En diciembre de 1988 tomo posesión del cargo de presidente de la República el economista Carlos Salinas de Gortari, previamente secretario de Programación y Presupuesto. Salinas formaba parte de la corriente del PRI identificada como los tecnócratas, el término neoliberalismo no era todavía de uso corriente en el ambiente político ni en los medios de opinión pública. Sus propuestas de campaña se centraban, por un lado, en la profundización de la política económica y de racionalidad administrativa implantada desde el sexenio previo; en la desregulación de la economía, la apertura comercial y la participación competitiva en la dinámica de globalización en curso, así como en la promoción de una estrategia de compensación a los efectos sociales de la crisis económica de los ochenta a través de un programa de distribución de recursos que se denominaría Programa Nacional de Solidaridad. El término clave que marcaría la definición de una nueva generación de políticas públicas sería el de “modernización”.
En 1990, en el segundo año de gobierno de esa presidencia, fue publicado el Plan Nacional de Ciencia y Modernización Tecnológica, que contiene los principales lineamientos, objetivos y metas de la política educativa sexenal. La implementación de dicho plan correspondería a la SPP, como agente rector de la política, y al Conacyt como su instancia de coordinación. No obstante, como en 1992 el presidente Salinas decretó la supresión de la SPP y el traspaso de sus funciones a la Secretaría de Hacienda, el Conacyt fue adscrito, de nueva cuenta, a la SEP como cabeza sectorial.
La integración y desarrollo del plan de modernización no fue, sin embargo, la primera medida de política científica del régimen. Lo fue, en cambio, la iniciativa de conformar un consejo consultivo como órgano auxiliar de la presidencia de la República para toma de decisiones en materia de política de ciencia y tecnología, y para recibir las aportaciones de la comunidad científica en temas concernientes a la planeación del desarrollo nacional y la solución a problemáticas relacionadas con los sectores productivos y los servicios públicos.
El 24 de enero de 1989 se publicó, en el Diario Oficial de la Federación, el acuerdo de la presidencia que establecía la creación de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Consultivo de Ciencias, como unidad de asesoría y apoyo técnico del Ejecutivo Federal. Un día antes se había formalizado la creación del Consejo Consultivo de Ciencias en una comida a la que fueron convidadas aproximadamente cincuenta académicos que habían recibido, en años previos, el premio nacional de ciencia y tecnología, quienes fueron invitados para integrar, en forma voluntaria, el primer quórum de dicho consejo.
El 5 de febrero del mismo año, los científicos René Drucker Colín y Ruy Pérez Tamayo, publicaron en el suplemento Página Uno del diario Uno más Uno, un texto titulado “El claustro de los científicos” en el que narran los antecedentes que derivaron en la conformación del organismo. Según la crónica de los autores, “varios científicos, entre ellos los autores de este artículo, sugerimos desde hace tiempo, pero con más vehemencia quizás durante el periodo de estas últimas campañas presidenciales, que se formara un cuerpo consultivo y propositivo de la Presidencia para la Ciencia y Tecnología. La premisa fundamental que nos hacía sugerir que se formara dicho organismo, era que la ausencia de conocimiento por parte del jefe del Ejecutivo acerca de las necesidades de la ciencia no impedía que tuviera opiniones acerca de ella sino simplemente le impedía tener opiniones bien informadas. Por demás, esto era particularmente grave en cuanto a que la información o lo que podría llamarse las políticas científicas, generalmente eran diseñadas por políticos profesionales cuya experiencia en ciencia y/o tecnología eran prácticamente nulas.”
El siguiente paso, continúa la relación, fue que “al acercarse el día de las elecciones, en una reunión de una docena de científicos activos, todos distinguidos y además buenos amigos (pero no todos premios nacionales), convocada en esos tiempos por uno de nosotros, la idea del Consejo Asesor Científico de la Presidencia se manejó ya como una opción aceptable para todos. En esa misma reunión se dijo que el Consejo debería estar formado por tres o cinco miembros, todos científicos de activos de tiempo completo, respetados por la comunidad, Nivel III del SNI, sin compromisos institucionales, sin ambiciones políticas y, sobre todo, sin sueldo adicional por esa actividad.”
Al parecer, comentan los autores, al presidente Salinas le pareció una buena idea la iniciativa planteada, pero no el número de integrantes propuesto. Entre varias alternativas decidió invitar al consejo a los galardonados como premios nacionales por su trayectoria científica, humanística o tecnológica, lo que permitiría la conformación de grupos de trabajo en distintas áreas. Sin anunciar los detalles de la decisión, convocó a los posibles miembros del nuevo organismo a la reunión de instalación, una comida en el Palacio Nacional, a la cual llegó acompañado por el ex rector de la UNAM, Guillermo Soberón Acebedo y por la doctora Graciela Rodríguez Ortega, ex directora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional.
Sobre la reunión mencionada narran Drucker y Pérez Tamayo: “el doctor Soberón tomó la palabra para señalar que, durante ese acto-comida el señor Presidente firmaría el acuerdo que declaraba la instalación formal del Claustro de los Premios Nacionales en Ciencia y Tecnología, posición a la que todos los así premiados tenemos automáticamente el derecho, pero no la obligación, de pertenecer. Las funciones específicas del Claustro serían opinar sobre problemas de ciencia y tecnología a nivel nacional. Se nos indicó que la doctora Rodríguez funcionaría como secretaria del Claustro, que deberíamos elegir un coordinador y emitir un reglamento, y se nos invitó a que expresáramos nuestros puntos de vista y comentarios. Poco después, el doctor Soberón fue electo como primer coordinador del CCC; permaneció al frente del organismo hasta el final de la presidencia de Salinas.