Un aspecto característico de la juventud contemporánea es la constante interacción en la que vive con los medios de comunicación. Hay datos que demuestran que el tiempo dedicado a los medios es equivalente o superior al tiempo transcurrido en el ámbito escolar y que, en general, es mayor al tiempo dedicado al estudio. Es evidente, entonces, que los medios juegan un papel cada vez más importante en la socialización y en los aprendizajes de los y las jóvenes. De hecho, se ha dicho (Martín Barbero, 2002) que los medios de comunicación han eclipsado la importancia de la escuela, incluida a la universidad, y modificado los modos como circulan y se movilizan la información, el conocimiento y el saber.
Las recientes manifestaciones realizadas por estudiantes universitarios contra los medios de comunicación y su desempeño en el proceso de elección del próximo presidente de México son, sin duda, muy importantes y esperanzadoras. Contrariamente a lo que se podría haber imaginado fueron los estudiantes de una universidad privada de elite quienes inauguraron la contienda. No era previsible que quienes, por años, habían sido estigmatizados como hedonistas y fresas y a quienes se les supone con relativamente buenas oportunidades de trabajo y de vida se hicieran visibles como activistas políticos. Resulta que los estudiantes “ricos” tuvieron el valor de mostrarse irreverentes ante quien los medios de comunicación están construyendo como el natural triunfador de las próximas elecciones presidenciales. Ellos, y ahora otros estudiantes de varias universidades públicas y privadas, han denunciado la vinculación entre las cadenas televisivas y la trayectoria política del candidato del PRI. Así que, el sujeto estudiantil, hoy manifiestamente juvenil, ha irrumpido de nuevo y claramente en la escena política de México.
La identidad juvenil de los hoy estudiantes universitarios es muy importante de ser tenida en cuenta. Es lo que les ha permitido trascender el poder institucional y del mercado que ha construido imágenes que representan a los estudiantes de las universidades privadas, o particulares, alejados y con intereses muy distintos de los de las universidades públicas. Pero, desde las prácticas culturales juveniles, los estudiantes universitarios, todos, han aprendido a entrar en contacto, conocer, aprender, preguntar y responderse entre sí. Las redes sociales funcionan como espacio de encuentro “público” en donde los lenguajes y acciones juveniles priorizan la horizontalidad en la comunicación. A través de las redes los jóvenes comunican necesidades e inquietudes y, consecuentemente, reconocen que tienen intereses comunes y desde allí se plantean movimientos y acciones colectivas.
Por su parte, el ser universitarios también es una identidad que resalta en ellos. Porque se quiera, o no, la identidad de quienes estudian en una verdadera universidad está marcada por una dimensión reflexiva, y por lo tanto crítica, que va más allá de las clases sociales. Basta con leer las consignas escritas en las pancartas que portan los estudiantes o lo que gritan en sus marchas para caer en cuenta no sólo de la jovialidad sino también de la reflexividad de los manifestantes. Para citar algunas consignas: “Sí queremos dividir a México: en un antes y un después”; “Pueblo informado jamás manipulado”, “Candidatos: no se preocupen tanto por sus peinados y por ponerse votox, mejor lean”; “Los jóvenes no queremos violencia, pero sí conciencia e inteligencia”.
Evidentemente la homogeneidad no es la característica de la juventud actual ni tampoco de los universitarios. No es que la diversidad, la heterogeneidad, las clases sociales y las múltiples “formas de ser” estudiante universitario hayan desaparecido de un plumazo. Nada de eso. Pero, dadas las circunstancias en las que hoy vivimos los mexicanos, los estudiantes universitarios han caído en cuenta de que su realidad no puede desligarse de la que están viviendo sus congéneres que no tienen oportunidad de estudiar, quienes han sido víctimas de la violencia, el desempleo, la injusticia y la pobreza. Además, como universitarios, los estudiantes que hoy se están manifestando en las calles de varias ciudades del país se han adentrado en los libros y, por ello, conocen que la Historia no sólo se lee, o se escucha y ve en los medios, sino que ellos también tienen derecho a escribirla y trasmitirla.
En fin, estamos en presencia de manifestaciones juveniles que están reivindicando la voluntad de los estudiantes universitarios mexicanos de participar como actor político. Las prácticas y las expresiones simbólicas de estos jóvenes apuntan a cambiar la historia reciente de México y particularmente a no permitir que las verdades e ideologías mediáticas sustituyan la conciencia social, a la justicia y a la ética.