La semana pasada se celebró en la UNAM el Simposio “La Universidad Pública a Futuro”. Una de las mesas trató las “Experiencias y Miradas Juveniles sobre la Universidad”. Destacó que, en los tiempos que corren, la diversificación de la oferta universitaria es tal que se dificulta considerar a la universidad, en singular. Pero, cuando el marco de reflexión es político, como fue el caso, hacer referencia a la institución universitaria, en singular, es necesario para recordar que la universidad representa un símbolo y también un actor social, con una larga historia. Otra cosa es la referencia al conjunto de dependencias y empresas que hoy ostentan este nombre, entre las cuales existen diferentes misiones, estilos de ser y jerarquías sociales.
Además, es bueno recordar que los estudiantes matriculados en una universidad no son los únicos que viven experiencias universitarias y miran a esta institución. Los y las jóvenes que no cursan educación superior, que no son estudiantes universitarios o que ni siquiera están matriculados en alguna escuela, también la miran. Para la universidad, cuando menos para la de carácter público, las experiencias y miradas de todos los y las jóvenes, estudiantes o no, cobran especial importancia. Además, no olvidemos que, como dice Dubet, los estudiantes son, ante todo, jóvenes.
En fin, el tema de las experiencias y miradas de los y las jóvenes respecto a la universidad es complejo y debe abordarse poniendo en el centro de la discusión el hecho de que la juventud y la universidad son categorías que contienen un complejo entramado de significaciones sociales y culturales; los ponentes de la mesa así lo hicieron en sus espléndidas exposiciones. En este texto sólo abordaré unas cuantas cosas de las que fueron dichas. En mi próxima entrega a Campus, volveré a tratar el tema.
En la Encuesta Nacional de Juventud, que se levantó en 2010, se preguntó a todos los jóvenes de entre 12 y 29 años ¿qué nivel de estudios te gustaría alcanzar? La mayoría de ellos y ellas (el 66 por ciento) contestó licenciatura o más. Esto, permite afirmar que muchos jóvenes mexicanos se relacionan con la universidad a través de miradas de aspiración.
Pero, como se sabe, la aspiración de tener estudios universitarios no puede ser cumplida por muchos mexicanos. Según la misma encuesta solamente el 23 por ciento de los jóvenes que en 2010 tenían entre 18 y 29 años contaban con estudios de licenciatura, aunque no necesariamente los hubieran terminado. Así que en México, muchos son los jóvenes que aspiran a ser universitarios, pero son pocos los que lo logran. Puede decirse entonces que la mayoría de los jóvenes mexicanos miran a esta institución universitaria con frustración y desilusión.
Es innegable que en las últimas décadas, la cobertura de la educación superior ha experimentado un importante incremento, tan es así que desde las últimas décadas del siglo pasado se habla de que la educación superior, en el país, está masificada. Incluso, en la actualidad varios jóvenes que asisten a las IES provienen de familias de bajos ingresos.
La participación en la educación superior de los jóvenes de escasos recursos ha permitido que la universidad sea vista como esperanza y que muchos jóvenes mexicanos articulen sus proyectos de tener una vida mejor con la posibilidad de ir a la universidad. Esta mirada se refuerza debido a la escasez de empleo decente que hay para los jóvenes contemporáneos y por la convicción de que para quienes tienen una profesión las cosas son menos difíciles.
Pero, como lo frecuente es que para muchos jóvenes el incremento de las oportunidades de asistir a la universidad no se convierta en experiencia personal se gestan sentimientos de decepción y hasta de desesperación entre ellos y ellas. Por su parte, quienes si logran tener acceso suelen sentirse afortunados y miran a la universidad con agradecimiento. ¡Cómo si el acceso a la educación superior no fuera su derecho!
Resulta que los jóvenes mexicanos tienen claro que no da lo mismo asistir a una universidad que a otra. Comprenden que, al respecto, hay jóvenes más afortunados que otros. Según la fuente ya citada, el 15 por ciento del total de jóvenes que contaban con estudios de educación superior aceptaron haberse inscrito en tal o cual institución universitaria porque no tuvieron otra opción, o porque no fueron aceptados en otra. Por su parte, los resultados de la Encuesta Nacional de Alumnos de Educación Superior, ciclo 2008-2009, muestran que el 37.4 por ciento de los estudiantes de licenciatura en el país no estaban matriculados en la institución de su primera opción, en el momento que se levantó la encuesta.
Por lo pronto, dejo hasta aquí este texto. Los invito a reflexionar en el significado de los datos que tornan visible las diferencias de miradas y experiencias de los jóvenes hacia las distintas instituciones que integran el sistema de educación superior. En las IES Particulares el porcentaje de estudiantes que respondieron negativamente a la pregunta ¿esta escuela fue tu primera opción? fue de 52 por ciento. En las Universidades Politécnicas fue de 43 por ciento, en las Tecnológicas 43 por ciento, en las Escuelas Normales 36 por ciento, en los Institutos Tecnológicos 35 por ciento, en las Universidades Públicas Estatales 27 por ciento y en las Universidades Públicas Federales 25 por ciento.
De estos indicadores se puede desprender la afirmación de que, en la actualidad, hay varios jóvenes mexicanos que miran a la universidad con recelo e inconformidad. Este tipo de experiencias y miradas se están incrementado enormemente debido a la creciente cantidad de jóvenes que tienen que postergar su ingreso a la educación superior, o de plano abandonarla, debido a que han sido rechazados de la institución pública de su elección.