Sólo con una cuota no menor de ignorancia sobre el país en que se vive y trabaja, a la que se añada poco respeto por la coherencia lógica, es posible enunciar, sin rubor, el siguiente “argumento”.
“¿Cómo vamos a tener maestros competentes, cuando tenemos padres de familia insensibles en muchos casos respecto a la importancia radical que tienen?… Les pedimos que nos ayuden, que se metan a la escuela, que se metan a la acción educativa de sus hijos”
Lo que preocupa es que el que afirmó tal cosa es el secretario de Educación Pública ¿En realidad los padres, para rematar la parodia del poema de Sor Juana, no saben que son “la ocasión de lo mismo que juzgáis?” ¿Son la causa, o un elemento crucial que explica la falta de buenos maestros? No es sostenible si se analiza lo expresado por el maestro Lujambio.
¿Qué tiene que ve la competencia de los maestros – derivada de su formación inicial, experiencia, evaluación y formación continua que les ayude a mejorar, entre otros factores – con la atribuida “insensibilidad” de muchos padres de familia con respecto a la importancia radical que tienen (supongo que en la educación de sus hijos)? Es ahí donde la lógica rechina, y no de limpio, sino por falta de relación significativa entre los sujetos de los que habla: Los maestros, de cuya habilitación en buena medida debería encargarse la SEP federal y las estatales, son o no competentes con independencia de la sensibilidad paterna. Los profesores de lógica de cualquier prepa nos enseñaron que lo expresado es una falacia, incurre en el non sequitur, expresión latina que indica que la conclusión no se deduce (no se sigue, que es lo que significa en español) de las premisas. ¿Se deduce, sigue o infiere la falta de competencia de los maestros del hecho, no probado, de padres de familia insensibles de su radical importancia? No. En Cuba, con gracia caribeña en casos como este, se aplica un dicho: ¿qué tiene que ver el culo con la llovizna?
El secretario pide a los progenitores “que nos ayuden, que se metan a la escuela, que se metan a la acción educativa de sus hijos”. Se han invertido los términos: En materia de educación escolar; insisto: Escolar. Los que han de realizar bien su trabajo y con calidad son los profesores. Por otro lado, ¿desde dónde se afirma y con qué sustento que los padres han de “meterse” a la acción educativa de sus hijos? Quién sabe, pero sí se sigue de esa consideración que están afuera. Muchos estudios han mostrado que el impulso a la asistencia a la escuela, como esperanza de futuro, persiste en el país y con fuerza. Los padres de familia están inmiscuidos en la educación de sus hijos, pero no se les puede pedir, al menos que se piense que todos los padres de familia en México tuvieron educación avanzada, que ayuden a sus vástagos en el aprendizaje de fracciones, cálculo o comprensión de lectura. Ese no es el país donde vivimos, sino el que tiene a 35 millones de mayores de 15 años que no terminaron la escuela básica. Para todo fin práctico, ese tercio de la población, muchos ya padres de familia, no tienen la capacidad de ser asesores en matemáticas de sus hijos, ni anotadores de la velocidad de la lectura y su nivel de comprensión. Por eso “meten” a sus hijos a la escuela, y ellos no se “meten” a la escuela porque tienen que ir a trabajar. Confían en una Institución en la que ha de aprenderse como consecuencia de la interacción de sus hijos con los profesores, los libros, el ambiente del aula y de sus compañeros… Y consideran que hay una autoridad que tiene como obligación otorgar licencia docente a profesores que sean competentes. Incluso, cuando se les pide, con frecuencia, que “colaboren voluntariamente” para arreglar los baños o cambiar el pizarrón, lo hacen, apretándose el cinturón, A pesar de no ser adecuado que se les exija tanto, el hecho de darlo, ¿no cuenta?
Suponer que la incompetencia de los profesores se debe a la insensibilidad de los padres, al desinterés por la educación de sus hijos y el pertinaz error de “no meterse” en la escuela revela la ya mencionada falacia lógica, pero además un desconocimiento de las condiciones laborales y formativas de la mayoría de los padres de familia (incluyo en esta expresión a las madres): Corren y no van a las asambleas de los fallidos Consejos de Participación Social porque no tienen tiempo. Trabajan. Sería bueno que en la SEP se enterasen que en los negocios y fábricas, si se llega tarde, se descuenta el día, pues en el mundo real así ocurre, mientras que en el mundo creado por la SEP y el SNTE la impuntualidad es norma y conquista laboral. Es parte de la impunidad pactada entre la autoridad y el sindicato. Y no es que no quieran “entrarle” a la educación (escolar) de sus hijos, como asesores vespertinos. En caso de estar en casa, su nivel formativo – en la inmensa mayoría de los casos – no alcanza para hacer tal función, por más que lo intenten.
No los “meten a la escuela y ya”; no los “avientan en la puerta” como se afirma: Los llevan a una Institución del estado mexicano encargada de brindarles una educación de calidad promovida por maestros competentes. En eso confían. De que, en efecto, los profesores tengan las competencias para tal objetivo ha de hacerse cargo la SEP y sus hermanas estatales. Es su responsabilidad. Si se arroja la piedra a la cara a los progenitores, además del falaz argumento, se muestra, de manera diáfana, la incompetencia de la autoridad.