Interrumpo momentáneamente la serie sobre alternativas al financiamiento universitario para comentar el convenio ente Banfield Pet Hospital y la Universidad Nacional Autónoma de México. El tema ejemplifica una vertiente de las relaciones entre universidades y empresas, sin embargo es un caso singular que amerita reflexión específica.
Desde el año pasado, al costado oriente de la Ciudad Universitaria, frente al Metro Universidad, se inició la construcción de algo nuevo en el campus. Poco a poco fue tomando forma pero, al pasar frente al edificio, más de uno preguntaba ¿qué es eso? El letrero que identifica la instalación (Banfield Pet Hospital) no ayudó a disipar la duda, al contrario. Al cabo, el 8 de febrero pasado se inauguró formalmente la clínica de mascotas y próximamente abrirá sus puertas al público. Aunque el acto contó con la presencia de autoridades universitarias, representantes de la empresa y personalidades del medio veterinario nacional e internacional, su difusión fue más bien discreta.
Según Reforma, el convenio entre la UNAM y el hospital incluye un contrato de comodato, que administrará la empresa Banfield International de México S. de RL. de CV., creada al efecto. La ventaja para la UNAM radica, según se dice, en que la transnacional desarrollará procesos de formación e investigación de alto nivel que redundarán en conocimientos de frontera para académicos y estudiantes de la Facultad.
Banfield Pet es una empresa líder en su campo. Se inició en 1955 como una clínica veterinaria de práctica privada, en la ciudad de Pórtland. El modelo funcionó y fue creciendo hasta contar, en la actualidad, con más de 400 establecimientos en EU, dos hospitales en Inglaterra, y a partir de este mes la clínica de Ciudad Universitaria. Banfield ha logrado remontar el contexto de recesión económica del vecino país, sólo en 2004 se inauguraron 80 clínicas y se prevé la apertura de 100 más este año.
Según Kregg Hanson, jefe de operaciones del corporativo, la asociación con la UNAM “permitirá el adiestramiento de 400 estudiantes al año”. También se prevé la posibilidad de “reclutar doctores bilingües, que podrían trabajar en los estados del sur de EU con certificación de Banfield.” (The Bussiness Journal, Pórtland, 6 de diciembre de 2004). Aparte de los objetivos declarados, se puede suponer que, una vez instalada, la empresa explore posibilidades de expansión en el país mediante franquicias u otras modalidades.
El éxito empresarial de Banfield radica en la combinación de varios elementos. En primer lugar, su alianza con el consorcio PetSmart, dedicado a la venta de accesorios para mascotas. Esta empresa cuenta con el mayor número de establecimientos en el ramo, más de 900 en territorio estadounidense. Su asociación con Banfield es un caso típico de sinergia corporativa. Hasta el momento, en casi la mitad de las tiendas PetSmart funciona una clínica Banfield y se proyecta una integración más completa. Según la información financiera de PetSmart, la cadena de tiendas cuenta con el 33 por ciento de las acciones de Banfield, lo que explica el acelerado ritmo de expansión de esta última.
En segundo lugar, el corporativo Banfield ha sido precursor, en el medio veterinario, de esquemas de vinculación entre atención clínica, investigación académica y desarrollo tecnológico. Entre sus logros destaca la formación de una base de datos clínicos sobre mascotas (PetWare), reconocida como la principal a nivel mundial. Más recientemente, se estableció una alianza con la compañía RemoteVet, poseedora de una patente para el monitoreo de animales mediante la implantación de microchips. Está en proceso una segunda generación del invento como instrumento de diagnóstico y prevención.
Existen también convenios entre Banfield y agencias gubernamentales de EU. La más importante, con los Centros de Control Sanitario y la Universidad de Purdue (Indiana), que consiste en un proyecto, patrocinado con fondos federales, para establecer un sistema nacional de vigilancia sanitaria a partir de la base de datos de Banfield y de las tecnologías de monitoreo mencionadas.
Ese es, grosso modo, el panorama de Banfield. La competencia global, las facilidades que ofrece la apertura comercial, y el atractivo de un mercado fresco, explican el interés del hospital para establecerse en México. No extrañaría, dado su perfil, que hubieran buscado aliarse con alguna de las universidades privadas del país, sin embargo, en nuestro país prácticamente no existen opciones privadas para la formación de veterinarios.
De los 36 programas de licenciatura registrados por la ANUIES, 35 están en instituciones públicas y sólo uno es particular, el del Centro de Estudios Universitarios Monterrey. Del total sólo nueve cuentan con acreditación vigente otorgada por el Consejo Nacional de Educación de la Medicina Veterinaria y Zootecnia (CONEVET), entre ellos el de la UNAM. Desde el punto de vista de Banfield, la Universidad Nacional ofrece condiciones inmejorables para sus intereses en México ¿pero cómo se explica el interés recíproco de la UNAM?
Ya han expresado preocupación algunas clínicas privadas por la inminente presencia de un jugador fuerte en el mercado, respaldado por una autoridad académica relevante (véase nota de Alberto González en Reforma, 3 de marzo 2005). Además, es previsible que se añadan voces críticas que señalen el convenio como una desviación de la postura de la UNAM contra la mercantilización del ámbito universitario. Por ello, sería adecuado que este asunto se ventile y se aclare.