La semana pasada anotamos que la reforma curricular de la educación básica del sexenio de Enrique Peña Nieto aterrizó, al final de esa administración, con emisión del Acuerdo SEP 12/10/17 “Aprendizajes clave para la educación integral”. La puesta en marcha del nuevo programa se inició, de manera generalizada, en el ciclo 2018-2019 en los tres primeros grados de preescolar, primero y segundo de primaria, y primero de secundaria.
El extenso documento que contiene el nuevo plan y programas, dado a conocer a finales de 2017, presenta un diagnóstico general del estado de la educación básica en México, en el que sobresalen los retos de aprendizaje que se enfrentan, así como el enfoque general que se propone la renovación curricular. A diferencia del planteamiento de 2011, en que el desarrollo de competencias constituía el principal eje transversal de la propuesta, el nuevo modelo, sin dejar de lado la pedagogía competencial, presta especial atención al desarrollo cognitivo que produce la acción educativa.
Con base en ese enfoque, se formula una equivalencia entre los grados escolares de la educación básica y “las etapas que corresponden a estadios del desarrollo infantil y juvenil”. Sin referencia explícita al referente conceptual de esta idea, la propuesta lleva a pensar en una posible adaptación de la consabida fórmula de Piaget acerca del desarrollo cognoscitivo según la edad. La equivalencia en el Plan 2017 es la siguiente: Primera etapa, educación inicial y primero de preescolar; segunda etapa, de segundo de preescolar a segundo de primaria; tercera etapa, de tercero a sexto de primaria, y cuarta etapa, los tres grados de secundaria. Se indica que los tres “grados de transición” son los de primero de preescolar, primero de primaria y primero de secundaria. En ellos, la acción docente debe de afianzar los aprendizajes de la etapa previa y conducir al contenido de la subsecuente.
La noción misma de “competencia”, como objetivo del plan y los programas, es reemplazada por la noción de “aprendizajes esperados”. Estos se establecen para los distintos campos de formación académica que organizan el currículum, para cada grado escolar e incluso para cada asignatura en lo particular. En este orden de ideas, la noción de “aprendizajes clave” ocupa el sitio de mayor relevancia. Estos son definidos como el “conjunto de conocimientos, prácticas, habilidades, actitudes y valores fundamentales que contribuyen sustancialmente al crecimiento integral del estudiante, los cuales se desarrollan específicamente en la escuela y que, de no ser aprendidos, dejarían carencias difíciles de compensar en aspectos cruciales para su vida.” (pág. 107).
Los contenidos de los tres niveles de la educación básica están organizados en tres grandes componentes curriculares. El primero se denomina Campos de Formación Académica e incluye tres campos disciplinarios: lenguaje y comunicación, pensamiento matemático y exploración y comprensión del mundo natural y social; en cada uno de ellos se agrupan las asignaturas cuyo aprendizaje corresponde al mismo. El segundo se titula Áreas de Desarrollo Personal y Social y tiene tres áreas: artes, educación socioemocional y educación física. El plan aclara que estas no deben ser consideradas como asignaturas sino como elementos que contribuyen a la formación integral de los educandos. El tercero, por último, es llamado Ámbitos de la Autonomía Curricular, y se desglosa en los siguientes cinco componentes: “Ampliar la formación académica”, “Potenciar el desarrollo personal y social”, “Nuevos contenidos relevantes”, “Conocimientos regionales” y “Proyectos de impacto social”. La integración de los tres componentes curriculares forma el núcleo de los aprendizajes clave.
Para cada nivel de educación básica, el plan incluye los rasgos del perfil de egreso que corresponden. Estos son formulados en términos de competencias, distinguiendo tres categorías: conocimientos, habilidades y actitudes y valores. También se consideran en el plan los aspectos de planeación didáctica y de evaluación de los aprendizajes. Con respecto a lo primero, se indica que los docentes deben hacer el ejercicio de preparación de clases tomando en cuenta los aprendizajes esperados de las asignaturas y, sobre la evaluación, se insiste en que esta debe ser de tipo formativo para que beneficie a los estudiantes y estimule en ellos la competencia de aprender a aprender.
En la segunda parte del documento se presenta el mapa curricular de cada nivel de estudios así como la distribución del tiempo lectivo. Es de interés observar que las asignaturas para los campos de formación académica son prácticamente las mismas que las del plan de 2011 y que consumen la gran mayoría del tiempo lectivo, es decir ochenta por ciento en preescolar y primaria y setenta y cinco por ciento en secundaria. En este aspecto, la más notoria innovación son las características del bloque de autonomía curricular, principalmente para las escuelas de jornada ampliada completo.
Conforme a la hoja de ruta de implementación del plan, la generalización del plan de 2017 debió haberse cumplido en el ciclo 2019-2020. Pero, en el camino, ocurrieron dos eventos que lo impedirían. Primero, una pausa decretada por la SEP a resultas de la reforma de la ley general de educación decretada en 2019. El 25 de junio de 2019 se publicó el acuerdo 15/06/19 que indica: “en tanto se revisa y se elabora un nuevo planteamiento curricular que dé cabal cumplimiento a lo mandatado en (la ley general de educación) resulta necesario mantener para los grados de tercero, cuarto, quinto y sexto de educación primaria y tercero de educación secundaria la convivencia de los planes y programas de estudio (de 2011 y 2017). Únicamente para el segundo de secundaria “se dará continuidad a la implementación del (plan 2017) con el propósito de favorecer la organización y secuencia de los contenidos de las asignaturas del componente Formación Académica.” El mismo año, el 8 de noviembre, se publicó el acuerdo SEP 20/11/19 que, además de la programación de la asignatura de Tecnología para secundaria, incluyó un conjunto de modificaciones al plan de 2017, principalmente de carácter formal, sin mayores implicaciones en la organización curricular aunque con algunos ajustes en las horas lectivas de los programas.
El segundo factor que detuvo la conclusión del plan 2017 fue la pandemia. El apresurado y por fuerza improvisado diseño instruccional de “La escuela en casa”, en el que por medios audiovisuales su buscaría cumplir con los planes y programas establecidos, provocó que, apenas en este ciclo, pueda terminar el proyecto de generalización del mismo. Y está en el horno un nuevo currículum. Es la historia de nunca acabar.
Nota: Para la elaboración de esta columna fueron muy útiles las presentaciones de los profesores Santos Rivera (https://www.youtube.com/c/SantosRivera ) y Hugo Roma (https://www.youtube.com/channel/UC4-Uu8vNTDh-YqdZ79aaRWg) acerca de la convivencia de los programas de estudio 2011 y 2017. Recomiendo al lector interesado su consulta.