Cada vez más egresados de los bachilleratos públicos o particulares del área metropolitana del Distrito Federal, y no pocos del interior de la República, desean cursar estudios de licenciatura en la UNAM. En los últimos años la demanda ha crecido en forma sostenida hasta alcanzar, en la actualidad, un nivel superior a los doscientos mil aspirantes por año. De ellos, acaso una décima parte consigue acceder a la institución.
No obstante que la UNAM ha realizado esfuerzos plausibles por incrementar el cupo disponible en este nivel, lo cierto es que una parte importante de su crecimiento ha sido ocupada por los egresados de los bachilleratos de la propia Universidad con derecho al pase reglamentado. Hace diez años, es decir en el ciclo 2001-2002 la matrícula de primer ingreso licenciatura de la UNAM era de 32,033 alumnos, de los cuales 14,875, es decir el 46.4% correspondían a estudiantes que ingresaron mediante concurso de selección. En 2011-2012 el primer ingreso había aumentado más de diez mil unidades, sumando un total de 43,700 lugares disponibles.
De este último total se asignaron, por concurso, 18,606 puestos. Esto quiere decir que de los más de diez mil nuevos lugares de primer ingreso, encima del sesenta por ciento fue aprovechado por estudiantes del bachillerato de la UNAM, gracias a un importante incremento en el indicador de eficiencia terminal tanto de la Escuela Nacional Preparatoria como del Colegio de Ciencias y Humanidades. La consecuencia negativa es que, no obstante una significativamente mayor oferta de primer ingreso, su impacto en la capacidad de absorción de la demanda resulta poco apreciable.
Si se retrocede algo más en el tiempo, resulta evidente la progresión de este fenómeno. Hacia mediados de los años ochenta la UNAM conseguía atender a poco más del cincuenta por ciento de la demanda externa para licenciatura. En los noventas dicho porcentaje decayó hasta una tercera parte. Al llegar al año dos mil apenas el doce por ciento de los aspirantes conseguía ingresar. El indicador repuntó los dos años siguientes por motivo de la larga huelga universitaria, que implicó una disminución importante de la demanda, con lo cual la tasa de admisión repuntó hacia el veinte por ciento. En el curso de la última década la capacidad de absorción de la demanda ha disminuido al nivel de diez por ciento.
¿Quiénes son los aspirantes que, con ese filtro, consiguen ingresar a la Universidad? Los datos que la Dirección General de Planeación de la UNAM ha sistematizado desde 1989 sobre los perfiles sociales y académicos de las poblaciones de aspirantes, asignados y aceptados por pase reglamentado permiten una aproximación a esa interrogante.
En primer lugar, las variables demográficas. En cuanto a la edad, resulta que cada vez es menor el promedio de edad de quienes provienen del bachillerato de la UNAM y mayor el de los aceptados por concurso de selección. En 2002 la edad promedio del primer ingreso por pase reglamentado era de 19.3 años y la de los aceptados por concurso de 21 años. En 2012 los indicadores respectivos fueron 19 años y 23.8 respectivamente. Una explicación a esta tendencia indicaría que una proporción importante de los aceptados consiga acceso tras varios intentos, y no en la primera oportunidad.
La distribución por sexo también es muy interesante. Cada vez más mujeres se presentan al concurso de selección y cada vez menos, proporcionalmente, consiguen ingresar. En el último año (2012) la composición por sexo de los aspirante fue de un 54.8% de mujeres y de aceptados 46.1%. Una diferencia de casi diez puntos no puede deberse al azar. ¿Qué propicia que en el concurso de selección los varones logren ventaja? Hasta donde sabemos no hay un estudio específico para el caso de la UNAM, pero la literatura internacional ofrece algunas pistas que atribuyen el sesgo de género a las características de la prueba de opción múltiple. Este asunto ha sido investigado en profundidad, por ejemplo, para la prueba TIMSS (Trends in International Mathematics and Science Study). Véase, por ejemplo, el sólido trabajo de Ina V. Mullis y coautores, Gender Differences in Achievement (http://tinyurl.com/8lxxjq7).
También se observan diferencias significativas en el bachillerato de procedencia. Según el dato del ciclo 2011-2012 el 20.9 por ciento de los aspirantes, contra el 30.2 por ciento de los aceptados, provenía de un bachillerato privado. La ventaja es significativa, e implica menos oportunidades para quienes estudiaron la enseñanza media superior en instituciones públicas. Así, por ejemplo, en la composición de aspirantes del año referido un 20.1 por ciento del total había estudiado en el Colegio de Bachilleres. Esa proporción decae hasta el 13.6% en el contingente de aceptados.
Los datos socioeconómicos y de trayectoria académica refuerzan la impresión de que el concurso de admisión tiende a privilegiar a los estudiantes más dotados en ambos aspectos. La semana próxima los examinaremos.
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