A principios del año pasado escribí para Campus un artículo que titulé "La sociedad del conocimiento exige fortalecer la relación entre academia y medios". Lo que me motivó a escribirlo fue mi entonces cercana experiencia con el llenado del informe-programa que todos los años los académicos de la UNAM debemos entregar para cumplir con requerimientos institucionales. Habiendo pasado recientemente por la misma experiencia, vuelvo a insistir en el tema porque, una vez más, me he topado con el hecho de que el formato diseñado para evaluar el desempeño de los investigadores adscritos a los centros e institutos de las áreas de Humanidades y Ciencias Sociales contempla, explícitamente, la posibilidad de otorgar valor académico a la participación en radio y televisión, pero no incluye medios periodísticos. Esto me parece inadecuado y en lo que sigue doy algunas razones.
Es compromiso de la universidad, cuando menos de las de carácter público, hacer explícito y accesible el conocimiento que produce. En definitiva, de acuerdo con el ethos universitario el conocimiento producido por la institución debe tener carácter público.
Por su parte, las Ciencias Sociales y Humanidades se caracterizan por abordar temas vinculados con situaciones sociales, culturales, económicas y políticas que interesan y competen a los individuos y a la sociedad en su conjunto, de tal manera que la participación de los investigadores en medios de comunicación masivos es una manera de nutrir la opinión pública y de introducir temas y opiniones en el espacio público de debate.
Sin duda, la participación de los investigadores en medios de comunicación "masivos" cumple funciones político-académicas. Permite que el conocimiento se ubique en un espacio ideal para la formación "objetiva" de opinión pública y, con ello, se fortalecen los procesos de formación reflexiva y cultural que son responsabilidad de la universidad pública y abren a esta institución la posibilidad de tomar parte de la disputa por las representaciones sociales que los distintos grupos hegemónicos filtran hacia la sociedad. Porque, hoy, no se puede subestimar el hecho de que los medios de información otorgan poder, tanto que permiten la conversión imaginaria de los enemigos en personas poco confiables, y hasta en delincuentes.
De hecho, ha sido así como, en tiempos recientes, en el país, los grupos interesados en dar apoyo a la educación superior privada han tratado de que la sociedad mexicana pierda confianza en las universidades públicas. De ahí que, en particular en los tiempos que corren, para los académicos que nos dedicamos al estudio de temas de educación superior publicar artículos en periódicos resulte estratégico, y también para la universidad que a través de nosotros puede, legítimamente, tomar y dar palabra.
Por otra parte, escribir en periódicos de amplia circulación permite a los investigadores dar a conocer sus ideas entre colegas de la propia institución y de otras, incluso, lejanas. Con ello, se fomenta el trabajo colectivo, la multiplicidad de perspectivas y muchos otros elementos que sin duda enriquecen la calidad y pertinencia del conocimiento que se produce, asimismo, estimulan la operación de grupos y redes académicas que dan lugar a las hoy tan anheladas estructuras de soporte interinstitucional e interdisciplinarias para la investigación.
Quizá resulte que todas las palabras que los investigadores escribimos en periódicos no tengan un efecto tangible sobre el mundo y que nos hemos estado engañando pensando que esas palabras marcan una diferencia. Quizás estamos perdiendo el tiempo, pero los investigadores de ciencias sociales y humanidades, quienes por nuestra propia formación conocemos y reconocemos el poder de la palabra escrita "ya sea una columna de opinión de un periódico, una novela o un libro político", escribimos en periódicos por razones políticas, de largo y de corto plazo, estratégicas y de principios.
Escribimos porque sentimos que cumplimos una responsabilidad académica cuando recibimos comentarios sobre lo que escribimos, independientemente de dónde vengan o si se expresan en acuerdos o no. Porque, estando las cosas como están, y se pronostican para el futuro próximo, a los académicos de las universidades públicas lo que nos corresponde ahora es abrir, ampliar y valorar los espacios de comunicación entre nosotros y con la sociedad.