Las experiencias de extensión universitaria y de educación popular, inicialmente desarrolladas en Inglaterra y en Francia a finales del siglo xix, serían adoptadas, con diversas variantes, en varios países de europeos en las primeras décadas del siglo pasado. En Bélgica, Austria, España, Portugal, Dinamarca, Suecia, Alemania, Suiza, Holanda, Italia y Hungría se establecieron universidades populares durante ese periodo, en algunos casos por iniciativa de agrupaciones de trabajadores; en otros, a través de organizaciones civiles, políticas, municipales e incluso religiosas.
Sobre el movimiento europeo de universidades populares tendrán incidencia intelectual y práctica corrientes de pensamiento y de organización de base anarquista, cooperativista, socialista, en repetidos casos, aunque también corrientes afines al programa democrático liberal y al republicanismo, en otros. Así, la efervescencia de las universidades populares en Europa se ubica y explica por las encrucijadas política, económica, social y cultural que caracterizaron al tránsito entre siglos del XIX al XX.
Un ejemplo, el de Italia, puede resultar ilustrativo. Las primeras universidades populares de Italia fueron las de Turín y Trieste, ambas establecidas en 1900. A partir de ese momento las instituciones se multiplicaron en toda la península, aunque mayoritariamente en las ciudades del norte y centro del país. Un año más tarde se fundaron las de Pisa, Messina, Nápoles, Livorno, Ferrara, Palermo, Mantua, Trieste, Génova, Benevento, Piacenza y Florencia. A partir de 1904 se celebraron congresos anuales de universidades populares, y en 1906 se organizó la Federación de Universidades y Bibliotecas Populares.
También en 1906 se celebró el Congreso internacional de educación popular, con la participación de, aproximadamente, 70 universidades populares (M.G. Rosada, Le Università popolari in Italia 1900-1918).
Al igual que en Francia, una publicación periódica habría de movilizar y difundir el movimiento: la revista Università Popolare dirigida por el anarquista Luigi Molinari desde 1901. Como en Inglaterra y Francia, la expansión del movimiento extensionista fue posible a través del compromiso de numerosos intelectuales, académicos y estudiantes universitarios comprometidos con el proyecto.
A España, la ola de universidades populares llegaría poco después y tendría expresiones diferenciadas. En primer lugar, el prototipo desarrollado en la Universidad de Oviedo a partir de la creación, en 1902, de una sección de extensión universitaria similar a la desarrollada en las universidades británicas. El modelo pronto evolucionó de la programación de conferencias aisladas a la impartición de cursos sobre temas de interés y posible utilidad para grupos de trabajadores. A partir de ese momento se comenzó a emplear, en la institución ovetense, la denominación de “clases populares” e incluso el nombre de “universidad popular”.
Inspirados en el modelo pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, establecida en Madrid en 1876, los impulsores del modelo de extensión popular de la Universidad de Oviedo emprendieron la doble tarea de impartir programas de estudio con enfoque popular dentro de las instalaciones y, en un segundo momento, fuera de ellas. Entre los académicos destacados de ese periodo se recogen los siguientes: Leopoldo García Alas (Clarín), Aniceto Sela y Sampil, Adolfo González Posada, Adolfo Álvarez Buylla, Fermín Canella y Secades, Félix Aramburu y Zuloaga, Víctor Díaz Ordóñez, Justo Álvarez Amandi, Guillermo Estrada y Villaverde y Rogelio Jove y Bravo (Pedro Luis Moreno Martínez, Haciendo memoria. Las Universidades Populares en España).
Además de la nómina citada, tuvo una importante participación en el proyecto el abogado e historiador Rafael Altamira y Cravea. Altamira recibió el encargo, como parte de las celebraciones del III centenario de la Universidad de Oviedo, de emprender un periplo hacia países de América Latina, con varias finalidades: estrechar lazos diplomáticos con una visión hispanoamericanista, propiciar acuerdos de intercambio académico con universidades de la región, impartir conferencias sobre historia de España y, muy importante, difundir el modelo de extensión universitaria en desarrollo.
El viaje de Altamira, planeado para unos cuantos meses, se prolongará por casi un año, de junio de 1909 a marzo de 1910. Los países visitados fueron, en orden de presencia: Argentina, Uruguay, Chile, Perú, México, Estados Unidos y Cuba. Impartió conferencias, más de 300 según su propia crónica, y en efecto se encargó de promover entre instituciones universitarias, grupos de académicos y grupos de estudiantes universitarios, el ideario de la extensión universitaria popular. De la creación de universidades populares en América Latina nos ocuparemos en la próxima entrega.
Resta anotar, para el caso de España, una observación adicional. El modelo francés e italiano de universidades populares, ajenas a las instituciones universitarias tradicionales, tendría expresión en España a través de un reducido número de establecimientos fundados en los primeros años del siglo XX:“la Universidad Popular de Valencia (1903); la niversidad Popular de Madrid (1904); la Universidad popular de Sevilla (1905); la Universidad Popular Católica de Valencia (1906); la Universidad Popular de La Coruña (1906); la Universidad Popular de Ourense (1920); y, finalmente, la Universidad Popular de Segovia (1919). (Pedro L. Moreno Martínez, Las Universidades Populares en España: una revisión historiográfica).