Abundan las evidencias empíricas que documentan el profundo desencanto de la juventud mexicana contemporánea frente a las viejas formas y tradiciones de hacer política, y ante las instituciones. y personas que tienen a su cargo este quehacer.
Los datos de la Encuesta de la Juventud, levantada en México en 2010, informan que más de la mitad de los y las jóvenes de entre 12 y 29 años otorgan menos de 7 de calificación a la confianza que. tienen en los diputados federales (63.5%), los partidos políticos (63.8%), el gobierno federal (53.4%), y la Suprema Corte de Justicia (52.5%). La descalificación juvenil hacia estas instituciones aparece. como constante desde que, en el año 2000, se aplicó la primera Encuesta de la Juventud.
La desconfianza de la juventud mexicana respecto a los principales actores políticos e instituciones públicas del país hace referencia a una mala evaluación del régimen gubernamental y tiene consecuencias en el compromiso cívico y la participación de los y las jóvenes en los procesos electorales. La encuesta ya citada muestra que en 2010 apenas un poco más de la mitad (55.8%) estaba de acuerdo con votar en las elecciones y sólo el 37.1 % lo estaba respecto a participar en asociaciones de carácter político. Por su parte, el 66% de los y las personas de entre 18 y 29 años. consideraban que los partidos políticos no son necesarios para que la democracia funcione.
La desafección de la juventud contemporánea respecto a las formas e instituciones tradicionales de la política ha incidido, también, en la construcción de las identidades que alimentan los modos juveniles de asociación y de acción colectiva. Al pedirles a los y las jóvenes, de 18 años y más, que escogieran tres palabras con las que se identificaran o que creyeran que los representaban mejor, la palabra "ciudadano" sólo obtuvo el 4.9% del total de las menciones, mientras que "joven" y "mujer" registraron el 17.7% y 17.6% respectivamente. "Mexicano" tuvo el 1 3.5% de las selecciones.
La escasa relación de la percepción subjetiva de los jóvenes sobre sí mismos con la identidad ciudadana está configurada por la situación social, económica y política de crisis en la que han crecido. La juventud de hoy tiene conciencia de que ni su sociedad ni sus gobiernos se harán cargo de su bienestar presente, ni de su futuro. Más allá de que esto pone en cuestión la propia legitimidad del sistema democrático, la escasa identificación con la representación de ciudadano habla de la falta de un proyecto político común, entre jóvenes y Estado, que ofrezca al país horizontes de vida digna para todos y todas.
En la última década, en varios paises del mundo, los y las jóvenes han desplegado un sin número de manifestaciones políticas en torno a demandas respecto a distintos temas. Datos en esta dirección. refuerzan la idea de que la apatía política no está generalizada entre los y las jóvenes sino que las expresiones de su participación política y su sentido, respecto a su relación con los espacios públicos, son complejos. Generalmente, lo que se ha hecho es que en lugar de tratar de entenderlos y atenderlos se los ha tratado de "encauzar", "incorporar", "ordenar", "gobernar", y las más de las veces reprimirlos. Esta forma de actuar termina por acallar las voces juveniles y atiza la desconfianza y la rebeldía de los y las jóvenes frente a la política y sus actores.
El asunto es muy preocupante si se lee a la luz de la siguiente estadistica: el 66% de los estudiantes de licenciatura de la UNAM contestaron que de tener la oportunidad se irían a vivir a otro país.. Este dato proviene de la Encuesta de Estudiantes de la UNAM, ENEUNAM, que se levantó en esta institución en noviembre de 2011. El dato es preocupante debido a que un lugar de encuentro entre la. participación política y la emigración es que ambas son acciones que se emprenden en búsqueda de una vida mejor. Si a este respecto lo que se obtiene de la primera es desencanto y frustraciones, la opción que queda, para muchos, es irse.