La semana pasada cerramos nuestra colaboración semanal con la pregunta ¿qué tipo de pautas académicas se deben considerar como estándares generales en la producción y difusión de los resultados de las investigaciones? La cuestión puede abordarse desde varios ángulos porque, en el fondo, interroga sobre la naturaleza de las ciencias, las humanidades. El debate del tema ha sido un tema de interés fundamental de la filosofía, desde tiempos muy remotos, así como objeto de discusión en otras disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades.
Desde luego no es propósito de esta columna abordar esos debates, sino presentar las definiciones conceptuales y operativas que son tomadas en cuenta en el esquema internacional de estadísticas, en que se reportan datos e indicadores sobre el desempeño de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología. Sin duda la guía más socorrida para el efecto es el llamado “Manual de Frascati”, cuyo nombre oficial es Propuesta de Norma Práctica para encuestas de Investigación y Desarrollo Experimental. Esta guía fue publicada, por primera vez, en 1963 bajo la coordinación de la OCDE. A partir de entonces, se han producido versiones en 1970, 1976, 1981, 1994, 2002 y la vigente, publicada en 2015. La actualización del manual, y productos complementarios, es responsabilidad del Grupo de Trabajo de Expertos Nacionales en Indicadores de Ciencia y Tecnología (NESTI por sus siglas en inglés).
En el NESTI están representados especialistas designados por las autoridades de ciencia y tecnología de los países de la OCDE, así como representantes de Argentina, Brasil, China, Costa Rica, India, Kazajstán, Rusia y Sudáfrica y la Unión Europea. También participan, en calidad de observadores e invitados, representantes de la Unesco, la Unión Africana y la Organización de Estados Iberoamericanos. El grupo tiene entre sus funciones la organización de foros globales de discusión acerca de la dinámica de los procesos de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación. En su conjunto, estos foros reciben el nombre de Blue Sky Fora y congregan, cada diez años, a científicos, humanistas, tecnólogos e innovadores de todas las regiones del mundo. La agenda de trabajo del NESTI es programada por un órgano colegiado de dirección que se integra por nueve miembros, electos por los representantes nacionales participantes. El trabajo del grupo es apoyado por un secretariado (especialistas y técnicos) designado por la Dirección de Ciencia, Tecnología e Innovación de la OCDE.
En la presentación de la edición 2015, el Manual de Frascati hace notar que la publicación no solo constituye un estándar aceptado para la recopilación y sistematización de la información sobre investigación y desarrollo en los países OCDE, sino que para “otros organismos multilaterales, como la Unesco, la Unión Europea y varias organizaciones regionales, el manual se ha convertido en un estándar para el cálculo de I+D en todo el mundo. También es un estándar reconocido en otros ámbitos estadísticos, como en las estadísticas sobre educación y comercio. En efecto, con base en la metodología propuesta por el manual, se produce la serie de indicadores más representativos en la comparación internacional y en algunos casos, México incluido, datos que se incluyen en reportes oficiales sobre los resultados de las políticas públicas en la materia.
Según el manual de referencia, las actividades de investigación (en ciencias y humanidades) y desarrollo experimental (I+D) “deben estar orientadas a alcanzar objetivos tanto específicos como generales. La I+D siempre está enfocada hacia nuevos hallazgos, basándose en conceptos originales (y su interpretación) o hipótesis. Su resultado final es en gran medida incierto (o, al menos, en relación con la cantidad de tiempo y recursos que se necesitan para lograr el objetivo), está planificado y presupuestado (incluso cuando ha sido realizado por parte de particulares) y está orientado a la producción de resultados que podrían ser transferidos libremente o bien comercializados en el mercado.” Para que una actividad se considere I+D, debe cumplir con cinco criterios básicos: novedosa, creativa, incierta, sistemática, y transferible y/o reproducible.
El manual distingue, asimismo, tres tipos de actividades: investigación básica, investigación aplicada y desarrollo experimental. La investigación básica consiste en trabajos experimentales o teóricos que se emprenden fundamentalmente para obtener nuevos conocimientos acerca de los fundamentos de fenómenos y hechos observables, sin intención de otorgarles ninguna aplicación o utilización determinada. La investigación aplicada consiste también en trabajos originales realizados para adquirir nuevos conocimientos, pero está dirigida fundamentalmente hacia un objetivo práctico específico. El desarrollo experimental consiste en trabajos sistemáticos fundamentados en los conocimientos existentes obtenidos a partir de la investigación o la experiencia práctica, que se dirigen a producir nuevos productos o procesos, o a mejorar los productos o procesos que ya existen.
En el documento se abunda en ejemplos y casos típicos para facilitar la identificación de las actividades que cubren con los estándares y definiciones postulados. Dicho de otra manera, no todas las formas de producción de conocimiento pueden ser clasificadas, bajo la norma internacional, como investigación científica y desarrollo experimental, solo aquellas que satisfacen los cinco criterios básicos. Todo ello en el ámbito de la producción de indicadores comparables, reconocidos como válidos por el consenso de las autoridades representadas en el NESTI.
Por cierto, en la más reciente actualización de la base de datos OCDE “Main Science and Technology Indicators” se informa que, en México, la proporción de gasto en investigación y desarrollo sobre el PIB de 2019 fue de 0.28 por ciento. Dato para preocuparse ¿no es así?