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María Herlinda Suárez Zozaya

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¡Muchas felicidades, señor rector!

Suárez Zozaya, M.H. (noviembre 17, 2011). ¡Muchas felicidades, señor rector!. Suplemento Campus Milenio. Núm. 440. pp. 2011-11-17

En la UNAM estamos celebrando el comienzo de un nuevo ciclo de la vida de nuestra institución, marcado por el cambio de rector. En esta ocasión, el nuevo titular de la Rectoría no es tan nuevo porque hubo reelección. La nueva designación del doctor José Narro me alegra, entre otras cosas, porque durante su primer periodo rectoral nuestro jefe nato se comprometió con la lucha de la universidad pública y desplegó una política de consecuencias de importancia no sólo para el interior de la universidad, sino también hacia las políticas de Estado en materia educativa, y convocó a la construcción de una nueva sociedad, más humana y solidaria.

En este marco político, el doctor Narro promovió y presentó, en su nombre y en el de la UNAM, el documento Elementos para la construcción de una política de Estado para la seguridad y la justicia en democracia.

Dicho acto y documento representan un compromiso público de la institución y de su rector con la lucha por la seguridad y la justicia, y el repudio de la violencia y la criminalidad que se han desatado en nuestro país. Por ello estoy contenta, porque si la Junta de Gobierno hubiera designado a otro rector, quién sabe cuál sería el destino de este compromiso.

Sin embargo, ahora es de esperar que el compromiso se fortalezca y desde la institución se presione para que, lo antes posible, se proceda a poner “manos a la obra”. Cabe mencionar que el último rubro del mencionado documento lleva por nombre justamente esta frase.

El compromiso de la Universidad Nacional con la lucha contra la violencia y la inseguridad cobra cada vez mayor relevancia, pues en México los índices de violencia en lugar de disminuir, siguen aumentando de manera acelerada.

Algunas sedes académicas de la UNAM están situadas en regiones y ciudades del país donde la inseguridad ya está generalizada y la vida cotidiana está marcada por hechos delictivos y actos de delincuencia y vandalismo.

Particularmente en el estado de Morelos, los universitarios estamos siendo víctimas de la violencia y frente a nosotros están sucediendo, de manera cotidiana, hechos que laceran la dignidad humana y nos tienen llenos de temor. Vivimos con miedo y las condiciones para el estudio y la vida académica se están deteriorando a pasos agigantados.

En Morelos ya es común que los estudiantes expresen que no pudieron cumplir con la tarea o no asistieron a clases porque fueron víctimas de algún delito. Los estudiantes se han convertido en blanco de los “simples” ladrones, pues los atacan para ver qué traen en sus mochilas y quitarles sus laps y sus teléfonos celulares.

Claro está que estos hechos, vistos en perspectiva, son lo de menos, pues las cifras de homicidios y desapariciones de amigos y compañeros se incrementan exponencialmente. Así están las cosas en Morelos.

En la entidad, los espacios y los tiempos sociales se encuentran profundamente afectados. El miedo nos está empujando a la vida privada y el individualismo está ganando la batalla al encuentro social y a la vida comunitaria. Nuestras capacidades y posibilidades de solidaridad social y participación ciudadana están mermadas y la vocación y el espíritu público de la universidad y de los universitarios están siendo retados.

Ante esta situación, una vez más me alegro de que el rector Narro haya sido reelecto, pues él ya ha tomado este reto y presentó una propuesta pública para enfrentarlo. ¡Muchas felicidades, señor rector!

Son numerosas las acciones por realizar y las más de ellas necesitan condiciones externas a la UNAM para ejecutarse. No obstante, lo medular puede empezar a producirse si los miembros de las comunidades universitarias no nos resignamos a vivir con miedo y a estar confinados a los espacios privados.

La convocatoria es para imaginar, proponer y llevar a cabo acciones que nos hagan sentir menos vulnerables y nos permitan recuperar la convicción de que tenemos derecho a ser libres. Debemos dejar de experimentar la violencia como un dato fatal e irremediable, porque quienes tienen la culpa de tanta violencia deben saber que nuestra identidad de víctimas no sustituye a la de ciudadanos.

El llamado no es a tratar de sobrevivir, aludiendo solamente a los cuidados que todos debemos seguir para lograr la supervivencia; de lo que se trata es de, además, exigir a las instituciones del Estado que vuelvan a su lugar y hagan lo que les corresponde, porque sólo así se podrá desterrar a las fuerzas violentas que han tomado el lugar que encontraron vacío.

La erradicación de la violencia no es sólo un asunto policíaco, sino que pasa necesariamente por la reconfiguración de los espacios de la vida social y política que, poco antes de que comenzara este siglo, fueron descuidados por los gobiernos neoliberales.

Por lo pronto, el llamado es a manifestarnos públicamente condenando los asesinatos de nuestros compañeros académicos, estudiantes, profesores e investigadores, y a exigir enfáticamente el esclarecimiento de los hechos.

A partir de ahora, no bajemos la guardia y mantengámonos en lucha. La idea es, por una parte, que la movilización aumente e incorpore, cada vez más, a actores diversos. Que todas las universidades, que todas las escuelas, que todos los maestros, que todas la familias, que toda la juventud sea convocada, porque las calles y la ciudad hay que llenarlas de ciudadanía.

Por otra parte, se debe vincular realmente a la universidad con el territorio, comprometerla en temas de prevención, de diagnósticos y de leyes para que la institución funcione como una contraloría social de verdad.

Es urgente convocar programas de acción articulados a la propuesta contenida en el documento presentado por el doctor Narro, durante su primer período de rectorado, con el fin de que se potencie y fortalezca la posibilidad de obtener respuestas institucionales.

Declaremos este nuevo ciclo de la UNAM como el de la convicción de que los universitarios, todos, podemos y debemos “enfrentar los problemas” y, consecuentemente, como el del compromiso de las universidades públicas y de sus universitarios con la erradicación de la violencia y la construcción de un México donde imperen la libertad y la justicia.




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