El sistema de educación superior mexicano es hoy muy amplio y diverso. La matrícula consta de 2 millones 600 mil estudiantes en sus distintos niveles.
Estudian en más de 2 mil instituciones que cuentan con 5 mil unidades o planteles. De acuerdo con cifras oficiales, 26 de cada 100 jóvenes entre los 19 y 23 años de edad asisten a sus aulas. Las instituciones públicas acogen a 64% de los estudiantes y el restante 36% va a una particular. Los programas de estudio son millares.
Ante tales cifras -en 1950 había en México 39 instituciones de educación superior a las que asistían cerca de 40 mil estudiantes- es preciso reconocer el avance logrado, aún insuficiente, es cierto, pero notable, y la complejidad que en términos de calidad, pertinencia y equidad contiene.
Las decisiones de los futuros usuarios de este servicio no son sencillas ni triviales. Aportar información confiable para contribuir al análisis de las opciones disponibles resulta crucial, pues el conocimiento como bien público es factor relevante en el desarrollo del país. Los rankings (término que refiere a la prelación u ordenamiento de las instituciones y programas de estudio de acuerdo con su calidad) tienen que hacerse cargo de una pregunta ineludible: ¿qué es la calidad y cómo evaluarla?
Cada ejercicio de clasificación toma en consideración distintos factores y les otorga pesos variables. A nivel internacional, los dos más publicitados son el que realiza la Universidad de Shanghai y el suplemento de educación superior del Times.
Expertos en estos temas han encontrado diferencias importantes: al comparar la lista de las 50 mejores universidades del mundo, sólo 42% coincide en ambos. Una institución ocupa el mismo lugar en los dos, y en 22% de los casos la divergencia entre el "cuadro de honor" de la Universidad de Shanghai y el Times es de más de 10 lugares.
Por otra parte, es necesario distinguir la evaluación de las instituciones como un todo, de la que se refiere a la calidad de sus programas específicos. La Universidad de Harvard ocupa el primer lugar en casi todos los rankings, pero en la clasificación estadounidense su programa de doctorado en Ingeniería, por ejemplo, se encuentra en el vigésimo lugar; en el otro lado de la moneda, el posgrado en Educación de la Universidad de Oregon es considerado entre los mejores 15 de ese país, aunque en el ordenamiento de Shanghai la universidad ocupa el lugar 277. Lo que se mide y evalúa en la escala institucional es distinto a lo indicado, si se atiende a programas de estudio específicos.
Considerar los resultados de las ordenaciones implica varias cosas: no verlos como si fueran una tabla de posiciones futbolísticas. La lista de "mejores a peores", sin más, impide aprender de ellos; es importante conocer los factores que se han tomado en cuenta y las ponderaciones asignadas a cada uno. Ahí se encuentran elementos de juicio indispensables para evaluar su utilidad.
No es lo mismo, sobre todo en una sociedad con niveles de desigualdad social tan profundos como la nuestra, otorgar la mayor importancia en la evaluación al sueldo y nivel del empleo obtenido al egresar -cuestión que depende mucho de las condiciones socioeconómicas y culturales de los alumnos-, que estimar como elementos muy significativos la formación del personal docente o la amplitud de sus acervos bibliotecarios.
Para aprender de los rankings y no convertirlos en verdad incuestionable, necesitamos evaluar sus criterios y métodos. Saber leerlos. Ninguno es perfecto. Todos reportan aproximaciones a la realidad, pero los hay más orientados a la lógica del mercado, casi comerciales, o construidos poniendo atención a las condiciones formativas que ofrecen sin dejar a un lado su relación con el empleo.
La Guía de Universidades 2007 elaborada por EL UNIVERSAL es un trabajo periodístico basado en una intensa discusión de los criterios a emplear y su ponderación adecuada por parte de un grupo plural de estudiosos de la educación superior en México. Ofrece resultados y es transparente en el método empleado, sin duda mejorable en los años por venir. Es el primer paso en un camino largo. Todo andar comienza así y este esfuerzo está abierto a la atención y crítica de los lectores. Como debe ser, serán bienvenidas.