La semana pasada comentamos el proyecto Europa 2020 surgido al seno de los órganos de autoridad de la Unión Europea en calidad de propuesta estratégica para reorientar las opciones de desarrollo regional de la presente década. El proyecto fue planteado como iniciativa de la Comisión Europea, con algunas modificaciones fue ratificado por el Consejo Europeo, y se iniciado el consiguiente proceso de planeación y programación de las principales acciones que involucra.
Aparte de este proyecto, aunque con una finalidad semejante, el Consejo Europeo integró en 2008 un Grupo de Reflexión (GR) con la encomienda de producir un documento en el cual se identifiquen “los principales desafíos que, previsiblemente, habrá de enfrentar la Unión Europea en los próximos veinte años y analizar las respuestas más adecuadas a los mismos”.
El GR se integró con reconocidas personalidades del ambiente político, académico y empresarial europeo, comenzando con el ex presidente español Felipe González, quien se encargó de su coordinación y presidencia. Destacan también los nombres de Vaira Vike-Freiberga (ex presidenta de Letonia), Jorma Ollila (ex director de Nokia), Lech Walesa (ex presidente polaco), así como otros políticos, profesionales y especialistas en temas económicos y sociales europeos.
El reporte final, titulado “Proyecto Europa 2030. Retos y oportunidades” (consúltese en: http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cmsUpload/es_web.pdf), fue publicado en mayo de este año y difundido ampliamente en medios de prensa. Es un documento relativamente breve, aproximadamente 50 páginas de texto. No obstante, en su elaboración colaboraron más de un centenar de especialistas, grupos y organizaciones para discernir tendencias y construir escenarios plausibles.
En el documento se aclara que los pronunciamientos expresan el consenso básico del grupo, porque no en todos los aspectos considerados se logró una visión común. Desde su perspectiva, para mejorar la competitividad económica europea, al mismo tiempo que se accede a un renovado escenario de bienestar social, se necesita trabajar en varios frentes: la regulación del mercado comunitario, las normas e incentivos del sector laboral, los sistemas de educación e innovación, los instrumentos de seguridad social y los sistemas de protección del medio ambiente.
Ante todo, señala el texto, se requiere desarrollar una gobernanza económica que asegure la deseable convergencia económica entre los países de la Unión. Al respecto, se deben “resolver las divergencias existentes entre Estados miembros, vigilando y corrigiendo las pérdidas de competitividad que reflejan los desequilibrios en balanzas de pagos y por cuenta corriente” (p. 4). Para lograr tal objetivo se necesita, en opinión de los redactores, “reformar el funcionamiento de las instituciones financieras y de sus mecanismos de vigilancia y control” (ídem).
Entre las propuestas generales destacan las siguientes: hay que mejorar el capital humano como la variable estratégica clave para insertarse con éxito en la economía global; hay que poner en marcha una política común en materia energética; hay que mantener la vanguardia en la lucha contra el cambio climático; hay que enfrentar nuestro reto demográfico; hay que reforzar el mercado único para protegerlo contra las tentaciones del nacionalismo económico y ampliarlo a los servicios, la sociedad digital y otros sectores; hay que reformar el mercado de trabajo y modernizar el funcionamiento de las empresas (pp. 4-5).
Cada uno de los enunciados citados se despliega en los capítulos que integran el documento. El que se refiere al ámbito educativo trata tres temas estratégicos: mejorar la educación y las capacidades; consolidar el Espacio Europeo de la Investigación, y generar un marco reglamentario para liberar la innovación y la creatividad.
Respecto de la cobertura y calidad educativa en Europa, la propuesta hace notar que “demasiados ciudadanos europeos y nacionales de terceros países residentes en Europa están privados de acceso a sistemas educativos de la mayor calidad. Es necesario actuar urgentemente para resolver esta situación, entre otros modos ofreciendo a los profesores el reconocimiento profesional que merecen, elaborando unos planes de estudio flexibles y abiertos capaces de suscitar en los niños la curiosidad y la creatividad, y reforzando los vínculos entre los sistemas educativos públicos, la empresa y la sociedad” (p. 21).
Sobre la educación superior se señala que “no hay en la UE suficientes universidades de primera clase, lo que resta a la UE atractivo para los titulados de alta cualificación. La UE tiene que poner remedio a esta situación creando una red de centros de enseñanza de máximo nivel capaces de rivalizar con los mejores del mundo. La búsqueda de la excelencia no descarta un esfuerzo simultáneo de fomento de un mayor acceso a la enseñanza universitaria, con el fin de mejorar el nivel medio de la educación de la población en general” (p. 22).
En el tema de consolidación de las capacidades de I+D el texto refrenda la necesidad de alcanzar y mantener la meta de utilizar 3 por ciento del PIB europeo en estas actividades, así como generar la creación de “polos europeos de excelencia”, evitando que el proceso de concentración origine “desiertos intelectuales” (p. 22).
Por último, en el tema de innovación y creatividad se subraya el compromiso europeo de generar un mercado único, en el contexto de la UE, en servicios y nuevas tecnologías, así como “reformar la normativa sobre propiedad industrial e intelectual, mediante la creación de un sencillo sistema europeo de patentes.” (p. 23).