La lucha contra el narcotráfico es una de las acciones con las que está más comprometido el actual gobierno mexicano. Hoy es cosa de casi todos los días encontrar noticias acerca de decomisos de drogas, tiroteos entre policías y miembros de cárteles y organizaciones criminales, muertes y violencia, evidencias de corrupción de funcionarios públicos, detención de vendedores, ya sea de menudeo o mayoreo; hasta llegar finalmente al consumo y a los daños a la salud.
El gobierno mexicano destina enormes recursos materiales, técnicos y humanos a la lucha contra los narcotraficantes y, al respecto, sus esfuerzos han sido tantos que incluso el presidente Bush ha elogiado públicamente la estrategia de Felipe Calderón contra los cárteles. Es que, desde hace mucho, los gobiernos de Estados Unidos presionan a Latinoamérica y, en particular a México, para que combatan el narcotráfico, de acuerdo con sus designios y conveniencias. De hecho, ese país se ha otorgado, a sí mismo, el papel de "certificador" de la lucha antinarcóticos.
La semana pasada estuve en la ciudad de Chicago; el tema que invadía el aire entonces era la batalla electoral entre los precandidatos demócratas a la presidencia. Pregunté a un grupo numeroso de alumnos universitarios, entre los que había varios hispanos, cuáles serían los temas que querrían discutir con los candidatos. Sin ninguna duda, el tema mencionado con mayor frecuencia fue la despenalización y la legalización de las drogas. Argüían que, sobre este tema, los jóvenes deberían ser escuchados, pues son ellos los que más expuestos están a la promoción del consumo y a los efectos de éste, y también a las consecuencias de la prohibición.
La mayoría de los jóvenes a quienes pregunté si habían tenido alguna experiencia con narcóticos aceptó haberla tenido; muchos declararon estar en favor de políticas públicas de despenalización y legalización.
Al llegar a México busqué información acerca de la posición de los jóvenes mexicanos sobre el tema de las drogas. Encontré que recientemente la organización México Unido Contra la Delincuencia A.C. presentó los resultados de su encuesta trimestral "Percepción ciudadana sobre la seguridad en México", realizada por Consulta Mitofsky. Según esta encuesta, cerca de 20 por ciento de los mexicanos mayores de 18 años está en favor de la legalización de las drogas (específicamente la marihuana), y notablemente entre los más jóvenes y los más educados la idea de la legalización cuenta con mayor apoyo: 22 por ciento de los jóvenes (18-29 años) está en favor y entre los universitarios el porcentaje alcanza 30.2 por ciento. Asimismo, más de 40 por ciento del total de los mexicanos interrogados respondió que considera que conseguir droga es muy fácil. Y, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Juventud 2005, los propios jóvenes universitarios opinan que la mayoría de sus congéneres fuman marihuana.
En la III Reunión Antidrogas, Colombia, México y Estados Unidos concluyeron que los resultados positivos de su programa de cooperación se muestran en "el incremento en el precio de la cocaína en los mercados internacionales y en la disminución de la pureza de la droga ilícita".
Siendo éstos los indicadores que utilizan dichos países para dar cuenta del éxito de su programa, no queda duda que la estrategia de lucha contra el narcotráfico que se impulsa desde Estados Unidos no se encuentra basada en la responsabilidad de brindar protección a los ciudadanos ni en la preocupación por la salud pública, sino meramente en visiones de corte económico y de poder. Ya han dicho varios, entre otros Gustavo de Greiff e incluso Gabriel García Márquez, que para ese país la política antidroga forma parte de sus estrategias para justificar sus intervenciones en tierras extranjeras, además le procura rendimientos monetarios enormes.
Lo cierto es que en México, por más que se luche contra "el narco", las drogas, aun estando prohibidas, se encuentran ya en todos los rincones y prácticamente cualquier individuo que lo desee puede tener acceso a ellas. Hay evidencia de que la prohibición no inhibe el consumo y la forma como se está dando la lucha contra el narcotráfico ha provocado violencia, desconfianza, desintegración social y enriquecimiento desmedido de los traficantes y de los corruptos. Además, se pretende que los adictos se rehabiliten en cárceles cuando lo adecuado es que se les brinde la posibilidad de someterse a tratamientos médicos y psicológicos.
Se sabe que muchos jóvenes consiguen drogas en sus propias escuelas y universidades, nada ganamos con negar este hecho. Más bien, cuando menos en los ámbitos educativos, hagamos frente a esta realidad y dialoguemos con los jóvenes al respecto para que la contienda contra el abuso de drogas no se dé sólo desde los marcos del enfrentamiento y la violencia. En este diálogo, el conocimiento, las palabras, experiencias y propuestas de los jóvenes deben escucharse, conjugarse e intervenir en estrategias institucionales tendientes a construir una juventud que frente a la conciencia del riesgo que acarrean las drogas se organice y actúe de manera reflexiva.