Sin temor a exagerar puede afirmarse que los profesores de la enseñanza media superior son unos auténticos desconocidos. Escasamente se sabe cuántos son y en qué instituciones se desempeñan. Algunos datos generales nos hablan de la precariedad de sus ingresos, de las poco estimulantes condiciones de trabajo, y de la rotunda ausencia de programas para el mejoramiento de la planta académica. En el presente artículo se exploran algunas dimensiones del problema y se apunta a la necesidad de profundizar en su estudio como condición indispensable para ponderar nuevas políticas de desarrollo del sector.
Una radiografía de la educación media superior
La educación media superior (EMS) comprende en México los estudios de bachillerato, que son propedéuticos de la educación superior, y los estudios de técnico profesional, que se caracterizan por su carácter bivalente, es decir que ofrecen formación tecnológica orientada al trabajo pero también la opción de proseguir estudios profesionales. En conjunto, la EMS brinda servicio a 3,638,754 estudiantes, de los cuales el noventa por ciento corresponde al bachillerato. Además, se registra un total de 255,929 docentes que trabajan en este tipo educativo, también nueve de cada diez en el ciclo de bachillerato (datos correspondientes al ciclo escolar 2005-2006).
Según las estadísticas de la Secretaría de Educación Pública, la matrícula de EMS equivale al 58.6 por ciento de los jóvenes entre 16 y 18 años y el primer ingreso es equivalente al 95.3 por ciento del número de egresados de la secundaria en el año inmediato anterior, cifras que representan, respectivamente, las tasas brutas de cobertura y absorción a nivel nacional. La cobertura entre estados es muy variable al fluctuar entre el 45 por ciento en Michoacán y Guanajuato, y casi el noventa por ciento en el Distrito Federal. En materia de eficiencia terminal, la EMS reporta una tasa nacional de 58.9 por ciento, que oscila entre el 50.4 por ciento en Baja California y el 70.3 por ciento en Puebla.
El número de centros escolares, públicos y privados, correspondientes a la EMS asciende a 12,623 unidades en todo el país. En varios casos, un mismo centro escolar brinda servicios educativos en distintas modalidades, lo que significa que el total de centros escolares es superior a la existencia efectiva de escuelas. No obstante, su distribución por tipo de servicio (bachillerato y técnico profesional) y por régimen de control (público y privado) nos da una idea general acerca de la distribución de la oferta de EMS.
De acuerdo a la información consignada en el Cuadro 1, prácticamente las dos terceras partes del total de centros escolares (64.5 por ciento) brindan servicios de bachillerato de tres años. La siguiente categoría en orden de importancia corresponde a los centros de bachillerato tecnológico (16.2 por ciento). En tercer lugar están los centros dedicados a la educación técnica profesional, que comprenden el 10.3 por ciento del total. Las modalidades de bachillerato semiescolarizado y abierto representan el 4.2 por ciento del conjunto, y el porcentaje restante (4.8 por ciento) se reparte en las modalidades de tecnólogo, bachillerato de dos años y bachillerato de nivelación y desarrollo.
Tanto en la modalidad de bachillerato de tres años, como en la opción de bachillerato tecnológico, la participación del sector privado es significativa. En el primer caso (bachillerato de tres años) los centros públicos son 4,511, contra 3,634 centros privados. En el segundo (bachillerato tecnológico) el número de centros públicos es igual a 1,221 y el de privados 829. Si bien es cierto que, en general, los centros públicos atienden una mayor cantidad de matrícula por unidad, también es importante hacer notar que la iniciativa privada ha desarrollado medios para diversificar su oferta.
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Los profesores de educación media superior
Poco más de un cuarto de millón de plazas laborales representa el sector ocupacional docente de la EMS. De ellas el 87.9 por ciento corresponde al Bachillerato y el resto a la opción de Profesional Técnico. Aproximadamente dos terceras partes del profesorado de bachillerato labora en instituciones públicas y el resto en privadas. Dentro del bachillerato público, la distribución de plazas -sumadas las de asignatura y las de planta-, se distribuye de la siguiente manera: 48,936 en el subsistema federal, 64,145 en el subsistema estatal, y 33,445 en el autónomo. Es decir que menos de la cuarta parte de los profesores del bachillerato público se desempeña en la modalidad autónoma, generalmente asociada a las preparatorias y otras modalidades de bachillerato de las universidades públicas que gozan de autonomía.
La mayor proporción corresponde a las plazas de las instituciones de bachillerato de los estados. Como ejemplo, los planteles descentralizados del Colegio de Bachilleres, los centros de educación media superior a distancia (EMSAD), los centros estatales de bachillerato (CEB), el telebachillerato y algunas escuelas preparatorias de las entidades federativas. También forman parte de los sistemas estatales los Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos descentralizados. En segundo lugar, las plazas del sistema federal, al que corresponden, entre otras instituciones, los planteles federales del Colegio de Bachilleres, las preparatorias federales, los centros del bachillerato pedagógico, los centros de bachillerato de artes, y las preparatorias del Instituto de Educación Media Superior del D.F. También son parte del subsistema federal los bachilleratos tecnológicos dependientes de la SEP: centros de bachillerato tecnológico en modalidad industrial y de servicios, agropecuario, forestal, del Mar o abierto. Por último, el subsistema privado concentra 78,363 plazas o nombramientos docentes de Bachillerato, lo que equivale a una tercera parte de la distribución nacional de este nivel de estudios.
La información sobre las condiciones de estabilidad laboral y los salarios del personal académico del bachillerato es escasa y poco sistematizada. Sin embargo se sabe que los profesores de los bachilleratos universitarios (autónomos) generalmente están sujetos a la misma normatividad que los profesores de nivel superior que laboran en las mismas instituciones. Si esto es una ventaje en el nivel de las expectativas salariales, suele ser una desventaja en el plano de las obligaciones.
Los profesores de bachillerato adscritos a las universidades públicas autónomas suelen tener, por ejemplo, la obligación de demostrar actividades de investigación, plasmadas por ejemplo en publicaciones, sin el respaldo de bibliotecas, laboratorios y otras facilidades que se encuentran en las instalaciones universitarias. Otro tanto puede decirse de la carrera académica fundada en la adquisición de estudios de posgrado. Mientras que para los profesores universitarios se ha desarrollado un sistema que facilita esa condición (el Programa de Mejoramiento del Profesorado, PROMEP), los profesores del bachillerato universitario difícilmente cuentan con oportunidades semejantes.
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Para el profesorado en instituciones administradas por la SEP, descentralizadas en los estados, o bien en centros públicos estatales, las condiciones laborales suelen ser más precarias que las vigentes en las IES de carácter universitario. Tanto los tabuladores de plazas como las condiciones generales de trabajo varían en función de la negociación bilateral entre la autoridad educativa correspondiente y el sindicato titular de los derechos. Sin embargo, por lo común tanto los sueldos como las oportunidades de carrera académica son inferiores a las que prevalecen en el subsistema universitario. En el subsistema privado lo más común es la contratación por asignatura.
El Cuadro 3 muestra, por un lado, que la gran mayoría de los profesores de bachillerato cuentan con al menos formación de licenciatura, independientemente que trabajen en el sistema público o el privado. Sin embargo, el promedio de sus ingresos es apenas ligeramente superior al de la media general de los trabajadores en educación, lo que comprende a los profesores de la educación básica obligatoria.
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Observaciones finales
La calidad del profesorado de la educación media superior es una variable crítica para superar los indicadores cuantitativos y cualitativos de este nivel de estudios. Sin una mejoría en las condiciones laborales, de clima académico y en las oportunidades de consolidar la carrera académica de este sector de profesionales, resulta poco plausible el objetivo de una reforma a fondo, como la que en la actualidad se pregona.
A juzgar por la información disponible, el perfil del profesorado de EMS es casi una incógnita. Los datos generales apuntan hacia la precariedad de los ingresos, la escasez de oportunidades de desarrollo profesional y la casi inexistencia de procesos de formación específicos para la docencia en el nivel medio superior.
Por ello, además de la necesidad de profundizar en el conocimiento de quienes se encargan de educar a los jóvenes de este nivel de estudios, resulta impostergable plantear sistemas que renueven las condiciones de la planta académica ¿Cómo pensar en un mejor bachillerato y en un mejor sistema de producción de profesionales técnicos sin tomar en cuenta las capacidades docentes de las instituciones? ¿Será suficiente renovar los modelos curriculares y las tecnologías de apoyo al aprendizaje para revolucionar la enseñanza media superior del país? ¿Qué papel se reconoce al profesorado y cómo habrá de apoyarse este elemento básico?