El estudio de los cambios y tendencias en la transición de la juventud a la vida adulta han mostrado que las pautas tradicionales de la relación entre educación y trabajo están casi extintas. Existe la idea de que debido a la escasez de empleo profesional y los conocimientos, habilidades y competencias adquiridos en el sistema educativo no son suficientes para que los egresados de una carrera se desempeñen con éxito en un trabajo, lo mejor es que los jóvenes estudiantes se incorporen al mercado laboral cuando todavía no han concluido su carrera.
Esta idea ha contribuido a que en la sociedad se pondere la experiencia laboral como un factor que disminuye el riesgo de que los jóvenes no consigan una adecuada inserción en el mercado de trabajo al concluir sus estudios.
De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Alumnos de Educación Superior (ENAES), durante el ciclo escolar 2008-2009, 35 por ciento de los alumnos de licenciatura en las instituciones de educación superior (IES) estudiaban y trabajaban; consecuentemente, 65 por ciento restante estaba conformado por “estudiantes de tiempo completo”.
Al distinguir lo que al respecto sucede según el régimen de sostenimiento de las instituciones de estudio, los jóvenes que combinan el estudio con el trabajo tienen mayor representación relativa en las instituciones particulares en comparación con los de las públicas. Los porcentajes correspondientes se muestran en la tabla.
Por lo que muestran los datos, puede pensarse que los estudiantes de las entidades particulares de educación superior tienen mayores oportunidades de combinar el estudio con el trabajo.
De hecho, 17 por ciento de los alumnos de las IES particulares que estudian y trabajan declararon que el motivo principal de haber escogido una escuela determinada para realizar sus estudios fue la facilidad para trabajar. En cambio, el porcentaje correspondiente a esa respuesta en las entidades públicas fue de 8 por ciento.
Respecto de los motivos por los cuales los estudiantes trabajan se encuentran otras diferencias entre el sector particular y el público. En las instituciones particulares la respuesta “adquirir experiencia profesional” registra 20 por ciento, mientras que en las de régimen de sostenimiento público el porcentaje es de 15 por ciento.
La diferencia sugiere que para los alumnos del sector privado combinar el estudio con el trabajo significa, con mayor frecuencia, una estrategia de búsqueda de un mejor futuro. Es decir, en este tipo de instituciones hay una proporción alta de quienes no sólo trabajan por necesidades, sino que lo hacen como “inversión” para el futuro.
Referente al motivo principal por el cual los alumnos trabajan, la respuesta que más frecuencias obtuvo tanto en establecimientos educativos públicos como privados fue: “para poder estudiar”. Esto, sin lugar a dudas, da cuenta de la perversidad que hay en un país como el nuestro, donde no sólo el trabajo sino también la educación superior se muestran a la juventud como exigencias para la supervivencia.
La perversidad estriba en la pérdida de posibilidades de elección y del ejercicio de los derechos de los jóvenes, pues ahora resulta que trabajar representa una condición exigente para poder estudiar una carrera, al mismo tiempo que tener estudios superiores se ha convertido en una necesidad para conseguir lo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) llama un trabajo decente.
Lo perverso de la relación educación-trabajo ha llegado a tal punto que muchos jóvenes declaran que para poder trabajar dejaron la escuela. En la actualidad, muchos de los jóvenes trabajan para estudiar y cursan estudios para poder trabajar. Pero como para muchos es imposible salir victoriosos de esta exigente forma de vivir la juventud, lo que generalmente se sacrifica son los estudios. Esa es la perversidad desde donde se ha construido y reconfigurado la relación educación-trabajo en México.
Lo anterior conduce a preguntar si para el desarrollo académico vale la pena el esfuerzo que hacen los jóvenes al combinar estudio con trabajo. Todo parece indicar que no es así, pues tanto en las instituciones particulares como en las públicas un relativamente alto porcentaje de estudiantes que han trabajado respondió a la pregunta “en comparación con tus compañeros de escuela, ¿consideras que tu experiencia laboral te ha dado ventaja en tu desempeño durante la carrera?” con un tajante “No”.
En general, las actividades que los estudiantes realizan en su trabajo poco o nada se relaciona con los temas y materias de estudio de sus carreras. Y aunque al respecto existen diferencias favorables a los alumnos de instituciones particulares, los datos estadísticos acusan que la desvinculación entre los estudios que realizan y la ocupación que desempeñan es patente en ambos tipos de instituciones.
Por todo lo expuesto se desprende una importante conclusión: en el México de hoy, la relación entre educación y trabajo no solamente es perversa, sino indecente, aludiendo al significado que la OIT le proporciona a la indecencia: la vincula con la deshonestidad y la falta de respeto a la dignidad humana.
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