El maestro Lujambio dijo, el 29 de septiembre, que “en la democracia se necesita de hombres y mujeres de palabra, que saben hablar y escuchar, pero también cumplir la palabra empeñada”. El valor de la palabra para el secretario de Educación tiene dos componentes. Por un lado, la capacidad de hablar junto a la virtud de escuchar y, por el otro, el compromiso de cumplir con lo que se ha comprometido quien habla. Lleva mucha razón.
La democracia es un régimen que reclama la argumentación, intercambiar ideas y razones, debatir. Aunque a veces sea ríspido, es mucho mejor que acatar las órdenes de quien manda por el hecho de tener el poder. Esta característica fortalece, y mucho, a la rendición de cuentas, pues no sólo los contendientes políticos, sino cualquier ciudadano, una vez empeñada la palabra por la autoridad, está en condiciones de revisar si se cumple con lo dicho e, incluso, si con responsabilidad se expresan las razones por las cuáles no se logró determinado objetivo.
Resulta incoherente que el titular de la Secretaría de Educación no se haga cargo de la palabra empeñada por la administración a la que sirve y que procure aparentar que sí cumplió con lo dicho, aunque para ello tenga que torcer las cifras y apostar al olvido de los ciudadanos. Hay que reivindicar la memoria. Es, también, un elemento básico del debate informado.
Al iniciar la actual gerencia sexenal, el Presidente había hecho el compromiso de elevar la Tasa de Cobertura en Educación Superior al menos a 30%. Vázquez Mota, cuando ocupó el despacho de Vasconcelos, coordinó los trabajos del Plan Sectorial Educativo. En este documento se puso como meta alcanzar, en efecto, 30% de cobertura en 2012, tomando sólo en consideración a la “matrícula escolarizada” y sin el posgrado. Recuerdo y confirmo: “no escolarizada” (p. 17, accesible en el portal de la SEP).
En ese entonces, 2006/2007, tal indicador era 24.3%. El compromiso asumido fue incrementarlo casi 6 puntos porcentuales, lo que conducía a incorporar en ese nivel alrededor de 550 mil jóvenes en el sexenio.
De acuerdo a las cifras oficiales, tenemos 2.65 millones de muchachos si se respetan los criterios establecidos, es decir, si se cumple la palabra empeñada: no incluir al posgrado ni poner en la cuenta a la matrícula no escolarizada. Se han abierto, entonces, cerca de 250 mil lugares más, y la Tasa de Cobertura ascendió al 26.8%. ¿Por qué, en el IV Informe de Gobierno y en muchos discursos, el Presidente y el secretario se han jactado de que la tasa es ya del 29.1%?
Si se analiza la información que emite la SEP (Formato 911) es claro que las autoridades hacen trampa. Y de las más burdas aprovechando que tener memoria y atender a las cifras no es hábito recurrente en la construcción de crítica: en el Informe han incluido a la matrícula no escolarizada, que suma poco más de 227 mil estudiantes. Hagamos cuentas: 250 mil espacios escolarizados más 227 mil no escolarizados da 477 mil nuevos lugares. Si a los 2.4 millones del inicio del sexenio les sumamos los 477 mil, nos da 2.9 millones aproximadamente. Si se compara con los casi 10 millones de jóvenes entre 19 y 23 años de edad, como magos de la chistera sacan el 29.1%. ¡Pero han incluido, incorrectamente, el equivalente a dos entradas completas en el Estadio Azteca, cuyo aforo es de 110 mil personas! De ese tamaño es la “inflación” de las cifras para aparentemente alcanzar las metas. Ese es al número de personas, 227 mil, que separan al correcto 26.8 del 29.1% inventado.
No hay otro nombre para tal proceder: demagogia. Para colmo, la autoridad educativa celebra que la tasa del 30% será conseguida antes de lo previsto, no en el 2012. Claro, si se cambian los criterios y se “cucharean” las cifras a modo, se puede lograr. ¿Dónde está, señor Lujambio, el cumplimiento de la palabra empeñada que usted reivindicó en su discurso como elemento de la democracia? Ahí, en las palabras, pues en los documentos oficiales y en la propaganda fácil, considerando que nadie pone atención ni lleva las cuentas, ha incumplido con los criterios establecidos y nos conduce, de nuevo, al viejo régimen: “¿Cuál es la Tasa de Cobertura en el país? La que usted quiera, señor Presidente.”
¿El túnel del tiempo? Quizá sólo el agujero de siempre. ¿Transparencia? Sí. Es nítida la manipulación de los datos, pero ¿quién rinde cuentas de este maltrato a Pitágoras? Nadie. Es eso lo que cala. Y es lo que debería llamar a cuentas.