Como todos los años, a esta altura del calendario, el tema de los egresados del bachillerato que no consiguen ingresar a las universidades públicas adquiere presencia en las principales ciudades del país. En el Distrito Federal los resultados de la segunda ronda del examen de admisión de la UNAM, dados a conocer el pasado fin de semana, han puesto de manifiesto la creciente brecha entre la cantidad de lugares que la institución puede someter a concurso abierto en sus programas de licenciatura y el número de aspirantes a éstos.
En la primera ronda de exámenes, celebrada en febrero de este año, se registraron más de ciento veinte mil aspirantes, de los cuales consiguieron ingresar sólo 11,116, es decir menos del diez por ciento de los solicitantes. En la segunda compitieron 62 mil 682 y obtuvieron sitio seis mil quinientos (información de La Jornada). Las cifras de admisión se refieren tanto a la modalidad escolarizada como a la correspondiente al sistema abierto.
En los últimos años se ha incrementado sostenidamente la cantidad de lugares de primer ingreso a los programas de licenciatura en la UNAM. También ha aumentado el número de opciones de estudio, es decir los programas de este nivel, y las capacidades de atención por las modalidades abierta y a distancia. También ha mejorado notablemente la administración escolar para procesar las solicitudes de ingreso, el examen de admisión y la oportuna difusión de resultados.
Al día de hoy la Universidad Nacional cuenta con una oferta de primer ingreso superior a los treinta y cinco mil cupos anuales. De esta cifra, los egresados de los bachilleratos de la UNAM, esto es la Escuela Nacional Preparatoria y el Colegio de Ciencias y Humanidades, que satisfacen los requisitos del “pase reglamentado”, ocupan aproximadamente veinte mil lugares. El resto, los quince mil puestos disponibles, es arduamente disputado por egresados de la educación media superior pública y privada que desean incorporarse a la máxima casa de estudios del país.
Si se comparan las actuales cifras de la UNAM con las de hace apenas una década salta a la vista el esfuerzo institucional por ampliar su respuesta a la demanda. Casi quince mil nuevas plazas de primer ingreso se han añadido a la capacidad instalada. Se han creado, además, cerca de veinte nuevos programas de licenciatura y se ha ampliado notablemente la modalidad abierta. Sin embargo, nada de ello ha sido suficiente para abatir el porcentaje de rechazo, o de “no admisión”, prevaleciente. Apenas el diez por ciento de la demanda abierta es atendida. Así están las cosas.
Ocurre, por un lado, que el egreso del bachillerato de la UNAM, es decir la cantidad de jóvenes con el beneficio del “pase reglamentado” se ha incrementado gradual pero sin interrupción. La tendencia se explica, fundamentalmente, porque la eficiencia terminal del bachillerato de la Universidad ha mejorado como efecto de una mayor selectividad académica de ingreso. En la actualidad acceden a los planteles de la ENP y el CCH aspirantes con notas superiores al sesenta por ciento de la prueba de admisión de bachillerato cuando, diez años atrás, bastaba con cuarenta y cinco por ciento del examen para ingresar a las mismas escuelas.
Por otra parte, hay que tener presente que los candidatos a ingresar a las licenciaturas de la UNAM son muy diversos. Están los egresados del sistema privado con planes de estudio incorporados a la Universidad, los candidatos de otros bachilleratos particulares, los que provienen de los diversos bachilleratos públicos del distrito federal y los estados. Una proporción cada vez más significativa en el volumen de aspirantes representa a egresados de generaciones previas a la más reciente, es decir que no es la primera vez que presentan el examen de admisión sino que, aun siendo aceptados por otras instituciones (públicas o privadas) reinciden en someterse al concurso de selección para buscar la oportunidad que ambicionan. También hay una proporción de egresados del CCH o la ENP que no cumplieron los requisitos del “pase reglamentado” pero que tienen opción a continuar estudios de licenciatura en la UNAM por la vía del concurso, y por último una cifra, quizás poco representativa en términos cuantitativos, de alumnos de licenciatura de la Universidad que optan por cambiar de carrera y su única alternativa es volver a presentarse al examen.
Quiere esto decir que independientemente de lo que pueda hacer la UNAM para expandir su capacidad de primer ingreso, seguirá habiendo una proporción significativa de rechazo. Incluso si se cancelara la opción del “pase reglamentado”, lo que es realmente impensable por sus previsibles efectos políticos, la cantidad de rechazados permanecería en el orden de las decenas de miles de aspirantes.
Aun así, cada año una cantidad de alumnos no admitidos se moviliza en torna a distintas variantes del movimiento de excluidos. La UNAM, al igual que otras instituciones públicas metropolitanas (la UAM y el IPN) ha encontrado algunas vías de negociación mediante las cuales se ha evitado un nivel de confrontación a todas luces indeseables. En el caso de la Universidad Nacional se ha brindado facilidades para que, por ejemplo, los no aceptados tengan oportunidades de acceso a instituciones privadas.
Pero este año las cosas pueden no ser tan sencillas. El pasado 16 de julio el denominado Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES) celebró una asamblea de rechazados de la UNAM y acordó, entre otros resolutivos, perseverar en su vínculo con el movimiento #YoSoy132, participar en las acciones de este movimiento, y emprender una campaña de movilización para hacer visible la problemática que enfrentan y presionar a la instalación de mesas de diálogo con las autoridades universitarias y la SEP.