El pasado fin de semana se celebró, como todos los años, el concurso de ingreso a las instituciones públicas de enseñanza media superior del área metropolitana de la Ciudad de México. El examen es administrado por el Centro Nacional para la Evaluación de la Educación Superior AC (Ceneval) de acuerdo con el convenio con la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipems). El Ceneval utiliza, para tal efecto, el Examen de Ingreso a la Educación Media Superior (Exani-I). Los estudiantes que buscan acceder a los bachilleratos de la UNAM deben resolver una prueba distinta, aunque académicamente equivalente.
En esta ocasión se registraron 310 mil 16 aspirantes, cifra que refleja una disminución cercana a 2 por ciento respecto del año anterior. Este ligero decrecimiento se puede atribuir a que el número de jóvenes en edad de ingresar a dicho nivel de estudios observa una tendencia negativa en el entorno del Distrito Federal y los municipios conurbados. Del total de aspirantes, prácticamente la mitad (más de 150 mil) optó por presentar el examen de la UNAM con la expectativa de ingresar a alguno de los planteles de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) o la Escuela Nacional Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH). El resto habría optado por los bachilleratos tecnológicos adscritos al Instituto Politécnico Nacional, los planteles del Colegio de Bachilleres, las escuelas preparatorias de la Universidad Autónoma del Estado de México o bien a alguna de las instituciones que conforman el sistema de bachillerato público de la zona metropolitana.
La rotunda preferencia por la UNAM es un hecho claramente establecido y no ha modificado su tendencia en la década pasada. Hay varias razones que explican el fenómeno, entre otras el bien ganado prestigio de esta casa de estudios y el nivel de consolidación académica logrado por sus instituciones de bachillerato. Pero la más significativa radica en el mecanismo de promoción al nivel de licenciatura para los egresados de la ENP y el CCH.
Según el Reglamento General de Inscripciones de la Universidad Nacional, “los alumnos egresados del bachillerato de la UNAM que hayan terminado sus estudios en un máximo de tres años y con un promedio mínimo de 9.0 tendrán el ingreso a la carrera y plantel de su preferencia. Los tres años se contarán a partir del cuarto año en la Escuela Nacional Preparatoria y del primer año en el Colegio de Ciencias y Humanidades” (art. 9). Los egresados en tres o cuatro años con promedio inferior también tienen cabida en los programas de licenciatura de la UNAM por este mecanismo, aunque no necesariamente en la carrera o plantel de su preferencia. Por último, los que concluyen en más de cuatro años, con promedio superior a 7.0, tienen la opción de presentarse al concurso de selección para ingreso a licenciatura.
En suma, lo que la UNAM ofrece es un bachillerato de alta calidad académica, prácticamente gratuito y con una buena posibilidad de proseguir estudios superiores. No debe extrañar, por consiguiente, que la mitad de los egresados de secundaria en el área metropolitana busque esta alternativa por encima de cualquier otra.
Pero el bachillerato escolarizado de la UNAM sólo tiene cupo de primer ingreso para 35 mil alumnos. Aproximadamente 15 mil en la Nacional Preparatoria y el resto en el CCH. La posible ampliación de este nivel de cupo es muy complicada, precisamente porque abrir un mayor acceso, por ejemplo mediante la construcción de más planteles, desencadenaría la necesidad de hacer crecer todos los programas de licenciatura de la UNAM, con la consiguiente inversión en infraestructura y recursos humanos.
Desaparecer el “pase reglamentado”, aunque tal vez aliviaría presión del lado de la demanda, tendría consecuencias socialmente negativas. La principal es que reduciría las posibilidades de acceso al nivel de licenciatura de la UNAM de los sectores sociales menos favorecidos, tal como ocurre en las universidades públicas de Brasil, las cuales, siendo gratuitas y de alta calidad académica, prácticamente colman su matrícula de primer ingreso con egresados del bachillerato privado. Cerrar esta vía de acceso, además de políticamente delicado, resulta socialmente injusto.
Sin embargo, las tendencias indican que la UNAM rechaza, o no acepta (que no es lo mismo pero es igual), a una proporción creciente de aspirantes. Uno de cada tres aspirantes tenía acceso, mientras que hoy apenas uno de cada cinco puede ingresar. Un mayor nivel de filtro académico probablemente está modificando el perfil social del primer ingreso al bachillerato de la UNAM. Lo veremos en la próxima entrega.
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