banner
banner

Roberto Rodríguez Gómez

foto

Cobertura. Segunda parte

Rodríguez-Gómez, R. (junio 01, 2006). Cobertura. Segunda parte. Suplemento Campus Milenio. Núm. 179 2006-06-01

La semana pasada se publicaron en la página electrónica del INEGI los Resultados definitivos del II Conteo de Población y Vivienda 2005. El material tiene interés para nuestro tema porque da cuenta de la dinámica demográfica de los últimos años. Sin dudar de la calidad del Conteo, lo menos que puede decirse es que sus resultados son, en varios aspectos, sorprendentes.

Sorprendente es, por ejemplo, el número de jóvenes entre 19 y 23 años que registra el Conteo, dato que, como hemos venido señalando, es básico para calcular la cobertura de la educación superior. Según la fuente, en 2005 vivían en México 9,059,384 jóvenes de esas edades ¿Qué tiene de raro? Que según los resultados definitivos del Censo 2000 el grupo 19-23 años estaba integrado por 9,055,559 individuos, y según la corrección del Consejo Nacional de Población, el grupo ascendía a 9,987,117 personas en el 2000.

La tabla del Conteo titulada "Población total por entidad federativa, edad desplegada y grupos quinquenales" incluye a 2,810,720 individuos de quienes no se obtuvo información de edad. Suponiendo que esa categoría se distribuye uniformemente en todos los registros, se tendría un máximo de 9,305,971 individuos de 19 a 23 años en 2005. Cifra todavía muy por debajo del dato del CONAPO correspondiente al año 2000. Extraño.

Más extraño si se compara el cálculo de población del CONAPO de 2005 para el grupo de 19 a 23 años contra el número de personas de esa edad según el Conteo. Estima CONAPO que en 2005 debería haber 10,301,520 jóvenes dentro del rango de edad. La proyección toma en cuenta fundamentalmente tres variables: la tasa natural de crecimiento, la mortalidad y la migración. El factor migratorio se ha acentuado en los últimos años, pero la discrepancia entre las dos fuentes es monumental: un millón de jóvenes menos de los que tendrían que existir si la proyección es válida.

El cálculo de la tasa bruta de cobertura depende de dos factores, la población del grupo de edad relevante y la matrícula en un año dado. Pongamos que el "año dado" es 2005 y que la "matrícula" son todos los inscritos en programas de educación superior, incluso el posgrado. Según la SEP, dicha matrícula ascendió a 2,384,858 estudiantes en 2005 y se estima en 2,445,628 para 2006. Si tomamos como base la proyección CONAPO, entonces la cobertura 2005 es de 23.15 por ciento, dato oficial hasta ahora. Pero si acudimos al Conteo, ya con el ajuste indicado, la cobertura sube a 24 por ciento en 2005 y llega a 26.2 por ciento en 2006. Buena noticia para los políticos, pero muy mala para los planificadores.

Si la estadística del Conteo es correcta, se impone una nueva proyección de población, que daría resultados muy distintos a los estimados por CONAPO. Se tendría incluso que volver a corregir el dato de población 2000 para que los indicadores de crecimiento tengan coherencia. En cambio, si las estimaciones del CONAPO son exactas, entonces el sesgo por subnumeración del Conteo es tan grande o mayor que el adjudicado al Censo 2000, y habría que seguir tomando las proyecciones como la única fuente demográfica confiable.

Una decisión de tal naturaleza tiene implicaciones para las políticas públicas, sin duda en la planeación del crecimiento de la oferta educativa superior del país. Cuando el segmento potencialmente demandante de educación superior crece rápidamente, el incremento de la oferta tiene que ser asimismo acelerado, de lo contrario el crecimiento se vuelve imperceptible en términos de cobertura. En cambio, si el ritmo de crecimiento del grupo de edad es moderado, nulo o negativo, cualquier aumento de la oferta se traduce en puntos extra de cobertura. Pero si no sabemos ni cuál es el tamaño exacto del grupo de población atendible ni su tendencia de crecimiento, vamos a ciegas.

Imagine el lector dos escenarios. El primero asume que la proyección CONAPO es la base correcta. Esta indica que el grupo de edad de 19 a 23 años, con una tasa de crecimiento anual de 0.5 por ciento, llegará a 10,661,839 individuos en 2012. Si esto ocurre, para alcanzar una cobertura de 30 por ciento ese año, tal como lo está proponiendo la ANUIES, la matrícula de educación superior debería ser de 3,198,552 inscritos, lo que implica un crecimiento de 753 mil alumnos durante el próximo sexenio. Más de 125 mil por año.

En el segundo escenario el Conteo 2005 se toma como referencia. Al proyectar la población corregida del grupo 19-23 años, con la misma tasa de crecimiento de 0.5 por ciento anual, en 2012 habrían 9,632,580 jóvenes de esa edad. Con esa hipótesis, la tasa de cobertura de 30 por ciento se alcanza con 2,889,803 estudiantes, esto es 444 mil más que en 2006, lo que podría reunirse con incrementos de 74 mil estudiantes por año. Muy distinto ¿no?

En fin, para establecer la estrategia de crecimiento de la educación superior del próximo sexenio urge solventar dos cuestiones: el tamaño de la población atendible y la hipótesis de crecimiento del grupo de edad para el período 2006-2012.




Derechos reservados 2024 PUEES-UNAM
Universidad Nacional Autónoma de México