Con más alivio que júbilo se recibió, el fin de semana pasado, la noticia del triunfo en segunda vuelta electoral de Emmanuel Macron, candidato de la agrupación política ¡En Marcha! (EM). La victoria se anticipaba porque, después de la primera ronda electoral, la sola posibilidad de un gobierno de ultraderecha, encabezado por Marine Le Pen, del partido Frente Nacional, hizo converger en torno a la figura de Macron a las fuerzas políticas del centro y la izquierda francesas. El resultado que sancionó a Macron como presidente de Francia (2017-2022) fue contundente: dos terceras partes de la votación.
La asociación que sostuvo la candidatura de Macron fue fundada hace apenas un año para competir por la presidencia y participar en los próximas elecciones legislativas. Aunque ¡En Marcha! consiguió una representación territorial importante, no cuenta aún con la estructura y los cuadros políticos para articular una plataforma de gobierno autosuficiente. Por ahora, ¡En Marcha! se autodefine como un movimiento, pero el triunfo electoral de Macron los obligará a asumir, en lo inmediato, la forma y sustancia de un partido político.
Fuera de Francia el candidato Macron aparecía como un político emergente, independiente y hasta improvisado. No es así, ni mucho menos. Formó parte del gobierno de François Hollande como secretario general de la Presidencia (2012-2014) y al frente del Ministerio de Economía, Finanzas e Industria (2014-2016). Antes, en el gobierno de Nicolas Sarkozy, participó en la “Comisión para la liberación del crecimiento”, integrada en 2007 por políticos, funcionarios, empresarios, científicos y especialistas de distintas disciplinas, que abordó la problemática del estancamiento económico francés de la época y propuso un conjunto de políticas públicas, de coyuntura y largo plazo, articuladas en torno tres ejes básicos: productividad, economía del conocimiento y reforma de la administración pública.
Dos reportes del grupo de consulta, más conocido como “Comisión Attali” fueron publicados, en 2008 y 2010 respectivamente. En ambos participó Macron, en el primero como relator y en el segundo, que contiene la visión de largo plazo, como miembro de la Comisión. No pocas de las recomendaciones del colectivo fueron traducidas en políticas por el gobierno de Sarkozy.
En el campo de educación superior e investigación científica la comisión sugería, entre otras acciones, la promoción del régimen autonómico en las universidades, con énfasis en la obtención de recursos propios para aliviar la carga financiera sobre el Estado. También se subrayaba la importancia de promover vínculos entre las instituciones de educación superior e investigación científica con el aparato productivo, vía innovaciones y patentes, así como impulsar proyectos para prácticas profesionales del estudiantado en empresas y organizaciones gubernamentales, entre otros aspectos. De la comisión salió también la idea de desarrollar sistemas de estímulos al personal académico, así como la contratación de académicos de alto nivel provenientes de las principales universidades del mundo.
Lo interesante del antecedente es que Macron, tanto en sus discursos de campaña como en la documentación que sistematiza sus propuestas de gobierno, está replicando buena parte de las conclusiones y recomendaciones de la Comisión Attali: prioridad a la enseñanza básica, autonomía escolar y curricular, reforma integral del bachillerato, y un renovado énfasis en el nexo universidad-empresa. Según el presidente electo, el sistema educativo es el elemento clave para desencadenar una dinámica económica que reposicione a Francia en el contexto europeo y logre generar los empleos que hacen falta, así como mejorar las condiciones salariales del personal ocupado.
En el programa difundido por ¡En Marcha! se lee: “La primer tarea será de educación y cultura. Esta es la condición de nuestra cohesión nacional. Por ello, quiero colocar la transmisión de saberes fundamentales, de nuestra cultura y valores en el corazón del proyecto de nuestras escuelas y universidades. La segunda tarea será crear la sociedad del trabajo. Desde el principio del quinquenio demandaré al gobierno simplificar la normativa, universalizar el seguro de desempleo, y un plan inédito para la formación y calificación de los ciudadanos más vulnerables.”
En febrero de 2017, al inicio de su campaña, Macron difundió en su página de Facebook un corto video invitando a los científicos, ingenieros y empresarios de Estados Unidos “preocupados por el cambio climático” para acudir a Francia y colaborar con grupos de investigación y desarrollo de ese país. “En Francia son bienvenidos”, concluía el video. La pieza tuvo un efecto mediático muy importante, sobre todo al ser divulgada en el portal web de Science, y al plantear una controversia con la posición de Trump sobre el tema. Pero no pocos académicos franceses abrieron la discusión: si no hay recursos suficientes para auspiciar la investigación científica del país ¿cómo se piensa concretar una invitación de tal naturaleza?
Aun contando con el bono político de la elección Macron no las tiene todas consigo. Hay al menos tres retos inminentes: formar gobierno, obligadamente con la participación de otros partidos; interactuar con un congreso —el que resulte de las elecciones de junio próximo— en que su agrupamiento político resultará minoritario, y el tercer reto se llama Angela Merkel.