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María Herlinda Suárez Zozaya

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Imágenes de los y las protagonistas de los movimientos estudiantiles del siglo XXI en México

Suárez Zozaya, M.H. (febrero 28, 2013). Imágenes de los y las protagonistas de los movimientos estudiantiles del siglo XXI en México. Suplemento Campus Milenio. Núm. 500. pp. 2013-02-28

Uno de los cambios más importantes que se han registrado en el mundo a partir de finales de la década de los ochentas se expresa en las relaciones intergeneracionales, particularmente entre la juventud y los adultos. El stock de saberes con el que se interpretaban, enfrentaban y solucionaban las tensiones y conflictos entre padres e hijos, profesores y alumnos, etc. ya no sirve. La desconfianza se ha convertido en sentimiento presente en las relaciones sociales y dificulta el vivir juntos.

Los jóvenes contemporáneos están especialmente afectados por el derrumbamiento de la confianza social. Han sido quienes han enfrentado una mayor exclusión de la esfera económica y política, a la par que han asumido un importante protagonismo en la dimensión cultural de la vida social. Grafiteros, góticos, punks, neopunks, gruperos, pandilleros, globalifóbicos, y tantas otras imágenes, expresan que en los mundos juveniles proliferan estéticas contraculturales que han disuelto las representaciones institucionales que se tenían sobre la juventud. Entre las imágenes que no han perdurado están las de los estudiantes universitarios.

Los prototipos del movimiento estudiantil

Respecto a los protagonistas de movimientos estudiantiles los cambios han sido muchos. La huelga que en abril de 1999 estalló en la UNAM reveló que el sujeto protagónico de los movimientos estudiantiles ya no son “los jóvenes del 68”. El movimiento de fin del milenio hizo evidente que los líderes estudiantiles y quienes los siguen se juvenilizaron; no tanto por su edad cronológica sino por la actitud juvenil vinculada con la festividad irreverente y los performances “desmadrosos”.

Los “nuevos” estudiantes líderes son producto de la masificación de la educación superior. Suelen ser jóvenes de clase media baja y de los sectores populares cuya socialización infantil y adolescente transcurre en barrios periféricos o submetropolitanos. El punto de inflexión, entre la fase anterior y la nueva politización del sujeto estudiantil universitario, fueron las intenciones institucionales de mercantilizar la educación superior y promover cambios que atentan sobre su carácter público. La consigna adoptada, en 1999, “somos un chingo y seremos más” muestra que la fuerza del movimiento la basaron los estudiantes en el apoyo social; cuando menos así lo pensaban.

En mayo del 2012 hicieron su aparición los integrantes del movimiento #Yo soy 132. El núcleo de agregación de estos estudiantes fue estar viviendo un tiempo electoral autoritario y lleno de deshonestidades. Este movimiento colocó en el escenario público a una juventud universitaria preocupada e informada que defendió su identidad ciudadana y que repudió la vinculación de la acción política de los jóvenes con el acarreo y su identificación con la acción violenta y con actos porriles. Quizá la peculiaridad más significativa de este movimiento fue que los liderazgos fueron asumidos por estudiantes de universidades privadas.

El desmarcaje de los integrantes del movimiento #Yo soy 132 respecto al control social que ejercen los medios de comunicación así como su aparición y formas de organización por medio de redes sociales tornaron evidente que la vida cotidiana de la juventud “pudiente” se ha tecnologizado. Los soportes de conexión abrieron la posibilidad de generar formas inéditas de convivencia y participación ciudadana que exigieron replantear la política desde su articulación con la cultura y la comunicación. La cardinalidad del número 132 es simbólica y representa una convocatoria abierta a otros jóvenes que ciertamente han confluido en plantones, marchas y manifestaciones mostrando que el descontento de la juventud mexicana está generalizado y que por lo tanto “suma”.

Encapuchados: transgresores sociales

En días pasados, nuevamente, aparecieron en el espacio público manifestaciones de jóvenes estudiantes inconformes. Se mostraron encapuchados, se dijeron estudiantes del CCH y cometieron una serie de desmanes rompiendo vidrios y ventanas para tomar oficinas situadas en el campus de Ciudad Universitaria. La peculiaridad de las actitudes y de las formas expresivas y de acción utilizada por estos sujetos los ubica bajo el modus operandi y las representaciones sociales de las bandas juveniles.

La manifestación de la agrupación juvenil en bandas, ha escrito Maritza Urteaga, corresponde a una de las expresiones de rebeldía de los y las jóvenes que cursan el último de año de primaria y llega hasta la preparatoria. Se caracteriza por la crítica implícita a la sociedad, pero sin tener planes ni intenciones de reconstruirla. Se auto-identifican como trasgresores y su base de acción es territorial; invaden espacios públicos, los marcan y los pretenden propios. Los conflictos y problemas los resuelven por medio de peleas y disputas ya que el diálogo no forma parte de su cosmos. En esta ocasión, lo que ocasionó la movilización fueron, principalmente, la exigencia de liberación y reingreso de alumnos encarcelados y expulsados tras una trifulca, y el rechazo a las reformas planteadas al currículo.

Sujetos distintos

Los tres movimientos ocurrieron en contextos históricos distintos. Aunque su aparición en el tiempo se corresponde con relevos generacionales sucesivos, los sujetos protagónicos en cada uno son diferentes. En las actitudes, lenguajes y formas de acción utilizadas se encuentran marcas de pertenencias e interacciones que se relacionan con signos y símbolos de distintos mundos culturales. Además, hay una enorme diferencia respecto a la cantidad de estudiantes que se sumaron a cada uno de los movimientos. A diferencia de los dos primeros, el grupo de jóvenes que tomaron las instalaciones del CCH en la Ciudad Universitaria fue pequeño y nunca contó con una base social de apoyo. La pregunta es, entonces, ¿por qué se cumplieron sus demandas, si no parecían justas?

Una de las características del rector de la UNAM es su pulso social maduro y sereno; respeta a los y las jóvenes y evita la “sentencia social” a los estudiantes que se movilizan. ¿Quiere esto decir que las instituciones educativas deben ser prudentes ante las versiones más extremas de la rebeldía juvenil? La respuesta es sí, porque el descontento social está generalizado y la paz social es tan vulnerable que cualquier movimiento, por pequeño que sea, puede escalar y expandir la violencia.

Discutir, no oprimir

Ahora que, los estudiantes que tomaron las instalaciones de CU las han devuelto, lo que toca a los universitarios es exigir que el foco de las escenas que se vivieron se ubique en la sociedad y no sólo en la universidad. La sociedad en su conjunto, incluidos por supuesto los y las jóvenes, debe debatir sobre la condición juvenil que hoy impera en México. La intención no debe ser reprimir ni catalogar comportamientos, ni tampoco tipo de juventudes. Lo que debe buscarse es reconocer la diversidad de los mundos juveniles e impedir que las imágenes de los jóvenes delincuentes y violentos se instalen en el imaginario colectivo como representación hegemónica de los estudiantes activistas. Escribió Castoriadis que los imaginarios tienen tal fuerza creadora que institucionalizan.

Lo ocurrido nos ha dejado la tarea de descifrar las tramas sociales y juveniles que están haciendo emerger en los jóvenes mexicanos del siglo XXI, estudiantes o no, desconfianza y comportamientos agresivos, incluso contra el patrimonio propio. Por lo pronto, hay que notar, que con todo y las diferencias, en los tres movimientos mencionados hay reivindicaciones constantes: rechazo al autoritarismo y a las decisiones verticales. En los tres, la sustancia de las demandas, las significaciones y los modos de actividad coinciden en luchar contra la desigualdad y la injusticia en el acceso y en los procesos de apropiación y comunicación de información y de conocimiento. Reflexionar en esto puede ser un buen punto de inicio.




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