ya estuvo bueno” que, vaya paradoja, con un día de diferencia dijeron el presidente Calderón y la presidenta Gordillo (del SNTE) en relación a que no era posible tolerar que se cerraran escuelas con el argumento de evitar la evaluación, ni usar (¿más?) para fines políticos a la educación —falsa “convicción” de ambos: lo han hecho, sin reparo, a cambio de beneficios mutuos— es un insulto a la inteligencia y la ética.
Importa analizar a ENLACE por su forma, contenido y consecuencias. ¿Cuál es el saldo de tanto ENLACE? ¿A qué desenlace ha conducido? ¿Hay algo más que multimillonaria inversión, fatiga de los niños y creatividad para simular resultados? Muchas pruebas, ¿nos hacen saber cómo estamos en esa materia?
Lo responden los alumnos inscritos desde tercero de primaria hasta el último de secundaria. Se ubica a los estudiantes en cuatro niveles: conocimientos insuficientes, elementales, buenos o excelentes. Aceptemos, sin conceder, que ENLACE midiera lo que pretende medir. Datos 2006: en las primarias públicas y privadas del país, 79 de cada 100 evaluados se ubicaron en el nivel insuficiente o elemental en cuanto a la capacidad de lectura que les correspondía según el grado que cursaban; seis años después, en 2011, en el mismo rango se halló al 60%. Hay avance: 19 puntos porcentuales menos. Siguen siendo más de la mitad de los niños de primaria mexicana a los que ENLACE ubica en cuotas de logro esperado inadecuados y la diversidad de resultados según el tipo de escuela y contexto socioeconómico muestra la brutal desigualdad en que vivimos. Hace un año, en ese nivel estaban 89% de los atendidos por el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe); 84% de los que asistían a escuelas indígenas; 61 de cada 100 en las escuelas primarias generales públicas —donde se concentra más de 85% de la matrícula total— y sólo 31% de los que van a una escuela particular, sector que atiende a 9% del total de alumnos. La otra cara: de cada 100 niñas y niños, en el nivel de excelencia, ENLACE clasifica a uno en Conafe, tres en indígenas, ocho en públicas generales y en las particulares a 25. Avance en lo general, se diría, y la constante de dotar de peores escuelas a los más necesitados.
Sin embargo, no hay certidumbre sobre la bondad de la prueba: el primer saldo es que un instrumento de evaluación que no ha sido evaluado, por más que se aplique a diestra y siniestra no es por ello confiable: ¿mide memoria, repetición de lo machacado, saber hacer operaciones aunque no se entienda para qué? Ése es el caso a juicio de los expertos. Segundo: hacer la evaluación cada año y a todos no es buen camino: satura. ¿A qué se ha enlazado? ¿Al conocimiento o a una técnica de estímulo y respuesta? Tercer corte de caja: ENLACE daría información diagnóstica. Se intentaba una evaluación distinta a la del o la profesora, independiente y, por estandarizada, comparable. ¿Ha sido así? No. Se le “enlazó”, por un lado, al dinero que reciben los profesores, adicional al salario, y se convirtió en un instrumento para premiar al docente, de tal manera que para el profesor ENLACE es el fin, el propósito de la enseñanza, no un medio para averiguar si está aprendiendo el estudiante. Por el otro, al “prestigio” de las escuelas y, para acabarla de amolar, a la propaganda del Ejecutivo: hay evaluación, y mucha.
El desenlace de ENLACE es paupérrimo. La educación reducida a resultados de exámenes no examinados vació el proyecto educativo. Urge desenlazar a la evaluación para poder evaluar en serio lo complejo. Es necesario cortar el lazo entre examinar para dar dinero, prestigio y blasones políticos huecos. La evaluación en que todos insisten se basa en que “lo que no se evalúa no se puede mejorar”; esto es cierto si se evalúa bien. De no ser así, lo que se evalúa mal, seguro empeorará. Va mi quincena en prenda.