El nuevo presidente de México inició su mandato haciendo un compromiso con la educación. Entre otras cosas se comprometió a realizar una propuesta de reforma educativa que se traduzca en un sistema de educación que sirva mejor al país. El compromiso fue asumido también por los líderes de los tres principales partidos políticos en el Pacto por México, que pretende ser un acuerdo mínimo sobre las reformas urgentes que se requieren. Pero, según lo expresó el presidente, el primer asunto que atenderá el gobierno federal será crear una estrategia nacional para reducir la violencia y “recuperar la paz y la libertad”. Es probable que dentro de esta estrategia se considere implantar algún programa de seguridad específico para las escuelas.
Actualmente, opera en México el Programa Escuelas Seguras (PES) que fue implantado durante el gobierno de Felipe Calderón y que, en principio, fue definido como “un programa integral, que busca garantizar el desarrollo de los alumnos con base en la prevención de la violencia, la delincuencia y las adicciones en los planteles de educación primaria y secundaria”. Se trataba de que a través de las acciones de profesores, alumnos y padres de familia, articulados a través de los Consejos Escolares de Participación Social, las escuelas públicas del país conformaran comunidades seguras.
Pero, la definición inicial de PES se trastocó profundamente cuando se autorizó que los recursos canalizados al programa se destinaran a la compra de equipamiento como alarmas, sistemas de cámaras de seguridad, detectores de metales, etc. y se implantaron programas como el de “Mochila Segura”. En el ciclo escolar 2008-2009 el PES pasó a formar parte de la política pública Limpiemos México. Zona en recuperación. Estrategia Integral de Combate a la Delincuencia, en la cual la Secretaría de Seguridad Pública jugó el papel protagónico. A pesar de las fuertes críticas realizadas, principalmente por organismos en pro de los derechos humanos, a la fecha, el PES sigue ubicado en la promoción del temor y de la agresión contra los estudiantes. Esta forma de operación ha provocado que la sospecha, la intimidación y el abuso de poder marquen las relaciones sociales entre los actores escolares y entre la escuela y la localidad en donde se encuentra ubicada.
También, en México, opera el Programa de Escuela Siempre Abierta (ProESA). En contraste con el PES, este programa alienta la participación y articulación de voluntades de la sociedad civil, de instituciones de educación superior, de empresas, de instituciones deportivas, culturales, tecnológicas y científicas, entre otros actores, para que en coordinación con las autoridades educativas estatales se organicen y desarrollen actividades en las escuelas de acuerdo con lo que cada escuela y comunidad establezcan como pertinente. La convivencia y la participación social y comunitaria constituyen los elementos centrales en esta estrategia.
Según se dice en el documento base de este programa, el ProESA “constituye una alternativa orientada a contribuir en el desarrollo de la sociedad mexicana promoviendo el aprovechamiento de los espacios e instalaciones de las escuelas de educación básica para la realización de actividades diversas en beneficio de la comunidad.” Se pondera “la importancia del trabajo conjunto de la comunidad escolar y de la comunidad local en la prevención de hábitos dañinos para la salud —física y mental, personal y colectiva— como adicciones, prácticas sexuales no responsables y violencia.”
Los medios y formas como ambos programas buscan incidir en la reducción de la violencia son mutuamente excluyentes: en el PES se cultiva la desavenencia y la intolerancia social y en el ProESA la convivencia y la confianza. La operación simultánea de estos programas transmite mensajes contradictorios a los miembros de las comunidades escolares y a la sociedad. Así que, si se quiere reducir la violencia en el país debería optarse por cancelar alguno de los dos programas. Ojalá y el nuevo presidente opte por ampliar y apoyar la proliferación de Escuelas Siempre Abiertas. El propio documento del programa informa que las investigaciones realizadas demuestran que los niños y jóvenes que son violentos en la escuela han vivido expuestos al maltrato en el seno de sus familias y a las ofensas y rechazos de la sociedad.
Recientemente, para dinamizar los procesos de paz y reducir las acciones violentas, algunos países latinoamericanos, como Brasil y El Salvador, entre otros, han optado por opciones que retiran el armamento y procuran y fortalecen la convivencia y la inclusión comunitaria. En estos países se ha comprendido que el pasaporte para un futuro de paz y prosperidad está en la educación y en la recuperación y fortalecimiento del tejido social. Justamente esto es lo que se puede lograr a través del ProESA.