Sigo con el tema de la universidad latinoamericana porque me parece que dadas las condiciones que hoy vivimos en la región y las exigencias impuestas por la globalización los científicos sociales y los humanistas debemos reflexionar en la re-presentación que actualmente tiene "lo latinoamericano", así como en los atributos que expresan las significaciones imaginarias que mantienen a Latinoamérica unida, sino como realidad, cuando menos como propuesta.
Cuando José Vasconcelos dotó a la UNAM de su actual escudo puso en él un águila mexicana y un cóndor andino, protegiendo el mapa de América Latina, desde la frontera norte de México hasta el Cabo de Hornos, plasmando su adhesión a la idea de la lucha por la unificación de la región. Y es que en ese momento, que estaba todavía marcado por la transición entre los siglos XIX y XX, la defensa de la integración latinoamericana, preconizada por Simón Bolivar, era plenamente legítima. Intelectuales, miembros de las clases medias y trabajadores daban a la propuesta bolivariana un significado propio, basado en la ruptura con el imperialismo estadounidense y el neocolonialismo. Al respecto, el pensamiento de Leopoldo Zea fue realmente fecundo.
Pero hoy, la utopía de la unión latinoamericana se derrumba frente a los efectos y ofrecimientos de la globalización. Y si se está derrumbando es porque no ha podido mantener o forjarse una representación de sí misma desde donde se pueda generar y valorizar un proyecto de transformación social de la región al cual adherirse y por el cual merezca la pena luchar. La intensa preocupación por el futuro, en la que se encuentran atrapadas las sociedades de los distintos países de la región, ha llevado a algunas de ellas a buscar nuevos horizontes regionales, como si de esta manera lograran escapar de la imagen de Latinoamérica vinculada a crisis económicas recurrentes y a la persistencia de la pobreza. Esta imagen no podía sino ejercer un efecto de retorno negativo sobre la autorrepresentación de "lo latinoamericano".
Por lo que respecta a la universidad latinoamericana hay acuerdo en cuanto a la existencia de una realidad histórica que ha enfrentado problemas comunes derivados, sobre todo, de su vocación de servicio público y de su dependencia del Estado. Porque como lo advirtió Luis Alberto Sánchez, con motivo de la fundación de la UDUAL: la universidad latinoamericana suele ser vista con recelo, sino con franca oposición, por los regímenes políticos que la perciben rebelde. Además, es mirada con indiferencia, si no enemistad, por las clases adineradas que rara vez le prestan su concurso económico. Otro rasgo común de la universidad latinoamericana, señalado por Sánchez, es la disposición de recursos insuficientes para sus funciones más elementales.
Sin duda, lo anterior constituye justificación para significar lo latinoamericano como problemático y para sembrar en la universidad latinoamericana sentimientos de culpa, impotencia, desaliento y cansancio ante un horizonte de integración regional que se muestra impertinente, a no ser que se le presente en términos de bloque regional que busca ser actor internacional en el mundo globalizado, a manera de la Unión Europea.
No se trata de pedir a los países de la región que sigan el ejemplo europeo, porque por lo pronto no existen las condiciones reales para hacerlo. Tampoco de que los gobiernos y las sociedades nacionales sacrifiquen objetivos propios por el bien de la región ya que esto sería contraproducente e inclusive peligroso. De lo que se trata es de poner en la escena de la globalización una identidad latinoamericana que sea construida bajo el criterio de la pertenencia a países cuya cultura está marcada por asuntos de interés común: erradicar las sombras del colonialismo y de la dependencia, así como ponderar los valores humanos por encima de los del mercado. Es desde la construcción y la adhesión a esta identidad que en mundo globalizado Latinoamérica se podrá situar como par frente a otras identidades regionales. De no hacerlo, la pobreza y el tropismo hacia los Estados Unidos se convertirán en fuerzas que terminarán por quebrantar la posibilidad de los países de la región de ser lo que hubieran querido ser, y más aún, perderán la voluntad de saber lo que quieren ser en el futuro. Así, precisamente el compromiso con esta identidad es lo que mantiene vigente el sentido de la existencia de la universidad latinoamericana.