El escenario actual desaconseja el riesgoso retorno a la presencia física, pero diversas instituciones internacionales han hecho notar que hay otros factores en juego como la pérdida de aprendizajes o el abandono escolar
Así, con la expresión que titula esta columna, el presidente López Obrador anunció, el pasado 25 de julio, el inicio del ciclo escolar con retorno a las aulas antes que concluya agosto. La interpretación más obvia del mensaje es que, desde la perspectiva del ejecutivo federal, no habrá nada que impida la reanudación de actividades escolares en la modalidad presencial, ni siquiera la tendencia creciente de contagios de coronavirus, la posibilidad de saturación hospitalaria o el hecho, simple y llano, que ninguna entidad federativa, salvo Chiapas, presenta el semáforo epidemiológico en verde.
El semáforo de riesgo epidemiológico por estados, correspondiente al periodo del 9 al 22 de agosto de este año, indica que siete entidades mantienen un nivel de riesgo “máximo” o semáforo rojo: Nuevo León, Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima, Guerrero y la Ciudad de México, aunque sobre la última hay discrepancia entre el gobierno capitalino y la autoridad federal en materia de salud pública. Según el instrumento, en condiciones de riesgo máximo, “se permitirán únicamente las actividades económicas esenciales, asimismo se permitirá también que las personas puedan salir a caminar alrededor de sus domicilios durante el día”. Al parecer, habrá que agregar a esa regla: también asistir a la escuela.
En semáforo naranja, que califica el riesgo epidemiológico como “alto”, están quince estados: Baja California Sur, Sonora, Tamaulipas, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Veracruz, Hidalgo, Querétaro, Puebla, Tlaxcala, Michoacán, Estado de México, Oaxaca y Quintana Roo. Para estos casos, la indicación es permitir un aforo limitado en centros de trabajo y otras instalaciones. Por último, nueve estados con riesgo “medio” y por lo tanto mayor flexibilidad para realizar actividades aunque con prevalencia de medidas de prevención: Baja California, Chihuahua, Coahuila, Aguascalientes, Guanajuato, Morelos, Tabasco, Campeche y Yucatán.
Los casos nuevos por día mantiene una tendencia alcista: la cifra reciente reporta más de veinte mil de ellos durante la semana pasada y se ha confirmado la expansión de la variante delta en varios estados: Sinaloa, Baja California Sur, Quintana Roo, Hidalgo, Nuevo León, Estados de México y Ciudad de México. Cabe también referir que solamente el 21 por ciento de la población cuenta con el esquema completo de vacunación.
La epidemia covid sigue representando un riesgo sanitario importante, no ha terminado de ceder, el programa de vacunación aún no ha sido suficiente para garantizar, en la medida de lo posible, inmunidad universal y es sabido que buena parte de las escuelas, principalmente las de educación básica, han sufrido daños y pérdida de equipo por falta de vigilancia y de mantenimiento. Así están las cosas, pero… “truene, llueve o relampaguee” se habrán de iniciar clases en ellas.
Un escenario como el que vivimos desaconsejaría, en este momento, la decisión del retorno a la presencia física y los inevitables riesgos que conlleva. No obstante, coincide con las recomendaciones que han difundido organismos internacionales especializados en educación como la Unesco y el Banco Mundial tomando en cuenta que la población infantil es, al parecer, menos vulnerable a los riesgos de la enfermedad, que el rezago educativo, la pérdida de aprendizajes, así como el abandono escolar son peligros muy importantes para la sociedad e incluso para la futura economía de los países.
También se ha hecho notar que la convivencia física de estudiantes, sobre todo en edades tempranas, aunque no exclusivamente en ellas, es un elemento insustituible para la formación de hábitos y valores sociales y para evitar posibles trastornos emocionales derivados del aislamiento. Desde una perspectiva pedagógica se insiste, con argumentos razonables, en la urgencia de recuperar la dinámica escolar.
Es por ello que en la gran mayoría de los países se ha iniciado o programado la reactivación del ciclo escolar, aunque, conviene enfatizarlo, con estrategias que reducir los factores de riesgo. Para comenzar, al igual que en México, la vacunación de todo el personal docente; el acondicionamiento de las aulas y los espacios de convivencia en las escuelas; la aplicación rutinaria de pruebas covid al alumnado y al personal; el monitoreo constante de los centros escolares, entre otras medidas. En varios países se ha seguido un esquema de retorno gradual, escalonado o parcial; en otros se ha reforzado la alternativa de modelos de educación asistida por medios digitales y telecomunicaciones, en no pocos se ha revisado el currículum básico para evitar la saturación de contenidos y favorecer el refuerzo de los fundamentales.
En tanto llega la fecha anunciada por el primer mandatario, la SEP ha programado una serie de actividades para preparar al magisterio, en particular las recomendaciones a los consejos técnicos escolares “Fase intensiva. Ciclo escolar 2021-2022” y las jornadas de limpieza de los planteles en colaboración con los Comités Participativos de Salud Escolar. Es probable que pronto se concrete un acuerdo con los gobiernos de los estados para que autoricen la reapertura de las escuelas y la reanudación de actividades. Lo mismo se anticipa con el sindicato de los maestros, aunque no serían de extrañar expresiones de disidencia.
Será difícil, en cambio, contar con la aceptación inmediata de las familias Lo que se aprecia es, por decir lo menos, una opinión dividida, que no debería menospreciarse ni adjudicarse a la intervención de agentes anti-gobierno. No se puede tapar el sol con un dedo: el riesgo de contagios existe, ojalá sea mínimo, ojalá que la autoridad educativa haga lo que le corresponde y que, esta vez, la apuesta gubernamental sea correcta.