Ya hace más de dos décadas que, prácticamente en todo el mundo y específicamente en México, el Estado renunció a su responsabilidad social con la educación superior y puso a la juventud bajo el poder de “la mano invisible” del mercado. En el contexto de crisis y precariedad económica y social que ha habido durante todos estos años, y con el imaginario social alimentado, por siglos, con la idea de que los estudios universitarios constituyen la clave para alcanzar el ascenso social y el mejoramiento económico, el campo de la educación superior se mostró idóneo para reactivar la acumulación capitalista; sobre todo porque las poblaciones de jóvenes escolarizados, educación obligatoria cuando menos hasta la secundaria, son bastantes numerosas.
En las décadas recientes el número de instituciones y de matriculados en el sistema de educación superior, sobre todo en el sector privado, ha experimentado un notable incremento. Pero hay que advertir que, en los tiempos que corren, la expansión de ese sistema no tiene el mismo sentido que tuvo en el capitalismo industrial.
Para el “espíritu emprendedor” del nuevo capitalismo, el objetivo prioritario del suministro de educación superior no es el de producir una mano de obra adaptada a los requerimientos del mercado de trabajo, sino la de atraer el mayor número de jóvenes para que se conviertan en estudiantes. La fuente de ganancia está puesta en el consumo de educación y no tanto en lo que resulta del proceso de producción (formativo). En el nuevo capitalismo, la obtención inmediata de ganancias es una exigencia, porque el compromiso con el futuro no existe.
Con el fin de atraer a los y las jóvenes hacia los establecimientos que ofrecen servicios de educación superior con fines de lucro, los grupos en el poder han operado estrategias tendentes a desacreditar y/o limitar el acceso a las instituciones públicas de educación.
Las crecientes cantidades de rechazados de las universidades públicas, los recortes presupuestales a las instituciones y la proliferación de becas-crédito, préstamos, vouchers y financiamientos a los estudiantes son parte del entramado montado para que los jóvenes se vean obligados y tengan la posibilidad de pagar por estudiar.
De esta manera, los estudiantes están siendo construidos como clientes de las entidades bancarias y de las instituciones que les otorgan créditos. Este modelo de financiamiento de la educación superior ha abierto nichos de mercado al capital y está generando una relación mercantil en el panorama educativo.
Y para que el negocio sea redondo y florezca, los estudiantes universitarios deben quedar absorbidos por el arquetipo del homo-consumidor, o lo que es lo mismo, que sus afiliaciones sociales y políticas declinen y se muestren escépticos ante todo tipo de asociación y participación política.
Mucho se ha dicho que las estructuras sociales y los valores en los cuales se sustenta la mercantilización de la educación superior y, en general, el nuevo capitalismo, ya están profundamente arraigados en los y las jóvenes, incluidos los estudiantes.
Sin embargo, en lo que va de este siglo, prácticamente en todo el mundo, muchos jóvenes han estado exhibiendo la identidad de estudiantes universitarios(as) como colectivo social y político decidido a no permitir que la educación superior quede inmersa en el flujo de bienes, nacionales e importados, que se consumen de acuerdo con las capacidades y recursos individuales.
Los movilizados y las manifestaciones han sido muchos, tantos que, para los pasados cinco años, el sitio web de la asociación estudiantil International Student Movement registra y documenta cientos de acciones estudiantiles en los cinco continentes.
Para dar una visión de la magnitud y alcance de lo que está sucediendo, menciono los nombres de los países donde, durante agosto de 2010, se registraron una o más manifestaciones estudiantiles: Chile, Bangladesh, India, Guatemala, Pakistán, Estados Unidos, Austria, Canadá, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Costa Rica, Argentina, Benin, Filipinas, Finlandia, Nigeria, Puerto Rico y Honduras. Por supuesto, los ha habido también en Francia, Inglaterra, Grecia, Italia, España, China y otros países, pero no sucedieron en el periodo que estoy utilizando aquí como ejemplo, por eso no los incluí en la lista.
Los movimientos de rechazados de universidades públicas que ha habido en México, como el registrado el jueves 4 de agosto en la Ciudad de México, todavía no aparecen en el sitio electrónico mencionado; pero no tardarán en estarlo, porque la dimensión global del problema de la mercantilización de la educación superior, la agregación de intereses alrededor de un mismo objetivo y de una sola identidad política, están permitiendo trascender la defensa de intereses personales e inmediatos.
De hecho, el quid de todas las reivindicaciones estudiantiles contemporáneas es el reclamo contra la injusticia y la demanda de una sociedad inclusiva y democrática que brinde un presente alentador y se comprometa con la construcción de un futuro digno. Entonces, lo que el momento exige es unirnos, todos, a tales reclamos, con el fin de que quienes estén en el poder entiendan que somos muchísimos los que estamos hartos de las políticas neoliberales y de padecer sus efectos.