En un artículo de CAMPUS (113), escribí acerca de la universidad como idea y como problema. Afirmé que, cualquiera que sea la vertiente que se tome, el estudio de la universidad debe estar anclado en un tiempo y un lugar determinados, porque esta institución, incluso solamente como idea, no puede entenderse fuera del marco de su acontecer histórico. Siendo esta la postura ahora abordo la pregunta que se han hecho muchos autores ¿existe la universidad latinoamericana?
En 1949 Luis Alberto Sánchez, político e intelectual peruano, abordó esta misma pregunta como preámbulo de su conocida obra La Universidad Latinoamericana. A Sánchez no le cupo duda que, durante el periodo colonial, existió en la región una universidad como institución completa, según las normas de la época. Atribuyó al siglo decimonónico la responsabilidad de la destrucción de esta primera universidad, y entonces la pregunta sobre la existencia de la universidad latinoamericana la refiere a la época moderna cuando, según dice el autor, la universidad fue substituida por una simple yuxtaposición de escuelas profesionales.
Entre los muchos autores que han contestado la pregunta que encabeza este texto no hay una sola postura. Sus opiniones van desde negar la existencia de una universidad genuinamente latinoamericana, hasta la apasionada defensa de su existencia. Por su parte, los aportes de Rudolf Atcon, Luis Scherz, Tomás Vasconi e Inés Recca, entre otros, llegan a la conclusión de que sí existe una forma generalizada que caracteriza históricamente a las universidades latinoamericanas, más allá de que, cómo realidad histórica, esta forma no sea más que un conjunto heterogéneo en que elementos de universidades europeas y norteamericanas se han superpuesto a la herencia española.
Merece la pena incluir en esta reflexión el pensamiento de Hanns Albert Steger respecto a la universidad latinoamericana. Este sociólogo europeo apoyó ampliamente la tesis de la existencia de una identidad esencial de nuestras universidades. Aún cuando dice que "la universidad latinoamericana es un complejo constituido por una realidad múltiple y variada...", sin embargo, entre Monterrey en el norte de México y Valdivia en el sur de Chile, hay una base común; existe "la americanidad". De ahí que considere Steger a las universidades como el instrumento más adecuado y quizás único, capaz de servir de base a una auténtica integración del continente; "en ellas -y uno está tentado a decir: sólo en ellas- se alienta la posibilidad de una unidad continental".
No escapará a nadie una obvia consecuencia de las anteriores consideraciones, a saber: que la realidad y fundamento de la universidad latinoamericana se muestran ampliamente problemáticas. En buena medida, esto se debe a que la universidad latinoamericana puso en su esencia la pretensión de servir a su pueblo y al Estado y no sólo el compromiso de contribuir a la formación del hombre. Este doble objetivo, impuesto desde su propia concepción, por un lado vinculó irremediablemente a la universidad latinoamericana a las necesidades sociales y a la autoridad pública y, por otro lado, ha mantenido su vocación humanística, -exigida por el arquetipo ideal de la universidad-, continuamente enfrentada a su responsabilidad frente a las demandas sociales, económicas y políticas de su entorno. Ahora bien, en esta tensión, la autonomía ha sido la característica que a la universidad latinoamericana le ha permitido sobrevivir, sin perder la jerarquía de universidad, en toda la extensión de la palabra.
Pero si esto parece indiscutible, no se ve por qué actualmente hay quiénes ponen en tela de juicio la autonomía universitaria. La razón podría estar en la urgente necesidad que parecen tener las sociedades y los gobiernos de algunos países latinoamericanos que, como México, están tratando de ubicar los servicios universitarios en el seno de la economía y del mercado. En estos ámbitos la visión humanística y el horizonte cultural latinoamericano carecen de importancia y parecen estorbar. Entonces, en este tiempo de globalización y en la región latinoamericana, más allá de las variantes impuestas por el medio nacional y local respectivos, al hablar de la universidad latinoamericana habrá que recordar lo dicho por Jorge Amado en cuanto a que: el sentido del calificativo "latinoamericano" es, ante todo, el de situarse en el terreno de una lucha común.1 Equivale a la reivindicación del derecho a ocupar un lugar digno y propio en el escenario mundial.