La inserción laboral de los y las jóvenes es uno de los temas que hoy provoca inquietud, sobre todo en los países como México en los que la dinámica de crecimiento demográfico supera, en mucho, la expansión del empleo. Frente a esta inquietud social, gobiernos, organizaciones sociales, empresas, agencias internacionales e instituciones educativas, cada una por su parte, han diseñado y operan programas de diferentes tipos para tratar de paliar el desempleo juvenil. Mucho se insiste en que lo importante es lograr que los jóvenes tengan su "primer empleo", pues se dice que el principal obstáculo a vencer es que los empleadores exigen a sus nuevos empleados experiencia previa.
Pero es natural que antes del primer empleo los jóvenes adolezcan de experiencia laboral. Ante esta situación, que sin duda es contradictoria, las condiciones precarias de trabajo que se les suele ofrecer a los jóvenes aparecen como legítimas. Se llega incluso a significar la contratación de "un(a) primerizo (a)" a manera de favor que le hace el empleador al joven, a su familia y a la sociedad. Bajo esta visión, la sociedad les agradece y brinda reconocimientos especiales a los empleadores y acepta e impulsa que gocen de prerrogativas. Según las propias palabras de Calderón, .el Programa por la Generación del Primer Empleo, presentado por el mandatario mexicano en enero de este año, otorgará "estímulos sin precedentes a quienes generan empleos, a fin de que contraten a jóvenes y mujeres que ingresan por primera vez a la vida productiva y al mercado".
No se espera, sin embargo, que durante el primer empleo (ni nunca) la relación que se establezca entre empleado y empleador sea filial, es decir que genere sentido de comunidad, identidad y pertenencia. Al contrario, lo esperado es que las relaciones de trabajo que se establezcan sean pasajeras y efímeras. Por esto es que la entrada al empleo se etiqueta con la palabra "primer", pues se sabe que probablemente, más pronto que tarde, al primer trabajo le seguirá el segundo, el subempleo, la informalidad, el trabajo autónomo, el desempleo o de plano la salida del que fuera trabajador hacia la población económicamente inactiva. Con todo, al primer empleo se le significa como un fin, en sí mismo, puesto que se considera que su ocurrencia otorga las condiciones iniciales necesarias, aunque no suficientes, para entrar en la competencia por empleos mejores y para lograr el reconocimiento social.
Hoy, por encima del cumplimiento de todos los derechos sociales se pondera la importancia de que los jóvenes entren al empleo. Así es como se está liquidando la posibilidad de apelación contra el incumplimiento de la protección institucional, condenando a los jóvenes a que se conviertan en agentes del nuevo capitalismo, pues es justamente durante su primer empleo que se siembra en ellos las semillas que han de portar durante el camino laboral que les quede por recorrer. Entonces, se torna claro que al contrario de lo que sucede a nivel de la sociedad, para el poder hegemónico el primer empleo de los jóvenes no representa un fin sino un medio, idóneo para gestionar e instalar la nueva etapa del capitalismo. De esta manera se evitan las luchas y enfrentamientos que emanan cuando se manifiesta abiertamente la intención de llevar a cabo reformas de Estado y reformas laborales que implican la instalación formal de las premisas, los valores y las prácticas del trabajo flexible.
En los grandes debates sobre la dependencia que se dieron en América Latina durante los años setentas, el desempleo, el subempleo, el trabajo informal y el precario fueron presentados como coyuntura histórica Ahora, en el marco del nuevo capitalismo, todas estas formas laborales y por lo tanto la desigualdad deben ser aceptadas como estructurales Para ello, en su significación de medios y no de fines, los jóvenes reciben, a través de su primer empleo, la "misión" de portar, cultivar e instalar las formas del trabajo flexible, así como la competencia por los mejores empleos. De aquí que a los programas del "primer empleo" subyazca la cuestión ética de las oportunidades educativas que se brindan a todos los jóvenes. Porque como lo reconoce la OIT: no puede haber promoción de oportunidades de inserción laboral decorosa sino se apoya a la educación. Y porque el compromiso con la democracia exige brindar especial atención y apoyo a la educación pública, tanto a la de nivel básico como a la de nivel superior.