Para quienes nos dedicamos a estudiar la juventud, la película El extraño caso de Benjamin Button da para pensar. En lo personal, el filme me pareció una melosa y poco realista historia de amor entre un hombre que nace anciano y crece rejuveneciendo y una mujer con rasgos psicológicos nada comunes. Me hizo recordar que Oscar Wilde, en El retrato de Dorian Grey, había puesto ya su ojo crítico en el tema de tener una apariencia joven cuando han pasado muchos años desde que uno nació. Claro que la carga filosófica, moral e intelectual que tiene esta obra maestra de la literatura no está, ni de cerca, presente en la cinta estelarizada por Brad Pitt y Cate Blanchet, basada en un cuento de F. Scott Fitzgerald escrito en 1920. Tampoco está la apreciación que Wilde hace de la perversión que hay en el miedo a envejecer y a perder la belleza, ni la crítica a la sociedad y a la moral colectiva.
A la película sobre Benjamin Button le falta emoción y le sobran subtramas y anécdotas. Lamentablemente, Eric Roth, quien adaptó el cuento a la película, no aprovechó la posibilidad que da el tema para reflexionar en las implicaciones que sobre la percepción de la vida y la convivencia social tendría nacer viejo. Benjamin Button nunca reflexiona en nada; con todo y que se crió entre viejos, él solamente es un testigo pasivo de lo que va pasando a su alrededor.
Si utilizamos la metáfora de Wilde, del retrato, para explorar qué lleva Benjamin adentro en cada etapa de su vida, nos encontramos que sólo cuando los tiempos de su cuerpo y los de su existencia coinciden (cuando está cerca de los 40 años), la imagen refleja plenitud. El resto de su vida, "el retrato" transmite soledad, vacío y desorientación. De hecho, excepto por esos pocos años en los que fue un adulto, siempre fue viejo. Benjamin Button nunca tuvo juventud; nació viejo y así murió, en un perpetuo desencuentro con sus contemporáneos.
Para los objetivos del análisis, interesa llamar la atención sobre la construcción moderna de la idea de juventud, representada en asociación con los cursos vitales de los sujetos. Desde esta representación, la juventud se define como etapa de preparación para la vida adulta. Pero Bejamin Button no tuvo juventud, porque cuando nació nadie pensó que iba a ser adulto; la única moratoria a la que Benjamín se sometió fue a la de la muerte. Es cierto que una vez que Benjamin se da cuenta de que su vida "va al revés", los referentes de futuro y las ideas de lo adecuado para cada momento vital aprisionan su libertad "de la misma manera que les pasa a los jóvenes"; sin embargo, el aprisionamiento que sufre Button no deviene del poder y control que sobre él ejerce la sociedad "el mundo adulto", que prescribe modos de ser y de estar en relación con el curso del tiempo en las biografías de los sujetos. Al personaje de la cinta lo único que lo limita es la inexorable ley natural del paso del tiempo.
Benjamin Button no es un ser social y, por ello, su vida no puede analizarse utilizando las categorías de clase de edad ni de generación. Su identidad la construyeen la residencia para ancianos. No tiene apellido, hasta que recibe la herencia de su padre, y no asiste nunca a la escuela o a ninguna otra institución para formarse. Sus tránsitos al trabajo y a la sexualidad activa los realiza impulsivamente, sin que haya de por medio ninguna inquietud, deseo ni búsqueda personal. Es más, en la vida de este personaje nunca hay pares. El único encuentro con la cultura juvenil del entorno y de la época se da a través de su amiga bailarina que lo lleva a celebrar con sus compañeros. Button siente rechazo, lo cual no sorprende, pues el tipo, aunque joven en apariencia, en realidad es un viejo. La vida de Benjamin termina prácticamente como empezó: en un asilo de ancianos y siendo él un bebé (fue dos veces bebé), aunque esta vez el cuerpo y la cara sí concuerdan.
El curioso caso de Benjamin Button es una cinta a la que debe agradecérsele que haga pensar sobre el paso del tiempo en circunstancias inusuales. Vale reconocer que logra trasmitir en los escenarios la primacía de lo objetivo respecto de la apariencia, en lo que toca al paso del tiempo y el inevitable destino del ser humano. Su aporte concreto al tema de juventud es mostrar que la producción de lo juvenil tiene que ver no sólo con la dirección y el ritmo con los que se mueven las manecillas del reloj, sino con el sistema de relaciones sociales, culturales, económicas y políticas que determinan la posición de los sujetos y su movilidad en las estructuras jerárquicas de la sociedad, así como los referentes simbólicos a los que se adscriben. Benjamin Button aprendió a estar en la vida como viejo y nunca estuvo incluido en la sociedad. Su metamorfosis corporal no se tradujo en crisis psicológica ni tampoco en tensión social.
Corolario: no se puede ser joven cuando se ha sido viejo.